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sábado, 13 de junio de 2020

Monarca de las sombras





>A quinientos años de la llegada de los españoles a México. 1519-1521
XVI


Ramón Moreno Rodríguez


Para nosotros, los mexicanos de ahora, Moctezuma nunca ha sido una regia figura en pleno, sino apenas su sombra, a diferencia de Cuauhtémoc, a quien lo concebimos como un monarca de la luz. Esto es así por el aparente desánimo conque enfrentó la invasión de los extranjeros. Como ya dijimos, no debemos interpretar esta especie de pasividad como dejadez o temor; o no del todo, sino planeación, medición de las posibilidades del otro y de las propias. Pero también hay otras dos cosas que lo obnubilan ante nosotros aparte de la supuesta dejadez: es el desconocimiento de su persona (y de su mundo) y el no haber estado a la altura de los acontecimientos que lo violentaron; esperábamos más de él. Siempre es así, siempre esperamos más de los otros, por eso nos decepcionan.






¿Estos tres elementos hacen de él un personaje trágico? Sí, sin duda alguna, Moctezuma es un personaje trágico. También hay que decir que la opinión en nuestro país está muy dividida. El espectro es muy amplio; los extremos están en los que lo idealizan y los que lo vilipendian. Y dentro de cada uno de éstos hay múltiples matices. Imposible hablar de todos, permítame el amable lector quedarme con una idea, que trataré de desarrollar en este breve espacio de dos o tres cuartillas.

Digamos que la condición de Moctezuma, en el contexto en que estamos hablando se puede mezclar y confundir con otras dos categorías que se suelen usar cuando de su persona se habla; por ejemplo, se dice que es un personaje trágico, o personaje dramático, o heroico, incluso, mártir. Todos ellos aportan matices interesantes para ser discutidos; en particular, el último es muy polémico porque tiene que ver con el autosacrificio, idea harto cara a los antiguos mexicanos, pero basta. Quedémonos con que es un personaje trágico.

Desde el punto de vista de lo literario, el dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli escribió muchas páginas respecto de la condición de lo trágico y de su escenificación. Escribió tres tragedias sobre personajes relativos a nuestra historia y nuestra identidad: Cuauhtémoc, la emperatriz Carlota y la Virgen de Guadalupe y Juan Diego. Lo primero que hay que decir es que la figura trágica del héroe es la de un protagonista que ya ha desaparecido. Dicho de otra manera, los protagonistas trágicos sólo pueden ser aquellos monarcas o personajes dirigentes de su pueblo en la antigüedad clásica griega. Jasón, Electra, Agamemnón, Edipo pueden ser y son personajes trágicos, pero nuestro tiempo no puede producir figuras trágicas. Zapata, Churchil, Gorvachov, Adolfo Suárez, Bin Laden no pueden encarnar esta imagen.




Es complicado explicar en este breve espacio por qué es así, quedémonos con esta idea como un punto de partida para el análisis y acéptese este principio que tendría que ver con la anacronía. Edipo, por estar tan lejos de nosotros y responder su realidad a una tan disímil a la nuestra, sí puede ser un personaje trágico, pero Zapata no, porque sería anacrónico verlo enredarse en la hibris griega para precipitarse al vacío de las desdichas.

Por su parte, Octavio Paz, sin citar a su maestro Usigli, acepta este principio en su libro Las trampas de la fe pero, además, sostiene que la condición trágica de su personaje (Sor Juana Inés de la Cruz) radica en su caída. Digamos mejor que hay en Sor Juana ciertos elementos de su vida (de su repentina muerte) que son trágicos por la manera en cómo se dieron y por la forma en cómo los enfrentó. A sabiendas, se entregó al vértigo del precipicio; el resultado fue la caída. Ella fue como Ícaro, que no entendió la advertencia de que podía caer en el vacío y su temeridad, su confianza en ella misma (acaso la imprudencia), le costó la ignominia primero y la muerte después.

Con Moctezuma tenemos con certeza uno de los dos elementos: la caída desde lo más alto hasta la llegada a lo más bajo y la muerte ignominiosa; el segundo elemento, la temeridad, no lo sabemos, parece que no. No obstante, aunque sólo poseamos la mitad del binomio es motivo suficiente para dotar al personaje de su condición trágica.

Caer desde lo alto de la cumbre del poder, el hecho de ser una especie de dios o semidios al que no se está permitido verlo al rostro, a cuya presencia había que llegar descalzo y con ropajes sucios y raídos como señal de máximo acatamiento; y luego saberlo precipitado hasta el más bajo de los pestilentes albañales, asesinado y vituperado por todos, es muestra de un vertiginoso viaje a la desdicha que hasta el más duro corazón se acongojaría.





Hay ocasiones en que el personaje que cae se vale de medios ilegítimos para alcanzar el poder, y así, cuando se precipita en la desdicha, la reacción moral del espectador es: se lo merecía. Así le sucede al espectador con la tragedia de Ricardo III de William Shakespeare; la ambición ciega al rey y los medios ilegítimos en cómo se hace coronar lo hacen ver como un ser que se despeña en el vació como castigo por su atrevimiento y su inmoralidad (lo mismo sucedió con Agustín de Iturbide). En otros casos, la entrega es generosa y se asume el costo de la desdicha por el bien de la comunidad, tal es el caso de Prometeo o de Miguel Hidalgo.

Además, agregue el lector que con Moctezuma nos conmovemos (aunque ignoremos muchos resortes del poder que lo encumbraron y que luego lo lanzaron a la befa sangrienta), porque tendemos a tener simpatía por el débil. Y Moctezuma en esta representación era el débil, al que ya veíamos derrotado, y por el contrario, mirábamos triunfante al portador de la ignominia, la mentira, la simulación, el abuso, la hipocresía. Todo ello hace que el público compungido vea con simpatía al defenestrado monarca, aunque su persona esté rodeada de misterio y sospechas.
  


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* Es doctor en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras Hispánicas en la U. de G., CUSUR.  ramonmr.mx@gmail.com


 


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