Iván
Serrano Jauregui
El
Volcán/UdeG
Algo
invisible a simple vista fue lo que detuvo a la humanidad, el virus SARS-CoV-2
ha estremecido a todos los seres humanos. Y aunque cada quien busca cómo
sobreponerse, ¿qué haríamos con todas las ideas, emociones y sentimientos que
esto nos produce si no tuviéramos la pluma y la palabra para ponerle nombre a
lo que vivimos?
La
literatura es una gran válvula de escape que ayuda a dimensionar lo que vivimos
y también a dar un dejo esperanzador. Por ello, en la emisión de este miércoles
de los webinars de la Universidad de Guadalajara (UdeG), un grupo de artistas
de las letras abordaron el tema de “Covid-19 y la literatura”.
El
escritor Luis Vicente de Aguinaga, profesor del Departamento de Letras del
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), explicó que el
escenario de enfermedades nuevas que azotan a la humanidad ya se ha vaticinado
en obras literarias, que evidencian las reacciones de la gente.
“En
1983, la gente hablaba del sida sin conocimiento y mucho de lo que decía era
incorrecto, inexacto o falso. En retrospectiva, se puede ver que el miedo se
divulgó primero que la vía científica. Desde la literatura se puede ver cómo lo
imaginario se transmite con mayor velocidad que la información científica”,
mencionó.
De
Aguinaga recordó que Juan Goytisolo fue autor de libros que abordan el VIH y
cómo se vincula con contextos sociales de la época.
“Todos
los movimientos importantes en la historia literaria parten de la idea de que
el texto literario responde a la estructura e imágenes de la realidad
preexistente. Tenemos que admitir de que la literatura es una emanación nociva
de la realidad”, externó.
Cecilia
Eudave, también profesora investigadora del Departamento de Letras del CUCSH,
aseguró que “la literatura genera conciencias”, sobre todo en momentos
excepcionales de la humanidad.
Un
ejemplo de esto es la cantidad de libros que abordan las realidades utópicas
(sociedades equilibradas e ideales) y las distópicas (las nefastas,
totalitarias e indeseables), tales como Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932) y
1982 (George Orwell, 1949).
“La
literatura apocalíptica no es que vengan los zombies a comercios, y que el
mundo se va a acabar; veámoslo como una metáfora: somos zombies porque estamos
intoxicados con el exceso de información. Pero, ¿cómo desintoxicarnos? Con los
diferentes lenguajes que ofrece la literatura: la novela, el cuento, la poesía,
el teatro. Un pueblo que lee tiene conciencia”, subrayó Eudave.
Algunos
libros que la escritora recomienda para estos tiempos de aislamiento son La
mano de la buena fortuna, de Goran Petrović, que trata sobre cómo un grupo de
personas confinadas acuerda leer un libro a la misma hora, y ellos mismos se
encuentran todos en el mismo libro.
De
igual forma sugirió Jornada de un periodista americano en el año 2889, escrito
por Julio Verne en 1899, que asombrosamente describe situaciones futuristas que
hoy son realidad.
La
poeta y Directora de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, Carmen Villoro,
se enfocó en la utilidad de la literatura para la humanidad: “La literatura
tiene una utilidad, no como la de una pala o pinza, pero sí una moral, una
emocional. Lo que nos dice es ‘estoy vivo en este momento’, estoy atravesando
algo, por lo que puedo compartir mi experiencia emocional”, dijo.
Transmitir
la experiencia subjetiva para la posteridad es algo que logra la literatura. En
ese sentido, es importante leer lo que se ha escrito a lo largo de la historia,
“porque los autores nos expresan eso que todos quisiéramos en algún momento
poder expresar”, manifestó.
El
poeta Ángel Ortuño elogió la función de la literatura, pero en especial de la
poesía como un vehículo que permite convertir en sonido las palabras impresas.
“La poesía es una música de ideas”, indicó.
Aseguró
que las palabras son cuerpos celestes que forman parte del universo de la
literatura, que nos permiten adentrarnos a distintos contextos, y entender la
realidad.
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