Pedro
Vargas Avalos
Inevitable
no comentar el segundo informe presidencial. La doble crisis (económica y de
salud) exigió valentía y habilidad para sobrellevarlas, teniendo a la par que
proseguir la lucha contra la corrupción, la pobreza, la violencia y la
criminalidad. El promedio del porcentaje popular que aprueba a López Obrador es
casi del 60 por ciento, lo que avala favorablemente la gestión del primer
mandatario nacional.
Ya
sabemos que los informes de los gobernantes, sean del partido que sea, por lo
general son para lucir. Las amargas realidades las conocemos al margen de las
cifras y discursos, casi nunca por boca del informante. Hasta críticos por
sistema del mandatario, reconocen que quienes afirmaron que había sido una
mañanera están cabalmente equivocados, que hablaron buscando la impugnación
visceral, como el inefable señor Gustavo de Hoyos, denodado adalid de la
reacción, para quien todo lo que haga o deje de hacer AMLO, es lo peor.
Para
el punzante Raymundo Riva Palacio, sin conceder que haya un cambio de régimen,
si admite “y no es hecho menor, un gran cambio de sistema político y sistema
económico” (Tercer Grado, 2 sept. Televisa). El discurso fue sobrio y si ciertamente,
no dejó de enlistar logros y soslayar desaciertos, presentó a un jefe de
Estado. Las desvalidas oposiciones, en las omisiones encontraron una especie de
clavo ardiente del que se aferran, desesperadas ante la fuerza y popularidad
del gobernante.
El
diario La Jornada realizó un ejercicio interesante en las redes sociales, en el
cual participaron 6,213 personas, formulando la siguiente pregunta: Después del
II informe de gobierno, si hubiese nuevas elecciones, ¿por quién votaría? El
resultado es sorprendente: el uno por ciento respaldó a J. A. Meade, quien fue
postulado por el PRI; un dos por ciento votó por Ricardo Anaya, el abanderado
del panismo; un dos por ciento dijo que no votaría por ninguno de los que
fueron candidatos, y finalmente, por el presidente se manifestó el 95%.
Ardidos, los vociferantes adversarios de AMLO discurren nuevos argumentos para
volver a la carga. Una de esas tesis es que la Cuarta T entrega apoyos al menos
a siete de cada diez familias mexicanas, con lo cual compra voluntades y
captura sufragios. Empero nadie puede negar en su sano juicio, que esos
soportes permiten sacar avante en la crisis que padecemos, a los más débiles, a
los más pobres.
Tenemos
a un presidente que no da marcha atrás en sus convicciones. Gozamos de libertad
y no existen persecuciones de ninguna índole, salvo por órdenes de aprehensión;
la democracia se ha fortalecido, aunque los opositores no sepan sacar ventajas
de tal circunstancia. Esto ha hecho que personajes como el poeta Javier Sicilia
expresen amargamente: “Si tuviéramos dignidad, mandaríamos a los partidos al
carajo¡!”, expresión vertida en el marco del Día Internacional de las Víctimas
de Desaparición Forzada.
AMLO
sostiene en su informe, que la corrupción es el principal problema de México,
la cataloga como una peste causante de la crisis en el país, por lo que es
básico erradicarla; para él, "transformar es moralizar" de allí que en tal
cuestión no baje la guardia, porfiando en que su administración no será
recordada por ser corrupta.
La
austeridad republicana es otro rubro innegable. Los lujos y la exagerada
burocracia, la que parece un elefante tullido, se ha ido extirpando, lo cual
permite tener cuantiosos ahorros para atender a las clases sociales desvalidas.
En
cuanto a la pandemia, es innegable que ha flagelado a la nación, pero es
pavoroso saber que los regímenes anteriores dejaron 401 hospitales abandonados,
saqueados o a medio construir, con un déficit de más de 200 mil profesionales
de la salud. A la fecha, informó el mandatario, se han reconvertido 969
hospitales para atender pacientes con COVID-19, habiéndose contratado más de 47
mil médicos generales, especialistas, enfermeras y demás trabajadores del área
sanitaria. Eso da certidumbre a la idea que tiene de que de esta crisis se
saldrá con un sistema de salud fortalecido.
Bajo
tales datos, que incluyen también la recuperación de precios del petróleo,
creación de empleos (93 mil en agosto) y el incremento de remesas de los
mexicanos en Estados Unidos, podemos creer que ya pasó lo peor y que ahora el
país va hacia arriba, mientras se regresa poco a poco a la normalidad
productiva: se asegura que, para fines de octubre, casi todos los Estados
estarán en color verde.
No
podemos pasar por alto dos aspectos trascendentes: que en lo internacional
nuestra Patria se ha visto y se le considera con gran respeto, y que, en lo
interno, el respaldo a los pueblos indígenas es de tal magnitud, que podemos
afirmar que ningún otro mandatario se había preocupado tanto por atenderlos,
visitarlos y hacerles obras. En tal perspectiva, lograr que la Banca llegue a
los más apartados rincones del país, es muy loable, y de igual manera que el
internet cubra para el año venidero a toda la república.
En
cuanto a la lucha contra la criminalidad, el Presidente reconoció que el
homicidio doloso y la extorsión, no han podido ser abatidos, pero que en los
demás ilícitos se ha tenido éxito, pues se han reducido en un treinta por
ciento. Confiemos que los auxilios a los desprotegidos, el fortalecimiento de
la Fiscalía General de la República y la acción eficaz de la Guardia Nacional,
permitan derrumbar los aterradores números que en esas materias nos acongojan.
El
primer magistrado de la Federación se comprometió al inicio de su mandato, a
cumplir al menos cien compromisos; en este informe aseguró que ha cumplido con
95, lo cual amerita hagamos un análisis al respecto, para saber si realmente se
han cristalizado tales ofrecimientos. De lo que, si estamos seguros, es que su
estilo personal de gobernar, en nada se parece a los de sus antecesores; que su
voluntad es inquebrantable por servir al pueblo, fortalecer a la democracia y
acrecentar los valores sociales. No es un santo ni un Salomón, pero su innegable
honradez es elocuente muestra de que se trata de un mexicano de excepción, y que,
en la tarea de engrandecer a México, no podemos dejarlo solo.
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