Sandra Gómez
Estimado lector siguiendo la serie de Escuela para
Padres (EP), hemos descrito algunos de los derechos de la niñez, haciendo la
acotación de que son irrenunciables. En esta ocasión les compartiré en la
presente historia de vida la otra cara de la moneda.
“Derecho a la educación: Todos los
niños deben recibir educación que contribuya en crear su propio futuro. El niño
tiene derecho al disfrute de la vida social que le da la escuela. El derecho a
la educación constituye un elemento esencial para el desarrollo social,
psicológico y económico del menor”.
Cuando los
niños acuden a la escuela escuchan que tienen derechos, e incluso en los libros
de texto que otorga la Secretaria de Educación Pública (SEP), por lo menos los
diez primeros son enunciados y revisados en clase.
Érase una vez una madre que llega a consulta
porque su hija va retrasada académicamente, su maestra dice que es muy
distraída “anda en la luna”, que la lleven al psicólogo “para ver si se
compone”.
Entrevistando
a la niña de tercer grado de primaria, le preguntaba: 1. ¿Sabes porque tu
maestra te ha referido con el psicólogo, a lo que ella contesto, ¡no sé!; 2.
¿lo que tu mamá me dice es lo que dijo la maestra? y dijo que sí; 3.
¿consideras que te portas mal en clase? y me dijo que ¡no, yo tengo derechos!,
seguí entrevistando a la neurotípica niña y dijo, mi maestra dice que tengo
derecho a ir a la escuela y no tengo porque trabajar porque soy una niña.
Pregunte: 4. ¿en que trabajas?, y respondió, mi mamá quiere que yo haga todo en
la casa; 5. ¿cómo qué?, como lavar los platos, tender mi cama, y no me deja
jugar ni estar con mis amigas en la calle. 6 ¿tienes una mala mamá? NO, pero…
La niña refería una y otra vez que
ella tenía derechos y la madre estresada no atinaba en hacerle ver a esa niña
que en ningún momento sus derechos eran violentados. En otras palabras, la niña
era suficientemente inteligente para sacar ventaja de la lectura de los derechos de los niños; pero ahí entre yo. Te han
leído el cuento de los patitos que andaban en el campo y su mamá les manaba a
regar las plantas y ellos decían: “no puedo estoy ocupado”, los mandaba a
retirar las hojas muertas, y ellos decían: “no eso es mucho trabajo”; los
mandaba a recoger el trigo y ellos decían: “no porque me ensucio”; los mandaba
a poner a secar las plantas y ellos decían “no porque hace mucho calor”; los
mandaba al molino a llevar el trigo y decían: “no porque doña Naty me mira
feo”; los mandaba por leña para el horno y ellos decían: “no porque hace frio”;
hasta que estaba listo el pastel y todos se acercaron a partirlo y la mamá
dijo, “no porque este es mi trabajo y me lo como yo”. Yo lo había escuchado dijo la niña, pero no
así; bueno, tal vez se me olvidan algunos detalles del cuento, pero esa es la
idea, ¿Tú crees que esa mamá es mala? y se quedó pensando en silencio y luego
respondió, ya te entendí, ¿qué me entendiste?, que mi mamá, quiere que la
ayude...
Entonces
después de una larga conversación en presencia de su madre, se hicieron algunos
acuerdos, entre ellos que debía cumplir con los quehaceres que su madre le
asignaba para negociar los permisos para salir a la calle con sus amigas y
además que ella tenía la obligación de atender a la maestra en clase, también
tenía la obligación de sacar buenas notas a través de preguntar con respeto a
su profesora lo que no entendía. Y de los derechos se siguió hablando colocando
uno a uno con su contraparte.
Los niños deben tener claro los
derechos humanos, pero también deben ser sensibilizados para las obligaciones;
entendidas estas como las oportunidades para entrenarlos para la vida. Se debe
recordar en todo momento que a través de la educación se construye la autonomía
del niño, para que pueda con una autoestima correcta crecer y desarrollarse en
pleno. Las negociaciones entre padres e hijos, seguidas de la sensibilización
de conocer los derechos y las obligaciones es un efectivo modelo de crianza.
Hasta la
próxima historia de vida, Dra. Sandra Gómez Patiño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario