René
Chávez Deníz*
NUESTRA LLEGADA
Por fin
llego el día de la salida. Estuvimos en el aeropuerto a las siete de la mañana,
el avión era de cuatro motores, ya que el jet todavía no existía, a las nueve
salimos para Nueva York-Islas Bermudas-Islas Azores-Portugal-Francia. Veintiún
horas después aterrizamos en el aeropuerto D’Orly París.
Llegamos dos días antes del debut. Al otro día hubo un programa de radio y por la tarde otra presentación por televisión. Desde cuatro meses antes estuvieron pasando spot del Mariachi Vargas de Tecalitlán, “el primer mariachi en París” según nos dijo el Monsieur Gaby, gerente del restaurant Acapulco, Club donde nos presentaríamos, que por un mes ya estaban apartadas las meses. El apartado tenía un costo de 15 mil francos, equivalente a 40 dólares de aquel tiempo.
Preparamos
un programa especial para el día del debut, siempre abríamos con un son jalisciense.
Silvestre Vargas siempre decía que era la presentación del mariachi y tenía razón.
La empresa quiso que tocáramos una melodía en cada mesa. Casi hacíamos 40
minutos en hacerlo y en todas las mesas tocábamos. Seguía un descanso, otra
tanda y otro descanso. La última tanda era de solo 20 minutos, era todo y hasta
otro día. Los lunes nos tocó descanso e íbamos a conocer París.
Es
muy usual la propina en Europa, y con tan buena fortuna que esa primera semana
nos repartíamos cada uno como 300 dólares de propinas. Empezamos a ver que
ganábamos más en propinas que en el sueldo, así que el sueldo nos quedó libre.
Yo rogaba a Dios porque el restaurant siguiera lleno, que no fuera se nomas una
llamarada de petate por la novedad del mariachi y después diera el bajón.
Bendito sea Dios que no fue así. Claro que también hacían buena publicidad. “auténtica
comida mexicana, solo en Acapulco Club Restaurant se anunciaba. Fue tanta la
publicidad que le metieron que fue a cenar y escuchar al mariachi nada menos
que la Edith Piaf. Ahí también fue y conocimos a Josephine Baker, el gran actor
francés Fernandel y el gran tenor Luis Mariano que fue la estrella del film
“Violetas imperiales”.
Fuimos
invitados a ese famoso festival de la policía que se celebró en un teatro subterráneo
del palacio de Chaillot, en Versalles, que atenciones, reverencias y halagos
para el mariachi Vargas de Tecalitlán.
LA FERIA EN PARÍS
Se
llegó la gran feria internacional Foire de Paría de 1956, y México puso su
stand allí, Otra vez el embajador, Jaime Torres Bodet, solicito a la empresa
nuestra presencia. En el local mexicano había artesanías y productos de todos
los estados de la república: tequila y mezcal de Jalisco, barro negro de
Oaxaca, máscaras de madera de Michoacán, sarapes de Coahuila, rebozos de San Luis
Potosí, huipiles de Chiapas, trajes típicos de Yucatán, chiles, tortillas… un
sinfín de cosas.
A
la once de la mañana inauguro la fiesta el presidente de Francia, el Monsieur
René Coty. Llego la televisión, la radio, reporteros, fotógrafos y corresponsales
de todo el mundo.
El
primero en aparecer fue el presidente Coty y su comitiva. Entre ellos estaban
el general Charles de Gaulle, que aún no era presidente; los hermanos Krupp,
magnates del acero en Europa; los imanes ismaelitas Ali Khan y Aga Khan; Abdel
Nasser, Presidente de la Arabia Un día; el mariscal Tito de Yugoslavia y Winstón
Churchill, primer ministro de Inglaterra.
Al otro
día, en los diarios Le Monde y Le Fígaro, salió la foto de Sir Winston
Churchill con su sombrero de charro . Estuvo feliz entre nosotros.
La
empresa del Acapulco Club estaba contenta. El restaurante seguía lleno día con
día. Yo le echaba un ojo al libro de fechas aparadas y, por lo regular, había
para un mes de adelantado. Un cliente asiduo concurrente al restaurante era el
famoso millonario Márquez de Portago, que usaba puro coche Rolls Royce y
Bentley, al que le abría la puerta, le daba una propina de 20 dólares.
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