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lunes, 15 de junio de 2020

De oposiciones y opositores








Pedro Vargas Avalos



En todo sistema político, no solo existen las oposiciones, sino que son necesarias. Los políticos actúan sobre la base de que invariablemente hay opositores a sus proyectos; por eso hay muchos que lloran antes de que les peguen, y otros que siempre hablan curándose en salud.

La oposición es consecuencia de la libertad, y solo en las democracias brotan y suelen crecer los opositores que consiguen convencer a las mayorías. En nuestro país no se había llegado, democráticamente, al momento en que las oposiciones triunfaran y fueran reconocidas. Porque revisando la historia desde hace cien años, se puede ver como en cada ejercicio electoral, la autoridad se prestaba o peor, era quien orquestaba la burla a los ciudadanos. Un caso ejemplar fueron los comicios para elegir presidente de la República en 1939, cuando contendieron principalmente los generales Juan A. Almazán y Manuel Ávila Camacho: los sufragios fueron avasallantes a favor del primero, que era el opositor, y sin embargo los cómputos oficiales le dieron un triunfo apabullante al candidato oficial que era Ávila Camacho.

En las pasadas elecciones federales, se hizo el milagro de que por fin triunfara la oposición y le fuera reconocida la victoria; más de treinta millones de ciudadanos llevaron al poder al actual primer mandatario, haciendo imposible que se desconociera tal triunfo. Desde entonces la nueva oposición se descompuso y los opositores duraron algo de tiempo en reponerse de tan gran descalabro. Pero a casi dos años de esos hechos, tal parece que vuelven a cobrar vida y dan visos de reagruparse para ser más fuertes. Por eso hablamos de oposiciones, ya que es la suma de los disímbolos opositores: adversarios políticos, resentidos orgánicos, desahuciados del erario, lastimados por la austeridad, frustrados aspirantes, cándidos inducidos y decepcionados simpatizantes.




A la fecha es evidente que esas oposiciones, no son mayoría, pero de que se hacen escuchar, vaya que lo hacen, ganando poco a poco algunos adeptos. Para ello les ayuda que el ejercicio del poder, desgasta y el actual gobierno no podría ser la excepción. Además, los medios de comunicación en su inmensa mayoría, les da juego a unos y maximiza los equívocos del gobierno emanado del partido en el poder. Sin embargo, las oposiciones siguen siendo notoria minoría.

Ante tal panorama, quienes no quieren al presidente, se las ingenian para proyectar sus críticas, muchas de ellas irracionales, para hasta saturar las redes sociales, multiplicándose en los comentarios y dizque análisis sobre el quehacer público. El mismo Presidente, en una de sus mañaneras, dio a conocer un escrito que llegó a Palacio Nacional por medio del cual se popularizó un supuesto BOA (Bloque Opositor contra Amlo) integrado por sus adversarios. Muchos de éstos se deslindaron de tal agrupación, pero de lo que no renegaron fue de su carácter opositor, o al menos de crítico radical. Como dice un conocido analista político: “El campo antilopezobradorista es un jardín en el que florecen toda suerte de especies y subespecies; algunas elegantes y atractivas, otras duras y espinosas, más de una venenosa.”

Ya antes se había hecho público un Frente de Oposición Nacional (FON), según se lee en el periódico Índigo del 27 de mayo de este año: “Presentan en redes al Frente de Oposición Nacional contra AMLO.” La información se acompañó con un dosier fotográfico de supuestos “verdaderos opositores” como los dos Ferriz, J.Berry, Loret de Mola, R. Alemán, J. Lozano, De Hoyos, Hiriart, Gómez Leyva, Quadri, etc. Lo malo para ese FON es que muchos de los incluidos, se dijeron ajenos a él. Lo mismo sucedió con el BOA.




Para Jorge Zepeda Paterson, existe una clasificación de opositores que incluye a los vergonzantes, los pragmáticos, los enemigos profesionales, los golpeados, los anonadados, los desengañados, los reactivos, los despistados, los fatigados, los de closet y los cruzados.

Según esa tipificación son Vergonzantes los que no admiten que tengamos un primer mandatario que no hable inglés, no vista de moda y parezca muy común, o sea, provinciano; en cambio, los pragmáticos son los que, siendo acaudalados, temen la política de la 4T les perjudique, pero siguen haciendo negocios, como quien dice, “a Dios rogando y con el palo dando”.

Los Enemigos Profesionales, son los desplazados del PRI, PAN y PRD, que perdieron poder y privilegios y lo que es peor para todo político, viven en el error, o sea, fuera del presupuesto. Allí están los Fox y Calderón, los Javier Lozano, y Manlio Fabios. Luego vienen los Golpeados, donde están los que han perdido (negocios, parte de sueldos) con el nuevo régimen.
Un ámbito muy importante es el de los Anonadados, porque allí se localizan los intelectuales, la comentocracia, los conductores de medios, asesores financieros y gestores de relaciones públicas; aquellos que fuese PRI o PAN el que gobernara, eran consultados, mimados y financiados por el gobierno. Aquí están los Krauze, Aguilar Camín, etc. Todos ellos ricos, pero actualmente sufriendo porque no los considera el régimen.

Los Desengañados son los que están desencantados con AMLO, porque, aunque votaron por él, esperaban que actuara diferente a como lo está haciendo. Muy parecidos son los Reactivos, tal los ambientalistas, feministas, algunos artistas y científicos que esperaban el presidente anduviera del brazo y por la calle con ellos. Los Despistados de plano son una especie de ingenuos que siendo por lo general apolíticos y desinformados, son convencidos por Fake News y cualesquiera memes de los opositores.

Los Fatigados vienen junto a los de closet, que por no alegar o quedar mal, siguen la corriente de sus parientes o amistades que no están de acuerdo con la 4T, y los segundos son aquellos que, para no perder su chamba, siendo burócratas, mejor ni hablan. Al final están los cruzados, que son ni más ni menos, los prosaicos que siguen convencidos de que AMLO es un peligro para México.

Hay pues, muchos opositores englobados en varias oposiciones; todos tienen derecho a emitir sus opiniones, con la limitación de no incitar a la violencia o la ilegalidad. La autoridad los debe respetar, los conciudadanos entender y ellos mismos, en cuanto opositores, actuar realmente no solo en pro de sus convicciones, sino teniendo como meta mejorar la democracia y fortalecer a nuestra patria.


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