Sandra Gómez
Estimado lector, a continuación, se presenta “el
derecho a jugar del niño” y veremos algunos ejemplos de su función como clave
en la trasmisión de la cultura.
Las funciones
básicas para el desarrollo psicoemocional de un niño son jugar, dormir y soñar,
estas funciones marcan parámetros de reordenamiento cerebral desde el
nacimiento y siguen siendo necesarios a lo largo de la vida; por lo tanto, no
debemos privarnos de ninguna de esas funciones cerebrales que permiten al
cerebro reorganizarse, descansar y decodificar toda la información que se
recibe a través de los sentidos.
En una entrega
anterior definíamos lo que es el juego y podemos sintetizarlo en cinco criterios
objetivos tomados del documental “la magia del juego” presentado en Youtube en
noviembre 2019. Estos dicen: 1) no debe tener una causa aparente; 2) debe
repetirse con frecuencia; 3) a menudo de forma exagerada; 4) a menudo el juego
es espontaneo; 5) los animales solo juegan cuando están relajados.
En los
criterios anteriores nos dejan claro, que una vez satisfechas las necesidades
básicas de alimento y seguridad, se presentan las situaciones sociales de
relajamiento que ofrecen la oportunidad de “jugar”, en ese espacio se explora,
tanto el cuerpo, sus capacidades físicas y las habilidades sociales. Para el niño neurotípico, jugar es lo más
importante, es ahí en donde pone a prueba lo “aprehendido”; asimismo, ese
espacio le permite improvisar soluciones a problemas cotidianos. El juego en sí
mismo es un programa de aprendizaje evolutivo.
¿Cómo podemos
capitalizar el juego?, sin duda, a través de actividades lúdicas podemos
reforzar contenidos académicos, y con repetición consolidarlos. En esta área
los juegos de video cumplen con algunas de estas funciones. Como programas
lectores que van señalando con un cursor las palabras y al final realizan
preguntas que permiten verificar la comprensión lectora del niño. Por otra
parte, los juegos al aire libre y los juegos de mesa ayudan a presentar
escenarios para poner en práctica el respetar el turno de los jugadores y aprender
a manejar la tolerancia a la frustración.
Jugar con
otros, permite al niño “medirse” a través de la comparación; por ejemplo, de
conocimientos y/o habilidades, además le permite reconocer su propio valor como
persona y/o cantidad de conocimiento de algún tema puntual. A través de
actividades lúdicas se trasmite la cultura. En nuestro país México, por
ejemplo, se reúnen las niñas con las mujeres mayores a tejer, bordar y elaboran
manualidades; lo hacen como una actividad recreativa y trasmiten sus
conocimientos enseñando técnicas tanto de tejido y bordado, como de recetas
para teñir o deshilar.
Una actividad
lúdica también se expresa a través del baile, canto o el tocar algún
instrumento musical, forma parte de las tradiciones de alguna comunidad o de
tradición familiar; y su primera aproximación es jugando. Tal vez se siente más familiarizado con los
deportes, y ahí puede ver que el juego reúne a la familia e incluso crea lazos entre
los participantes que perduran a lo largo de la vida.
El juego y
todas las actividades lúdicas ofrecen un canal para el desahogo de situaciones
de estrés; asimismo, permiten el desarrollo de habilidades motoras tanto de
coordinación ojo-mano, por ejemplo: en el tejido o video juegos; así como como
la coordinación mano-pie del basketbol, natación, por citar algunas.
El juego también permite al niño la realización
de un logro, el espíritu de competencia, la convivencia, el aprendizaje de
técnicas instrumentales, el conocimiento de reglas para los deportes, etc. Los
niños tienen derecho a jugar. Facilítale el cumplimiento de ese derecho. Se despide hasta la próxima historia de vida,
Doctora Sandra Gómez Patiño.
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