Pedro
Vargas Avalos
Por más
que quisiera quien esté atento a los sucesos nacionales, no puede sustraerse a
lo que aconteció la semana pasada: la filtración de dos documentos en relación
al caso Lozoya y el combate a la corrupción, lo que involucra plenamente a la
política mexicana.
Ni
el COVID-19, ni la situación económica crítica que azota al mundo o las
elecciones estadounidenses que para el orbe tanto significan, bueno ni la final
de la CHAMPIONS de futbol europeo que emociona a millones, pudieron distraernos
de conocer esos documentos: uno consistente en un video de poco más de cuatro
minutos, y otro de 63 páginas que es nada más ni nada menos, que el esperado
texto de la denuncia que presentó el 11 de agosto reciente, Emilio Lozoya a la Fiscalía General
de la República (FGR), con el fin de proporcionar datos que le acrediten para
recibir el trato de testigo colaborador que ya se le otorga, papel que de
resultar eficaz, casi lo exentará de
sanciones punitivas.
En
el video filtrado por nadie sabe quién, pero del cual muchos aparecen como
sospechosos, comenzando con los adversarios del PAN, siguiendo con los de los gobernadores
involucrados y continuando con los amigos del mismo Lozoya, se exhibió en toda
su descarnada y nauseabunda imagen a los deshonestos. Por ello algunos aseguraron
que como encuadran dentro de las acciones que auspicia el presidente del país
para abatir la corrupción, quizá allí radica la clave de cómo aparecieron: pero
la FGR se deslindó rápido de que ella haya sido la filtradora y AMLO asentó el
día 20, en la mañanera, que había de indagarse. Lo cierto pues, es que el video
representa un botón de muestra de lo podrido del sistema político mexicano;
porque si de él se acredita lo que ciertos legisladores federales suelen hacer,
para obtener dinero, similares maniobras se llevan a cabo en los Estados y
municipios, para lograr fines que lejos de beneficiar al pueblo y sus
instituciones, solo engordan las cuentas y bolsillos de los políticos implicados.
Y Jalisco, desde hace sexenios no está excluido de tales desenfrenos.
El
19 del presente mes, el impacto causado por el video, pasó a segundo término ante
la filtración de la denuncia de Lozoya. Fue su efecto como el de una bomba
nuclear, pavoroso y aniquilador. Claro que resta probar lo allí referido, pero
sostenido por quien subsistió en las entrañas del monstruo, mucho de lo
denunciado debe ser cierto.
De
la lectura, larga y a veces pesada, pero que se sostiene por la expectativa de
qué nuevos delitos y personajes van a ir apareciendo, no menos de dieciséis
políticos finalmente se inmiscuyen. Y son de primerísima línea, desde
expresidentes, como Salinas, Calderón y Peña Nieto, o poderosos funcionarios al
estilo de Videgaray, Meade y el mismo Lozoya.
La
parte inicial de la denuncia narra detalladamente como se enlazaron el dueño de
la compañía brasileña Odebrecht, con el candidato y luego presidente Enrique
Peña Nieto, siendo luego sustituido en la relación por Luis Videgaray y Lozoya.
Todos dedicados a tramar la manera de a final de cuentas, corrompidamente ganar
dinero a costillas de PEMEX y la nación.
Asombra
que, en esas mezquinas maniobras, varios millones de dólares se hayan destinado
para cubrir gastos durante la campaña electoral de Peña Nieto y particularmente
pagarles a sus consultores extranjeros (uno cobró 380,000.00 euros ¡!), como si
la campaña fuera para llegar a Secretario de la ONU. ¿Y de todo esto ni por
asomo se dio cuenta el IFE, actualmente INE? Y eso que sus consejeros y altos
funcionarios, son tan quisquillosos cuando de dinero se trata, sobre todo si es
cuestión de defender sus estratosféricos salarios y ostentosos gastos
complementarios.
A
cada paso Lozoya reitera: el que me daba las instrucciones directas era
Videgaray, quien le reportaba a Peña Nieto. Por cierto, que el denunciante
aclara que apenas si conocía a los dos superiores que tenía, o sea el futuro
Presidente del país y su flamante brazo derecho, Videgaray. Todo eso fue en
2012 y luego describe lo sucedido en 2013: se le instruyó para entregar
cantidades a la oposición, a efecto de que se aprobaran reformas estructurales.
Esas cantidades también las proporcionó Odebrecht, siendo los recipiendarios
senadores y diputados, sobre todo panistas, quienes enviaban a sus peones a
contar y recoger sus bolsas transparentes (desde luego, tontos no son) para que
supieran la denominación de los billetes y además en maletas. Según avanzaba la
reforma energética, se entregaban sumas cuantiosas a dichos dizque
“legisladores”, que, de ser cierto lo que describe la denuncia, no son más que
buitres.
Al
respecto afirma Lozoya: “…la actitud de los panistas en obtener recursos era
brutal.” (Página 15, de la denuncia) y luego agrega que Videgaray “llevaba un
control puntual de los sobornos entregados”. Y el dinero que daba la empresa
brasileña, era ahora para garantizar dominio e influencia en el gobierno.”
(Pág. 18, denuncia). Pero también hubo priístas en el enjuague: el senador
David Penchyna, recibió en 2014 seis millones de pesos. Este por cierto tiene
apetito monetario desbocado, pues siendo director del INFONAVIT percibía la
fabulosa cantidad de $745,000.00 pesos mensuales, en tanto que los trabajadores
afiliados a ese instituto, reciben magras sumas para tener una casita, misma
que pagan con crecidos intereses y largos períodos.
Y
el asombro no para conforme leemos esa denuncia: Ricardo Anaya, el célebre
candidato panista bautizado como “Ricky, Ricón” recibió la crecida cantidad de
$6, 800,000.00 por el mes de agosto, luego de constantes presiones que ejerció
sobre Lozoya. (Pág.20, Denuncia). Ente 2013 y 2014, señala Lozoya, se
entregaron ochenta millones de pesos al enviado de los legisladores
blanquiazules, habiéndolos recibido su enviado señor Rafael Caraveo Opengo, en
ese entonces secretario técnico de la Comisión de Administración presidida por
el panista José Luis Lavalle y cercano al exsenador Ernesto Cordero. Según
Yolanda Valladares, ex dirigente panista en Campeche, Caraveo Opengo era
prestanombres de José Luis Lavayen.
Sobre
lo anterior, los señalados como recipiendarios de las bolsas de dinero en este sombrío
relato de la corrupción, aunque nerviosos, han reaccionado airados y
amenazantes, niegan todo y anuncian demandas y denuncias contra Lozoya.
Preguntado sobre esto, expresó el senador Germán Martínez, al periodista Julio
Astillero: “yo no le creo todo a Lozoya, pero tampoco les creo a los que,
señalados en la denuncia, replican que son inocentes.” Y en eso estamos de
acuerdo.
La
denuncia es tan extensa e interesante, que amerita otro artículo. Por hoy, tomemos aire y luego, si otra cosa
no lo impide, completaremos nuestro vistazo sobre tan singular delación.
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