José Luis Vivar
A diferencia de países europeos, o
de Estados Unidos, Argentina, Chile o Brasil, donde una película por sus
cualidades artísticas, estéticas o de audiencia, se les considera de culto o clásica,
al celebrar su aniversario -de una década en adelante-, se le rinden homenajes,
organizan foros, y se proyectan en el marco de algún festival. Asimismo, se hacen
ediciones especiales en DVD y Blu Ray, con abundante material extra.
En
nuestro país, la mayoría de las veces pasan desapercibidas. Salvo la Cineteca
Nacional de la Ciudad México, y en muy contadas ocasiones festivales de cine
como el de Guadalajara (FICG), Morelia (FICM), o Guanajuato (GIFF), aunque no
siempre son las que debieran ser. Por lo
que respecta a la industria de los discos digitales, casi nada sucede. Las
razones van desde la carencia de presupuestos, políticas internas, o
sencillamente no hay una tradición cinéfila como en los países arriba
mencionados.
Una
película que este 2020 cumple 44 años de su estreno es Canoa (Felipe Cazals, 1976), basada en hechos reales, y cuyo
argumento se centra en la historia de cinco jóvenes trabajadores de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que el 14 de septiembre de 1968,
deciden escalar el cerro de la Malinche, pero debido al mal tiempo se ven
obligados a pasar la noche en San Miguel Canoa, pueblo que se encuentra
precisamente a las faldas del mencionado volcán.
Lo primero que se les ocurre
es ir a la iglesia y pedir que les permitan quedarse, prometiendo no causar
molestias, y que al amanecer continuarán con su camino. Su petición es
rechazada por el sacerdote Enrique Meza, quien furioso no solo los obliga a
retirarse, sino que en su paranoia los hace ver como comunistas ante sus feligreses,
y les advierte que han llegado para apoderarse de sus tierras, así como violar
y matar a sus mujeres. Mientras los muchachos andan buscando quien les brinda
posada, por las bocinas que están ubicados en casi todo el pueblo, se da
información sobre los fuereños, solo que como es en náhuatl, nunca se enteran de
que los pobladores se están organizando para lincharlos.
A simple vista podría parecer una
película mexicana más donde la violencia y la sangre prevalecen. Sin embargo,
Cazals presenta una estructura narrativa diferente. Utiliza a un personaje del
pueblo encarnado por el actor Salvador Sánchez quien haciendo uso del habla
regional de Canoa, presenta no solo la historia, sino que juega con la cámara,
mostrándose y escondiéndose como sabiendo que el estigma que llevan el pueblo y
sus habitantes es eterno. A manera de falso documental, el rompimiento del
tiempo es una de sus características: la historia no sigue una secuencia
lineal: se adelanta o va para atrás.
De forma inteligente, Cazals muestra
a los protagonistas en su ambiente, organizando la excursión, con bromas y
juegos verbales, como eran esas películas a colores de finales de los sesenta.
De la luz en las instalaciones de la universidad poblana nos conduce al
oscurantismo del padre Meza, cuyos cristales ahumados de sus lentes lo hacen
ver como un personaje misterioso. Solo que su mirada no es perversa, se muestra
como un hombre inocente, un hombre de fe, aunque actúa con un inquisidor cuando
dicta la sentencia de muerte en contra de los fuereños.
Los brutales sucesos de Canoa
ocurrieron solo unos cuantos días antes de la masacre de Tlatelolco,
precisamente el 2 de octubre, y el paralelismo entre ambos acontecimientos es
el tema del comunismo. En la población poblana fue un sacerdote el incitador a
cometer el crimen, convirtiendo a sus habitantes en una sola masa destructora,
cegada por el fanatismo y al mismo temerosa de que esos cinco muchachos les
quitaran sus pocas pertenencias y la vida de sus seres queridos. Lo de Tlatelolco
fue gestado desde las entrañas de un Presidente de la República y un gobierno
que temía la estabilidad del país a manos de unos universitarios que no querían
olimpiadas, querían revolución.
Un poco más de cuatro décadas de su
estreno, Canoa sigue impactando por
su realismo, por la forma de exponer los acontecimientos, gracias al guion de
Tomás Pérez Turrent; por la fotografía de Alex Philips Jr., y por el cuadro
actoral; además de Sánchez, los cinco excursionistas: Roberto Sosa, Jaime
Garza, Arturo Alegro, Carlos Chávez, Gerardo Vigil. El sacerdote encarnado por
Enrique Lucero, quien previo al rodaje se puso la sotana y salió a la calle.
Horas más tarde se presentó con Cazals para decirle que aceptaba el papel,
porque más de tres personas le habían pedido que los confesara.
Malena
Doria como la ama de llaves del padre, quien es más que nada su confidente y
consejera. Y Ernesto Gómez Cruz, representando a uno de los habitantes de Canoa
que les brinda su casa y los defiende de sus enardecidos paisanos.
Canoa es una gran película, la cual tiene
varias lecturas: el aspecto social, antropológico, político, y desde luego
cinematográfico. Hace unos años, el laureado director Alfonso Cuarón rindió un emotivo
homenaje a la cinta de Felipe Cazals, inclusive lo entrevistó acerca de esta
película, porque le hizo ver que no solo es una de sus favoritas, sino que ha
influido en su carrera como cineasta.
Para quien guste verla, se encuentra disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=3-1g1lFMm8s
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