Pedro
Vargas Avalos
El oro
negro ha sido protagónico en la historia contemporánea de México. Su página
estelar la registró con la Constitución Política de 1917, cuando se estableció
que ese y otros productos del subsuelo eran de la Nación. Esto disgustó a
nuestros vecinos y otras potencias, sin embargo, tras vicisitudes que se
sortearon por veinte años, finalmente se dejó bien asentado que el petróleo y
especialmente las instalaciones explotadoras, pertenecían a México, lo cual
sucedió con el Gral. Lázaro Cárdenas cuando llevó a cabo la expropiación el 18
de marzo de 1938; la efeméride se conmemora anualmente como un ejemplo de la
defensa de la soberanía nacional.
Desde
esa época, la compañía creada por el gobierno nacional para manejar el petróleo
mexicano (PEMEX) ha tenido sus altibajos. Si bien las aportaciones de esa
empresa pública para el desarrollo de nuestro país, han sido cuantiosas, lo
cierto es que las administraciones federales no supieron o no quisieron
aplicarlas con eficiencia. Por el contrario, dentro del organismo se gestaron
innumerables actos de corrupción, lo cual ocasionó a partir de los años ochenta
del siglo pasado, tras notables avances del ramo, un lamentable atraso en la
industria petrolera y de carambola, por la importancia de los hidrocarburos y
la petroquímica, lamentables rezagos en toda la vida económica de la República.
Tres
son los principales factores que sumados casi arruinaron a PEMEX: a) los
perniciosos gobiernos federales, que lo exprimieron, petrolizando la economía
nacional; b) los ineptos (salvo honrosas excepciones) dirigentes de la
petrolera, a la cual saquearon de todas las formas posibles; y c) el auspiciamiento
de un sindicato corrupto cuyos líderes se dedicaron con espíritu de rapiña
insaciable, a descalabrar la compañía. Esta resistió porque desde los tiempos
de Salinas de Gortari, hasta el sexenio decepcionante de Vicente Fox, la
producción fue elevada y los precios del crudo, muy altos. Incluso en la
administración de Felipe Calderón se hizo el intento de crear una nueva
refinería (desde décadas atrás solo había seis) y tras estruendosa publicidad,
todo fue un fiasco.
En
los últimos 14 años, PEMEX fue decayendo notablemente, y como la corrupción se
había enseñoreado desde lustros atrás, para saciar a los factores antedichos se
echó mano de los préstamos. En consecuencia, la deuda creció de manera abusiva,
al tiempo que la producción caía estrepitosamente: de los más de tres millones
de barriles diarios, a precios mayores de cien dólares, ahora apenas se llegaba
a un millón seiscientos mil barriles a precios que llegaron a rosar los treinta
dólares por barril. Se hicieron pésimos negocios, como la compra de plantas
chatarra de fertilizantes de Agro Nitrogenados y Grupo
Fertinal, adquiridas con sobreprecio, lo que implicó el desfalco de unos 1.325 millones de dólares.
Para
ese entonces se había anunciado una, dizque, reforma energética, que finalmente
fue fallida y para 2018, el panorama petrolero mexicano era lo más cercano al
caos y la quiebra.
A
partir del uno de diciembre de ese año, la nueva administración federal se
avocó a rehabilitar las plantas refinadoras que estaban en ruinas, a construir
una nueva (Dos Bocas) con el fin de recobrar la soberanía en hidrocarburos lo
más pronto posible. En este mes de abril, se ha anunciado que se detuvo el
decaimiento de producción del petróleo y ahora se incrementa. Pero en eso vino
el zarpazo de la pandemia del temible coronavirus, que, junto a controversias
entre los grandes productores del oro negro, echaron por la borda los precios
internacionales, que llegaron a rozar los 10 dólares por barril.
Los
seguros previamente contratados por la autoridad hacendaria mexicana, para
garantizar fenómenos como el de este derrumbe, han permitido soportar esta debacle.
Y por fin vino la discusión entre los once miembros de la OPEP (Organización de
Países Exportadores de Petróleo Y la OPEP PLUS) a la cual México asiste sin ser
parte, pero en atención a un convenio firmado en 2016, junto a otros entre los
que están Estados Unidos y Rusia, que en total son 23 países. Los acuerdos para
reducción de la producción a efecto de estabilizar los precios del petróleo,
pronto se tenían listos, pero había la salvedad de México, que no quiso aceptar
la reducción del 23%, sino que solo ofrecía por su especial problemática,
disminuir cien mil barriles diarios. La Secretaria de Energía Rocío Nahle,
explicó las circunstancias peculiares de PEMEX, y con destreza sostuvo la
posición mexicana; las negociaciones se estancaban y en tales circunstancias,
hubo necesidad de que interviniera directamente el presidente López Obrador,
quien logró el apoyo del mandatario estadounidense, logrando que hubiese el
acuerdo multilateral y que México solo rebajara la cantidad de cien mil
barriles diarios de petróleo. Innegablemente un gran triunfo, a tal grado que
los árabes y el mismísimo Trump reconocieron la táctica como tremendamente exitosa.
Solo
los necios no podrán reconocer que este paso fue muy favorable para el país:
ahora esos dolidos críticos arguyen que cual fue el precio de la ayuda de
Trump, sin reconocer que AMLO ha sido muy hábil para mantener su relación con
ese difícil mandatario. Al margen, lo que resta es echarle todos los kilos a la
rehabilitación de las seis refinerías, que ya producen, pero deben pronto
llegar al máximo, junto a la nueva de Dos Bocas. Y que se resuelvan los casos
de las plantas chatarras, a la par que se debe también enderezar el sindicato
petrolero. Por lo pronto, el precio de nuestra mezcla de petróleo, se ha ido
revalorando y con ello PEMEX continuará su marcha hacia su recuperación y el
país, se encaminará rumbo a la autosuficiencia energética, lo cual es requisito
para la viabilidad nacional y el logro de mejores niveles de vida para los
mexicanos.
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