Sandra
Gómez
Estimado
lector, en la publicación anterior, se revisó la definición de diccionario de
la dislexia. Hoy hablaremos de las consecuencias en el aprendizaje a nivel
primaria. La vida de un niño con dislexia es ciertamente difícil, es una
discapacidad que a simple vista no se detecta y que afecta la vida académica
del menor. Para la mayoría de los niños su centro de convivencia es la escuela,
los amigos y en segundo plano la familia. En la primaria los niños (y adultos)
son muy crueles y con frecuencia miden el rendimiento académico con el nivel alcanzado
en la lectura y la escritura. Y (…), ¿adivina qué?; un disléxico ese es su
punto débil.
¡No
es justo!, diría Miguelito; y tiene razón. La mayoría de los adultos no estamos
preparados para actuar frente a una discapacidad “invisible”. Permítame
explicarme, para los casos de los niños con síndrome Down o problemas de
psicomotricidad, su aspecto físico en algunos casos “frena” a las personas
antes de usar palabras hirientes. Si bien los niños pueden ser crueles, cuando
la discapacidad no es evidente para el buleador, atacar (discriminar) se le da
con mayor facilidad; y si se suma a la conducta de intolerancia de los adultos
alrededor, los ataques pueden terminar en conductas físicas agresivas.
En
el sistema escolarizado convencional, leer y escribir son los puntos
neurálgicos del proceso de enseñanza-aprendizaje; y justamente esto es lo que
hace que en algunos casos se retrase académicamente un niño disléxico; ¡no es
justo!, claro que no lo es, pero es así y hay que aceptarlo.
En
estudios de caso desarrollados entre niños de la misma edad y algunos con
dislexia, se aplicó un experimento: con apoyo de computadoras, se colocaron
unos monitores con una luz direccional a la pupila del disléxico y se pudo
determinar que sus ojos “brincan” al leer, lo que se traduce como una
incapacidad para seguir el orden establecido para realizar una lectura (…);
para un niño disléxico no solo es aprender a conocer e interpretar los signos
para aprender a leer, a un niño con esta condición deberá aprender a controlar
el musculo de sus ojos para “obligarle a estabilizarse”, al no ser natural esta
acción le consume mucha más energía, en consecuencia lo agota al grado que
prefiere no leer; el esfuerzo es mucho mayor que lo que sería para cualquiera
de su edad. Un niño con dislexia termina seriamente agotado con una lectura,
sentirá el impulso de alejar sus ojos por la “presión ocular” resultante.
Por
otra parte, para escribir se requiere hablar. Munguía escribe que la lengua
hablada se adquiere con éxito en los primeros años de vida sin ningún
entrenamiento específico; por otra parte, la lengua escrita si requiere de un
adiestramiento de un sistema alfabético y ortográfico. La mejor forma de
desarrollar ambas es dentro de un contexto cultural en el que puedan ser
aprendidas (Munguía, et. al; 2000, p.2).
¿Y
que pasa cuando la dislexia está acompañada de una “ceguera verbal congénita?
(Diccionario CE, 2002; p.435)”; lo que sucede es que se tiene un campo visual
limitado, lo que traduce en una errónea discriminación de las tipografías. Para
estos niños presentarles escritos en “times new roman” es ideal ya que este
tipo de tipografía tiene “patitas”, que delimitan cada letra y en consecuencia
les permite discriminarlas; en otras palabras, no confundirlas.
Acompañando
a esta ceguera, en algunos casos también se encuentran deficiencias en el rango
auditivo, lo que les impide discriminar adecuadamente los sonidos y los lleva a
confundirse con facilidad. La combinación de estas deficiencias parciales les
impide hablar claramente y en consecuencia directa escribir de manera eficaz y
efectiva.
¿Los
niños con dislexia pueden estar en una escuela regular?, sí; en todos los casos
que conozco de primera mano, han estado en el sistema escolarizado con
compañeros de su edad.
Yo
admiro de Miguelito: su perseverancia, el reconocer a su corta edad sus
limitaciones y su trabajo para fortalecer sus habilidades como: la memoria y la
personalidad carismática. Es evidente que logra la empatía con mayor facilidad
que una persona promedio. Transformo su entorno y se adaptó. Su vida no ha sido
sencilla, y ha logrado salir avante en sus proyectos acreditando sus materias,
completando sus estudios. La fuerza de voluntad y el trabajo duro se ponen de
manifiesto; con apoyo familiar, en un ambiente de tolerancia, una persona con
dislexia puede “pasar desapercibido” si así lo desea, o sobresalir por sus
habilidades como la memoria privilegiada y su liderazgo.
En
la próxima les compartiré el desenlace (…). Cuidemos las emociones de nuestros
hijos y/o alumnos, enseñémosles que todos somos diferentes y que ser diferente
es sólo eso, sin mayores etiquetas. Trabajemos con las fortalezas del niño
disléxico y consigamos el diagnostico con el médico especialista. Los diagnósticos permiten que el niño y sus
padres comprendas las limitaciones y se puedan adaptar; trabajando de manera
colaborativa se puede lograr. No lo uses como excusa para abandonar la escuela,
no tiene por qué ser así; crea las oportunidades para demostrar que sí se
puede. La función de un maestro es variar sus estilos de enseñanza, de tal
forma que sea incluyente con los estilos de aprendizaje; para el caso de los
disléxicos se les facilita con apoyo visual utilizando una tipografía clara,
audios; asimismo, es conveniente que utilicen una computadora activando el
software de auto corrector (Hornsky; 2004, p.66). El padre debe aprender del
tema y coordinar los esfuerzos para que el niño supere su discapacidad y logre
integrarse a la sociedad de la manera más conveniente.
Hasta
la próxima historia de vida, con cariño Sandra.
Referencias:
Diccionario de Las Ciencias de la Educación. (2002). Edición especial para
Educar, México D.F.; México.
Munguía,
I; Munguía, M; Rocha, G. (2002). Gramática lengua española, reglas y
ejercicios. Ediciones Larousse, México D.F.; México.
Hornsky,
B. (2004). Guía completa de la dislexia, para familiares y educadores.
Editorial Lectorum, México D.F., México.
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