Pedro
Vargas Avalos
Desde
época inmemorial las aduanas han sido nidales de corrupción. Toda mercadería
que entra o sale legalmente del país, debe ser revisada y autorizada por esa
oficina, que en nuestra Republica es dependiente de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público por medio del Sistema de Administración Tributaria (SAT). Eso
se presta para que todo tipo de personas que tienen que pasar por tales
aduanas, ofrezcan cantidades ilegalmente o sean víctimas de agentes aduaneros
que para “facilitar” el pase de mercancías, se hacen de la vista gorda. Por
ello, aduanas es emblema de inmoralidad.
El
cargo de Administrador General de Aduanas es uno de los más importantes dentro
de la burocracia federal; los demás puestos, considerando que existen 49 puntos
aduaneros en la nación, son codiciables por ese enjambre de personas que
siempre decían, “a mí no me den, pónganme en donde hay”. Esas oficinas se
ubican en la frontera con Estados Unidos (19), funcionan dos en el sur
(Guatemala y Belice), once en el interior y 17 en puertos marítimos. En el
Estado de Jalisco la oficina tiene jurisdicción además en el de Colima, siendo
conocida como Aduana de Guadalajara (aunque su domicilio corresponda a
Tlajomulco, pues allí está el aeropuerto “Libertador Miguel Hidalgo” de la
ciudad capital de Jalisco), con secciones en los aeropuertos internacionales de
la metrópoli tapatía y el bello Puerto Vallarta, además de la establecida en la
terminal ferroviaria guadalajarense.
Desde
el inicio de la actual administración federal, el combate a la corrupción ha
sido sin cuartel, como
dice el Presidente, “barriendo de arriba hacia abajo, como se hace con
las escaleras” y desde luego, con tolerancia cero.
El
primer encargado de aplicar esa política anticorrupción en el ámbito aduanero
fue el abogado capitalino (o sea, chilango) Ricardo Peralta Saucedo, quien
cuenta con especialidades en procuración de justicia, en la lucha contra la
delincuencia organizada, estudios en seguridad nacional, sistema penal oral y
adversarial, prevención de lavado de dinero y en general el combae a la
corrupción. Hasta la policía francesa le dio cursos. Muchos empleos de suma
delicadeza y gran responsabilidad ha desempeñado. ¿Y qué pasó? Pues la verdad que
como a Juan Charrasqueado, no le dieron tiempo de subir a su caballo y muy
pronto, en mayo 4 de del año pasado, lo cambiaron de cargo, pasando a ser
Subsecretario de Gobernación en lugar de Zoé Robledo, quien se fue de emergente
al IMSS por la salida sorpresiva del senador Germán Martínez, que era su
Director General.
El
siguiente bateador (conforme el argot beisbolero, al cual es afecto el primer
mandatario) en la Administración General de Aduanas, lo fue el exitoso
empresario-político convertido en senador por Veracruz, (claro que por MORENA)
pero originario de Pachuca, Salvador Ahued Bardahuil, que militara en el
priísmo y con tal partido lograra cargos importantes, como ser alcalde de
Jalapa y hasta diputado, todo en tierra jarocha. La verdad que con esos
antecedentes no creímos que diera el ancho en tan delicada comisión, como lo es
limpiar de corruptelas a las aduanas. Aprobado que fue su nombramiento (es de
los cargos que el Senado debe refrendar, artículo 89 fracción III de la
Constitución Federal), dejó pasar varios meses y muy poco supimos de logros en
su espinosa tarea, hasta que en días pasados presentó su renuncia con efectos a
partir del último de abril; Ahued expresó que los cargos son por ciclos y que
él había cumplido el suyo (¿?) aunque no
podía decir si hizo más o menos, pero eso sí, se iba “tranquilo, con la cara en
alto”.
El
primer mandatario precisó que esa renuncia había sido por la falta de
coordinación: “faltó coordinación. Siempre hay diferencias al interior del
gobierno, como en todos lados, y lo mejor es cuando se trabaja de manera
coordinada, cuando se acoplan los servidores públicos y no se confrontan,
porque por la condición humana siempre hay celos y sentimientos”. (mañanera del
29 de abril). Y luego anunció que propuso al Lic. Horacio Duarte Olivares,
Subsecretario del Trabajo, como nuevo Administrador General de Aduanas.
A
juicio del presidente, para limpiar aduanas, “Tenemos que redoblar esfuerzos
porque hay corrupción, incluso pruebas de casos de corrupción, y vamos a limpiar.
Hay dos fuerzas que impulsan la corrupción en las aduanas: una, es el
influyentismo que desgraciadamente aún impera en algunas partes del país y la
otra fuerza es la delincuencia común”. En consecuencia, anunció el despliegue
de acciones de vigilancia auxiliado por la Secretaría de la Defensa Nacional y
la de la Marina, a efecto de abatir a ese monstruo de cien cabezas, que es la
corrupción en Aduanas.
Horacio
Duarte es persona muy cercana a López Obrador, de los fieles que han defendido
a capa y espada los ideales de su jefe político. Invariablemente participó en
las oposiciones desde 1987 y ha sido acompañante del obradorismo por más de
veinte años, desempeñando varios cargos importantes, repetidamente postulado
por los partidos que ha dirigido AMLO, incluyendo el de diputado al Congreso de
la Unión del que actualmente tiene licencia. El uno de mayo el poder
legislativo le dio su aprobación, por lo que ahora Duarte se irá lanza en
ristre contra el monstruo de las mil cabezas, es decir, la corrupción aduanera.
¿Podrá
Duarte Olivares con esa encomienda de anticorrupción aduanera, que parece “tarea
de romanos” o al menos de titanes? No lo sabemos, pero el primer mandatario confía
que así será, rubricando su aserto con su ya clásica frase de “me canso ganso”.
Para bien de México, ojalá que así sea.
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