Víctor
Hugo Prado
Si
usted durante la pandemia ha adoptado medidas que ahora se enmarcan en una nueva
normalidad como por ejemplo usar cubrebocas, careta o goggles, en casos
extremos, guantes.
Si
además ha sustituido el majestuoso habito del ir al cine, comprar palomitas y
refresco, por ver películas en plataformas streaming.
Si
en lugar de ir al jardín principal del pueblo o ciudad, se queda en el jardín
de su casa, sin necesidad de pasar un filtro que le permita el ingreso de
acuerdo con la letra de su apellido.
Si
su protección está garantizada al quedarse en casa con comida asegurada.
Si
rompiendo todas las medidas de seguridad, va al restaurante que al ingreso le
toman la temperatura con un termómetro de rayos infrarojos –en la cabeza no-,
pasa por un tapete sanitario y se sienta a la mesa sabiendo que la capacidad no
será mayor al 40 por ciento y asegura la distancia entre los comensales.
Si
cancelar o posponer las vacaciones que tenía reservadas a un destino turístico
nacional o extranjero no le implica mayor cosa, porque en su casa sí que está
de vacaciones.
Si
la oficina es su casa, en un lugar reservado para ello, que no es la cocina, ni
la habitación ni la sala. Lo que le ha permitido además sustituir el pantalón y
la camisa por bermudas y sandalias.
Si
en la tarde o noche se puede tomar una cerveza en un rincón donde no lo molesta
nadie.
Si
se sabe el color de los semáforos y está al pendiente de las estadísticas de
contagios y fallecidos.
Si
su hábito de compras ha cambiado de presencial a en línea, realiza pedidos en
Amazon y ahora le llevan el super a la casa.
Si
cuando sale de casa lo hace en el auto con las ventanas arriba.
Si
cuando tiene que atender las reuniones de trabajo, lo hace en Classroom o
Moodle y toma sesiones por videoconferencias y webinars en Zoom, Meet, Teem, u
otra.
Si
su vida pende del hilo del internet o se ha estrenado como youtuber, entonces
no le ha ido tan mal en la pandemia.
A
la gran mayoría le ha ido de la patada. Las repercusiones económicas que sufren
empresas, los negocios, profesionistas que ejercen libremente, y por ende
trabajadores que perdieron empleos, no se harán esperar. Se estima que al final
del año habrá 12.3 millones de nuevos pobres que se sumaran a los más de 50
millones que ya existían, vaticinado por una caída del PIB en al menos el 7%.
Nos viene bien, asumir un poco de solidaridad con los semejantes en desgracia.
Porque hay de nuevas normalidades a nuevas normalidades.
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