Cine sin Memoria
José Luis Vivar
Desde el pasado mes de marzo de este año la mayoría de las salas de cine cerraron sus puertas.
Al siguiente mes
no hubo más funciones en todo el país. Esto fue un duro golpe a la economía de
las cadenas nacionales, y una brusca interrupción de entretenimiento para los
espectadores. La pandemia, uno de los temas de las películas salía de las
pantallas para convertirse en una terrible realidad.
El
ancestral rito de acudir a un lugar oscuro con cientos de personas reunidas para
ver una cinta dejará de realizarse, al menos por un buen tiempo. Aunque también
es cierto que en cerca de 40 salas en diferentes poblaciones de México están
abiertas al público, con medidas sanitarias estrictas, bajo responsabilidad de
cada quien. Esto hace que la taquilla se vea afectada, pues no todos están
dispuestos a correr riesgos por tratarse de lugares cerrados.
Resulta
increíble que en unos cuantos meses los cines comiencen a representar una diversión
del pasado, y que dichos inmuebles estén abandonados, llenos de polvo y con sus
carteleras fosilizadas, anunciando estrenos que nunca llegaron a verse. Lo
mismo que sus dulcerías: clausuradas, mostrando un aspecto desolador.
Pero la función debe continuar, y las
plataformas digitales se han encargado de entrar al quite presentando sus
catálogos con películas y series que buscan atraer al público de las salas,
solo que los suplentes no siempre son lo que se espera. En otras palabras, la
cantidad no puede competir con la calidad; de ahí que los usuarios, y desde
luego los fanáticos del Séptimo Arte deambulen de una plataforma a otra, en
búsqueda de producciones “más conocidas”, argumentan.
Desde
hace más de tres décadas, por tradición comercial las carteleras de todos los
cines de México han estado rebosantes de películas hechas en Hollywood; rara
vez se anuncia una película argentina, española, hindú o polaca, por citar un
ejemplo, y de las nacionales solo unas cuantas tienen suerte de ser
programadas. Es decir, no es un cine ecléctico como sucede en Europa, o en el
Oriente, donde cada país antepone sus propias producciones y luego dejan un
espacio para lo que viene del extranjero. Eso es algo que difícilmente veremos en
México.
Lo
anterior no significa que se predique por un nacionalismo barato en la
pantalla, pero si existiera un equilibrio en todo lo que se oferta en las
marquesinas, la misma inercia obligaría a que en nuestro país se presentara un
cine de mayor calidad sin perder el aspecto comercial. Ahora bien, el streaming
y las plataformas digitales presentan cintas de otros países lo cual es una
buena oportunidad para apreciar otras historias, u otra forma de narrativa. Ese
abanico de posibilidades es una opción que debe aprovecharse.
En
cuanto a las formas, está las tradicionales pantallas; los reproductores de Blu
Ray o DVD, y las computadoras. Mientras que las generaciones más jóvenes se
inclinan por las tablets o los teléfonos celulares. Nadie debe sorprenderse, está
comprobado que el dispositivo es lo de menos, lo importante es la película,
aunque la experiencia de estar en el cine no se compara con ninguna de los
medios anteriores.
Por
otra parte, los autocinemas han vuelto a operar. Famosos durante los años
sesenta y setentas del siglo pasado, algunos espacios se han acondicionado para
que desde un vehículo pueda verse una película. Las opiniones de quienes
asisten se destacan las buenas experiencias, como los servicios de alimentos y
golosinas al espectador; y entre las malas se menciona el tamaño de las
pantallas, por no ser lo suficientemente grandes como se espera que sea. Pese a
todo, hay un público que se interesa por asistir, aunque esta propuesta es muy
limitada, no todas las poblaciones cuentan con un autocinema.
En cambio, las formas antes
mencionadas gozan de mayor popularidad y van a continuar vigentes quién sabe
por cuánto tiempo. En estos días de Covid 19 el cine es una diversión casera que
la mayoría de las veces se disfruta en solitario. Se ha observado que en una
vivienda cada miembro de una familia disfruta por su cuenta una película o el
capítulo de alguna serie. A veces todos al mismo tiempo.
La vuelta a la normalidad tomará
más tiempo del que se pensaba en marzo. El número de gente contagiada aumenta y
eso hace que se retrase todavía más la apertura de los cines. O en plan más
pesimista se debe pensar que el cine ya no volverá a ser lo que era. Tal vez no
tarda en llegar el día en que los estrenos esperados, o también los Blockbuster, se oferten directamente en las
plataformas, y por una cantidad económica, la gente pueda acomodarse en la sala
o cualquier otra de las habitaciones de casa para disfrutar de su película.
El futuro del cine es tan incierto
como otras formas de diversión. Lo que sí parece seguro es que nada volverá a
ser como antes, porque tarde o temprano la Pandemia finalizará, aunque la
normalidad de volver al cine cambiará. Y en el escenario más pesimista puede
que esos recintos lleguen a estar reservados para los acérrimos cinéfilos, esos
que no conciben su proyección en otro medio que no sea el original.
El resto -que podría ser la
mayoría-, se habrá acostumbrado a disfrutarlo a solas, y querrá seguir
haciéndolo. Desde luego que algo así llevaría a todas las compañías a la ruina,
y los enormes multicinemas terminarían sus días convertidos en centros
comerciales o estacionamientos, algo parecido a lo que sucedió a principios de
la década de los noventa del siglo XX, cuando la masificación de los
videocasetes en Beta y VHS invadieron las poblaciones. Pese a todo, el cine
sobrevivió.
Esperemos que vuelva a hacerlo.
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