Cine sin Memoria
José Luis Vivar
Las paradojas de la vida.
Cualquiera pensaría que la imagen que se tiene de los gánsteres en las décadas
de los treinta y cuarenta, es porque el cine copió todo el estilo de vida de
ellos. Pero no es así: figuras como James Cagney, Edgard G Robinson, Paul Muni,
y desde luego Humphrey Bogart y Richard Widmarck, establecieron una moda entre
los tipos duros de la vida real como John Dillinger, Lucky Luciano, Joe
Bonnano, entre otros, adoptaron para hacerse notar. De ahí que fuera común en
aquella época que los periódicos y las revistas los pusieran en sus primeras
planas y en sus portadas como ejemplos, sí, ejemplos del buen vestir y buen
vivir. Los trajes de dos piezas, sombreros y zapatos de lujo, así como autos
último modelo, eran la imagen que seguir.
Entre
ellos, quizás el más notable fue Al Capone, alias Cara Cortada, famoso por sus
hazañas delictivas en Chicago durante la Ley Seca, donde podía hacer lo que se
le antojara porque tenía comprada a la policía y a funcionarios gubernamentales
como senadores, jueces y fiscales. Además de poseer una inmensa fortuna, su
pirámide criminal estaba muy bien organizada, de modo que tenía ojos y oídos en
todas partes.
Cuando
su poderío empezó a extenderse como los tentáculos de un pulpo hacia todo el
país, Edgar Hoover, el director del FBI emprendió una cacería en contra suya,
poniendo al frente de dicha operación al agente Eliot Ness y su grupo conocido
como Los Intocables. A pesar de los esfuerzos y las constantes batallas, a
pesar de los cargos por prostitución, apuestas ilegales y tráfico de licor,
Capone siempre salía bien librado. Entonces recurrieron al fisco, en donde
vieron que el famoso gánster no había pagado impuestos en muchos años, y cuya
ascendía a más de ¡300 millones de dólares!
Condenado
a once años de prisión -primero en Atlanta y después en Alcatraz-, vio cómo su
poderío se terminaba, y cómo su salud a causa de una sífilis que nunca se había
tratado -les tenía pánico a las inyecciones-, fueron mermando su salud física y
mental.
Al
salir de la cárcel, pasa un tiempo en el hospital, recuperándose de las
complicaciones de la enfermedad venérea que padece, para luego refugiarse en su
mansión en Palm Beach, Florida, que es precisamente donde arranca la película Capone (Josh Trank, 2020), que retrata
los últimos días del famoso gánster -interpretado por Tom Hardy-, quien al lado
de su esposa, su hijo, y un grupo de amigos que hacen las veces de guardias de
tiempo completo, es como transcurre su vida.
Más
que una biopic convencional, Capone
es un ejercicio introspectivo que el director/escritor, pone al servicio del
personaje. Diagnosticado con Neurosífilis, su mentalidad es la de un niño de 12
años, aunque esto no significa que tenga los rasgos de inocencia que uno espera
en este hombre que fue el orquestador de esa masacre conocida como la Noche de
San Valentín, y que un Flash Back de la cinta, trae a colación.
Por
el contrario, Capone lleva dentro demonios, recuerdos y fantasmas que lo
atormentan. Y como el rey en decadencia que es, se pasea por los pasillos y las
habitaciones de su palacio, donde dialoga con ellos, revive los momentos, y
actúa con emociones encontradas, como ese niño con un globo que siempre se
escabulle.
Capone
tiene secuelas de la sífilis en el rostro y en el alma. Fuma puros las
veinticuatro horas del día. En esos viajes cuando desciende al infierno siempre
está Mae (Linda Cardellina) que aparece para rescatarlo justo cuando él ya no
puede más, aunque las consecuencias son muy desagradables: la inmundicia que
deja en la cama es una muestra de lo descompuesto que está su organismo.
Pero
el gánster no está solo y en aparente paz, hay intereses por parte del FBI, que
en esta ocasión no es el agente Ness, sino Crawford que está empeñado en saber
en dónde se encuentra la fortuna, o el tesoro que comprende mucho dinero. Para
lograr su objetivo cuenta con la complicidad del Dr. Karlock (Kyle MacLachian),
que hace hasta lo imposible a través de sus tratamientos clínicos, para lograr
que confiese.
Un
derrame cerebral es el detonante en la película, primero porque los puros le
serán sustituidos por zanahorias; una humillación que pese a todo soporta. Y
segundo, porque a partir de ahí se muestra a un Capone dispuesto a cobrar
venganza de lo que no pudo hacer antes, o lo que deseaba hacer con todas las
personas que lo rodean. Matar es lo mejor que sabe hacer, y con una metralleta
Thomson de lujo en sus manos, somos testigos de lo que es capaz el hombre que
dominó Chicago y que odiaba que lo llamaran Cara Cortada.
Después
del sonoro fracaso de los Cuatro
Fantásticos en 2015, Josh Trank apuesta por esta historia dramática muy
personal, y que supera en muchos aspectos técnicos y artísticos a la fallida Dillinger y Capone (Dillinger and
Capone, John Purdy, 1995), en especial Tom Hardy que hace a ver a F Murray
Abraham como un imitador del famoso gánster.
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