Rafael
Martínez Rodríguez
Desde
sus inicios en la política, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha representado
una oposición activa, una figura lineal donde su principal característica ha
sido marcar los errores de los gobernadores en turno, siendo un duro crítico de
las acciones gubernamentales y un rebelde ante las instituciones.
Cuando fue jefe de gobierno en
el Distrito Federal, siempre estuvo en pugna con la presidencia de la República,
siendo un opositor desde el gobierno y exigiendo se respetará la libertad de
expresión que tanto poder iba adquiriendo en aquellas épocas. Pasaron sus dos
elecciones perdidas ante Felipe Calderón y la última con Enrique Peña Nieto, y
sin duda todos recordamos sus discursos que alentaban a dividir en dos grandes
bloques a nuestro país, un grupo de supuestos oligarcas que controlaban los
intereses de México y el pueblo pobre y oprimido, transformándose de aquel
férreo opositor, a un vago populista que adoptó como forma política el famoso
dicho “si no estás conmigo, estas en contra de mi”.
La división le funcionó y comenzó
a marcar mayores distancias entre esos dos grupos imaginarios que adoptó, como
manera de implementar su populismo, dado que generó una falsa esperanza en los
que creyeron en un cambio verdadero, aprovechó a su beneficio los errores del
sexenio de Peña Nieto.
Fueron doce años en los que
López Obrador duro haciendo campaña, y llegado al poder, continúo realizando
campaña ahora desde el gobierno atreves de sus ya trilladas “mañaneras”, como
si de un periodista se tratara, exponiendo a su gabinete al afronte de sus
propias contradicciones y desgastando cada vez más su popularidad.
Después de esos doce años de
prometer y prometer, llegó el momento de cumplirle a los mexicanos que le
dieron su voto, y solo hemos visto un gobierno inerte, que se centra en
caprichos presidenciales y no ataca de fondo los grandes problemas de México,
parece ser que el López Obrador de antes es un enemigo del López Obrador actual.
Dentro de tantas promesas sin
cumplir, y de tantos desastres políticos que ha tenido López Obrador, la peor
de lo que va de su gobierno, fue atacar en el pasado, al sistema capitalista y
solo le faltó jurar que no iba endeudar al país, y todas sus promesas en temas
financieros, se fueron a la basura junto con gran parte de su credibilidad al
adquirir una deuda de mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional
(FMI), peor aún, con el tipo de cambio de $24.41 pesos, lo que significa que
aparte de endeudar al país en un momento de crisis, somete a los Mexicanos a
pagar una deuda en un momento de inestabilidad monetaria.
¿Qué pensaría López Obrador
del pasado, de López Obrador del presente, ante las contradicciones en el tema
de deuda? quizá puede parecer absurdo ese comparativo, pero en realidad es un
reflejo del cinismo con el que gobierna este personaje, este asunto no solo
desenmascara parte de su farsa como la esperanza de México, sino que avala un
sistema político que el mismo ataco por años y que ahora en el poder, parece
que es un buen empleado de ese sistema que tanto criticó y atacó por mucho
tiempo.
En conclusión, el enemigo de
López Obrador es su propia persona del pasado, su propio discurso, su propia
critica, su propia forma de oposición, su falta de preparación y sus ideas del
ayer contra sus ocurrencias de hoy. Y recordando su optimismo ante todos los
males que atraviesa nuestro país, diciendo que “el pueblo está feliz”, “el
pueblo sabe elegir porque el pueblo es sabio”, Termino con la frase de Milan
Kundera “en estos días solo puede ser optimista un gran cínico”.
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