Sandra Gómez
Estimado lector,
hoy les comparto una historia de quien sufrió a lo largo de sus primeros ciclos
escolares múltiples etiquetas negativas; ella es Normita.
Normita es la hermana menor por dos años de
David; él un niño muy aplicado, con excelentes calificaciones, “un caballero en
miniatura”; el preferido de mamá. Sus padres están divorciados y su mamá tiene
un nuevo compañero sentimental. David, es el niño de medallas y diplomas,
además de ser atleta de alto rendimiento. Por su parte Normita, es alegre; una
niña muy inquieta, alta y atlética, con gran imaginación, una excelente “cuenta
cuentos”.
Cuando Normita entro a tercer grado de
primaria, su expediente decía que tenía alto retraso académico, y mala
conducta, estaba condicionada a aprender a leer y escribir o tendría que
repetir año, o ser trasladada a una escuela con niños con necesidades
educativas especiales NEE. La psicóloga de la escuela y su madre creían que
todo su problema se derivaba de la ausencia de su “padre” y por ser mujer, eso
la marcaba. Las recomendaciones fueron
que tuviera mayor contacto con su padre y así pasaron sus dos primeros grados
de primaria, sentada en la parte de atrás para no distraer a sus compañeros de
clase; la madre nunca le permitió ver a su “papá”; y constantemente era
comparada con su hermano mayor, recriminando su conducta y su lento
aprendizaje. Sin embargo, su hermano confiaba en ella, y le enseñaba lo que el
a su corta edad sabia, ella podía repetir lo que su hermano le leía; desarrollo
una excelente memoria. Su hermano a
quien le gustaba el deporte le pedía que lo acompañara y ella iba y hacia la
mayoría de las rutinas, aunque en algunas de las actividades Normita sufría
tropiezos que la llevaron a lesiones que incluyeron fracturas. Lo que hizo que en ese momento la mamá le prohibiera
a David que le acompañara al parque o el campo deportivo.
En tercer grado, le asignaron a la maestra Rita
Pearson (M), una docente con mucha experiencia, una de las docentes a quien le
gustaban los retos. Normita (N) una niña
“bien portada” con la maestra; aun con tantas etiquetas negativas y castigos de
su madre, ella seguía siendo “amorosa” y una gran conversadora.
M: ¿te acuerdas de mi Normita?; N: ¡eres la
maestra Rita Pearson!, sabes me acuerdo de ti y de tu nombre porque mi abuelita
se llama como tú; L: ¡A qué bien!, ¿haber cuando la conozco?; N: pues no la
puedes conocer, porque ya se murió. M: Lo siento mucho; N: no se apure Miss, yo
tampoco la conocí. M: ¿Sabes que soy la mejor maestra?; N: ¡sí!, M: ¿Y qué
piensas de eso?; N: pues que está bien, yo quiero sacar medallas como David. M:
Muy bien Normita, nos han juntado en este grupo a ti y tus compañeros para
mostrar a los demás como se hace; N: ¡Si, yupi!; mientras otro estudiante
decía: ¿en serio?
Feliz de la
primera impresión, Normita se dispuso a trabajar para aprender a leer y
escribir en el nivel que se esperaba de ella. La maestra con toda su
experiencia, descarto un retraso mental, debido a la fluidez y manejo de su
vocabulario, y el nivel de las respuestas que daba Norma sorprendió a Rita
Pearson, ella observaba que no tenía relación con su nivel académico.
M: ¡Buenos días a
todos, bienvenidos a su tercer grado!; Nos han juntado para mostrar cómo se
hacen las cosas. Alumnos: ¡sí!; M:
repitan conmigo: ¡Yo soy alguien, era alguien cuando llegue, y seré mejor
alguien cuando me vaya!; ¡Soy fuerte y poderoso!; tengo cosas que hacer y
lugares a donde tengo que ir (…).
Una vez convencidos de que podían dar ejemplo
y representar a su escuela, la maestra realizo un examen de 20 preguntas;
Normita sentada hasta la parte de atrás acertó solo 2, la maestra al devolver
su examen le puso una carita sonriente junto con un +2; Normita sorprendida
pregunto N: ¿esto es reprobado?; M: ¡Sí!, N: ¿Entonces porque la carita sonriente?,
M: porque estas en racha, ¡Mira! no tienes todo mal, y luego que lo revisemos
¿No lo harás mejor?, N: Sí maestra.
En la primera
clase, la maestra les pidió a algunos alumnos que leyeran lo que había escrito
en el pizarrón, y cuando le tocó el turno a Normita, esta hizo un gesto
extraño, empezó a entrecerrar lo ojos, la maestra le pidió su cuaderno y pudo
ver que era ilegible; acto seguido la maestra le dijo a Normita que se pusiera
sus gafas. Normita se acercó al pizarrón, lo toco, volteo por todo el salón, y
salió brincando diciendo ¡Ya veo!; la maestra empezó a llorar, y Normita la
miro y pregunto ¿Por qué llora maestra?, y rápidamente se quitó las gafas y se
las devolvió, la maestra con lágrimas de felicidad le dijo: Norma, ¡Tú
necesitas lentes!, lo que tienes es miopía como yo.
La vida de Normita cambio por completo, la
maestra le dejo ese par de lentes y mando llamar a su madre para que de
inmediato la llevara al especialista. Además, la maestra le hizo un espacio a
su lado para evitarle distracciones, y atender sus necesidades de primera mano
(…). REFLEXIONEMOS:
Cuántos niños van mal en la escuela y su
problema es “sencillo” de arreglar, en este ejemplo la miopía. Si los padres
usan gafas se pueden dar cuenta a temprana edad y atenderles; desafortunadamente;
si no se les lleva con regularidad al seguimiento médico del “niño sano”, puede
haber muchas Normitas, en su clase.
Los niños para aprender requieren poder
canalizar adecuadamente su atención, estar motivados y contar con las aptitudes
físicas como poder cumplir con lo que se les pide. La motivación, captar su
atención, dar una excelente clase es muy importante, pero siempre, siempre,
siempre, se deben descartar problemas como el de la visión, antes de exigir el
alto rendimiento de su alumno y/o hijo.
Hasta la próxima historia de vida. Le invito a
revisar en You tube TED educación, Rita Pearson (2013). Con admiración y
respeto para todos los maestros que cambian vidas Dra. Sandra Gómez Patiño.
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