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lunes, 20 de abril de 2020

México y su gesta petrolera







Pedro Vargas Avalos


El oro negro ha sido protagónico en la historia contemporánea de México. Su página estelar la registró con la Constitución Política de 1917, cuando se estableció que ese y otros productos del subsuelo eran de la Nación. Esto disgustó a nuestros vecinos y otras potencias, sin embargo, tras vicisitudes que se sortearon por veinte años, finalmente se dejó bien asentado que el petróleo y especialmente las instalaciones explotadoras, pertenecían a México, lo cual sucedió con el Gral. Lázaro Cárdenas cuando llevó a cabo la expropiación el 18 de marzo de 1938; la efeméride se conmemora anualmente como un ejemplo de la defensa de la soberanía nacional.

Desde esa época, la compañía creada por el gobierno nacional para manejar el petróleo mexicano (PEMEX) ha tenido sus altibajos. Si bien las aportaciones de esa empresa pública para el desarrollo de nuestro país, han sido cuantiosas, lo cierto es que las administraciones federales no supieron o no quisieron aplicarlas con eficiencia. Por el contrario, dentro del organismo se gestaron innumerables actos de corrupción, lo cual ocasionó a partir de los años ochenta del siglo pasado, tras notables avances del ramo, un lamentable atraso en la industria petrolera y de carambola, por la importancia de los hidrocarburos y la petroquímica, lamentables rezagos en toda la vida económica de la República.





Tres son los principales factores que sumados casi arruinaron a PEMEX: a) los perniciosos gobiernos federales, que lo exprimieron, petrolizando la economía nacional; b) los ineptos (salvo honrosas excepciones) dirigentes de la petrolera, a la cual saquearon de todas las formas posibles; y c) el auspiciamiento de un sindicato corrupto cuyos líderes se dedicaron con espíritu de rapiña insaciable, a descalabrar la compañía. Esta resistió porque desde los tiempos de Salinas de Gortari, hasta el sexenio decepcionante de Vicente Fox, la producción fue elevada y los precios del crudo, muy altos. Incluso en la administración de Felipe Calderón se hizo el intento de crear una nueva refinería (desde décadas atrás solo había seis) y tras estruendosa publicidad, todo fue un fiasco.

En los últimos 14 años, PEMEX fue decayendo notablemente, y como la corrupción se había enseñoreado desde lustros atrás, para saciar a los factores antedichos se echó mano de los préstamos. En consecuencia, la deuda creció de manera abusiva, al tiempo que la producción caía estrepitosamente: de los más de tres millones de barriles diarios, a precios mayores de cien dólares, ahora apenas se llegaba a un millón seiscientos mil barriles a precios que llegaron a rosar los treinta dólares por barril. Se hicieron pésimos negocios, como la compra de plantas chatarra   de fertilizantes de Agro Nitrogenados y Grupo Fertinal, adquiridas con sobreprecio, lo que implicó el desfalco de unos 1.325 millones de dólares.

Para ese entonces se había anunciado una, dizque, reforma energética, que finalmente fue fallida y para 2018, el panorama petrolero mexicano era lo más cercano al caos y la quiebra.








A partir del uno de diciembre de ese año, la nueva administración federal se avocó a rehabilitar las plantas refinadoras que estaban en ruinas, a construir una nueva (Dos Bocas) con el fin de recobrar la soberanía en hidrocarburos lo más pronto posible. En este mes de abril, se ha anunciado que se detuvo el decaimiento de producción del petróleo y ahora se incrementa. Pero en eso vino el zarpazo de la pandemia del temible coronavirus, que, junto a controversias entre los grandes productores del oro negro, echaron por la borda los precios internacionales, que llegaron a rozar los 10 dólares por barril.

Los seguros previamente contratados por la autoridad hacendaria mexicana, para garantizar fenómenos como el de este derrumbe, han permitido soportar esta debacle. Y por fin vino la discusión entre los once miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo Y la OPEP PLUS) a la cual México asiste sin ser parte, pero en atención a un convenio firmado en 2016, junto a otros entre los que están Estados Unidos y Rusia, que en total son 23 países. Los acuerdos para reducción de la producción a efecto de estabilizar los precios del petróleo, pronto se tenían listos, pero había la salvedad de México, que no quiso aceptar la reducción del 23%, sino que solo ofrecía por su especial problemática, disminuir cien mil barriles diarios. La Secretaria de Energía Rocío Nahle, explicó las circunstancias peculiares de PEMEX, y con destreza sostuvo la posición mexicana; las negociaciones se estancaban y en tales circunstancias, hubo necesidad de que interviniera directamente el presidente López Obrador, quien logró el apoyo del mandatario estadounidense, logrando que hubiese el acuerdo multilateral y que México solo rebajara la cantidad de cien mil barriles diarios de petróleo. Innegablemente un gran triunfo, a tal grado que los árabes y el mismísimo Trump reconocieron la táctica como tremendamente exitosa.

Solo los necios no podrán reconocer que este paso fue muy favorable para el país: ahora esos dolidos críticos arguyen que cual fue el precio de la ayuda de Trump, sin reconocer que AMLO ha sido muy hábil para mantener su relación con ese difícil mandatario. Al margen, lo que resta es echarle todos los kilos a la rehabilitación de las seis refinerías, que ya producen, pero deben pronto llegar al máximo, junto a la nueva de Dos Bocas. Y que se resuelvan los casos de las plantas chatarras, a la par que se debe también enderezar el sindicato petrolero. Por lo pronto, el precio de nuestra mezcla de petróleo, se ha ido revalorando y con ello PEMEX continuará su marcha hacia su recuperación y el país, se encaminará rumbo a la autosuficiencia energética, lo cual es requisito para la viabilidad nacional y el logro de mejores niveles de vida para los mexicanos.



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