Sandra Gómez
Estimado lector, existen historias
que solo quedan entre maestros, en esta ocasión “Lo que callamos los maestros”,
tiene una relación directa con hacer valer el derecho del niño a no ser
discriminado.
“Los Derechos Humanos de niñas, niños
y adolescentes están previstos en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, en los tratados internacionales y en las demás leyes
aplicables, esencialmente en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la
Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (publicada el 4 de
diciembre de 2014), la cual reconoce a niñas, niños y adolescentes como
titulares de derechos y, en su artículo 13, de manera enunciativa y no
limitativa señala los siguientes: El derecho a no ser discriminado: Niñas,
niños y adolescentes tienen derecho a un trato igualitario, nadie puede limitar
o restringir sus derechos por su origen étnico, nacional o social, idioma o
lengua, edad, género, preferencia sexual, estado civil, religión, opinión,
condición económica, circunstancias de nacimiento, discapacidad o estado de
salud o cualquier otra condición atribuible a ellos mismos o a su madre, padre,
tutor o persona que los tenga bajo guarda y custodia, o a otros miembros de su
familia. Para garantizar este derecho se deberán
tomar en cuenta las necesidades específicas de cada niña, niño y adolescente de
manera individual o en grupo, según sea el caso” (revisado el 13 de agosto 2020
en: https://www.cndh.org.mx/)
A continuación, les presentare una historia real de
una escuela primaria publica urbana en donde me abrieron sus puertas para
realizar una intervención a través del programa “aprendizaje integral”. Todo
inicio cuando tocando puertas para aplicar mi proyecto una persona cercana a mi
familia me presento a su amigo “el gordo Lozano”; quien en ese momento era el
director del turno vespertino.
El director, llamo a la maestra de sexto grado y le
comento: ¿Maestra Elsa, podría permitirle sus alumnos a la compañera para
aplicar el programa (…)? y ella me lo permitió; a lo largo de las semanas que
convivimos, ella incluso me invito a trabajar en la escuela primaria del turno
matutino en donde era directora. Aprendí
a su lado muchas cosas que pocas lecturas me podrían haber brindado; ella es
sin duda una persona muy hábil manejando sus clases magistrales y en ese
momento tenían pizarras con el software de enciclomedia; además de una
excelente y muy servicial directora de primaria quien incluía alumnos con
Necesidades Educativas Especiales (NEE), ahí conocí al único caso de un niño
con discalculia.
El Maestro Lozano, me sorprendió gratamente por su
forma particular de tratar a su alumnado y la armonía que se vivenciaba entre
los docentes. El maestro tenia por
habito recibir a sus alumnos y maestros dando su mano en la puerta de la
escuela, si algún padre se acercaba le decía que lo atendería una vez que todos
entraran, entre estas personas se encontraban los de la sociedad de padres; y
es aquí en donde les compartiré la forma particular que tenía el maestro de
hacer valer el derecho de los niños a no ser discriminados.
Al cabo de unos días en que mi presencia se hizo
notar, una madre de familia se acercó a mí y me pregunto ¿usted qué hace?, a lo
que conteste que aplicaba un proyecto, y me dijo que eso ya le había dicho su
hijo, y le seguí escuchando y me pregunto: ¿Qué opina de que el Director no les
cobre a algunos alumnos su aportación económica de la sociedad de Padres?; y me
sorprendí y le responde que no tenía idea, y le pregunte a la presidenta de la
sociedad de padres, ¿Qué opina ella? …me dijo muchas cosas, todas
desagradables. En fin, que se lo comente al director
y entonces me dijo: “Cada niño de esta escuela tiene una historia, y una
situación económica distinta, nosotros tenemos la sociedad de padres, pero en
realidad hay niños que ni padres tienen, o bien no los atienden o bien no están
presentes. Ese es el caso de quienes para ella deben la cuota; en primer lugar,
la cuota es voluntaria y ella lo sabe, de esos niños quienes no han pagado, yo
no tengo porque decir su situación, y otro maestro intervino diciendo, esa
señora solo se queja que hace falta dinero (…)”.
Como seguí ahí, me pude percatar de la labor de la
tiendita y la congruencia de todo el personal con los que menos tienen. El
director tenia concesionada la tiendita escolar, y les pedía que hicieran
comida variada y nutritiva, además de lo tradicional esa tiendita vendía fruta
picada, paletas, mangoneadas de frutas naturales. Los niños en cuestión, comían
ahí, el director le tenía asignado a la encargada de la tienda que les diera de
comer antes de poder venderles cualquier bolsita de papas fritas o dulces. Pude
ver que les sirvieron: pozole, arroz con mole, nopales con espinazo, etc., y
además preparaban gelatinas y flanes.
En fin, una comida a las 3 pm; de lo más sorprendente
fue saber que para muchos de los niños esa comida era la única. Por otra parte,
me tocó ver al conserje de la escuela que levantaba de las aulas y el patio
todos los lápices y colores, los arreglaba con punta y los donaba a quienes los
necesitaran. Además, había contenedores para separar la basura y de lo que se
podía vender se utilizaba para mejoras de la escuela.
Lo que callamos los maestros es precisamente por defender el derecho de
los niños a no ser discriminados (etiquetados). De estos
maestros aprendí mucho, todo aquello que difícilmente a través de una lectura
lo entenderíamos, es necesario vivenciarlo para asimilarlo. De estos niños (NEE),
aprendí que en efecto “los maestros
cambian vidas (Uriegas, 2002)”; y son muchos los que en silencio ayudan a
los niños, enseñándoles a compartir su almuerzo, enseñándoles a compartir sus
útiles escolares, enseñándoles a convivir sin discriminar.
Con especial agradecimiento a los directores, personal
docente e intendencia de Escuelas Primarias Públicas, quienes hacen cumplir el
derecho de los niños a no ser discriminados. Le invito a comentar si conoce a algún otro maestro o director
quien realiza acciones en favor el complimiento del derecho de la niñez a no
ser discriminada. Hasta una nueva historia de vida. Dra. Sandra Gómez.
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