Samuel Gómez Patiño
Antes de entrar al tema, y para
evitar herir susceptibilidades cuando escribo los “hombres” no me refiero al
género masculino sino al contexto gramatical hombres y mujeres, o lo que es lo
mismo, de forma genérica.
Hace
algunos años, en 1997 disfrutamos los cinéfilos del cine de ficción, a Will
Smith y Tommy Lee Jones en la saga “The Men in Black” o en español “Los Hombres
de Negro”, donde los protagonistas formaban una organización secreta para
combatir a los seres de otros planetas en su intento de invadirnos y de
controlar el desplazamiento entre los mundos.
Ahora
enfrentamos a un enemigo astuto, escurridizo y mortal, el COVID-19, conocido
originalmente como el coronavirus o por los niños como el “bichito” y, no son
los hombres de negro con armas especiales e instrumentos que borren la memoria
los que nos tienen que defender, porque en esta ocasión ante la amenaza real
han surgido héroes de verdad: los “Hombres de blanco”, hombres y mujeres
dedicados al cuidado de nuestra salud, de carne y hueso como nosotros y
susceptibles de caer ante la enfermedad, doctores, enfermeros y científicos de
carne y hueso.
Algunas
personas viven de lo que les gusta como patear balones o batear pelotas y por
eso les pagan millones de dólares, lo único que ponen en riesgo es su
prestigio, generan diversión y entretenimiento para millones de personas, en
los estadios y fuera de ellos, en los medios televisivos alrededor del mundo,
pero ninguno de ellos son tan importantes como los que detrás de esas batas
blancas cuidan de nuestra salud, aunque solo ganen millones…de besos y abrazos.
Otros
dedican su vida para ayudar a que las demás personas logren un futuro mejor
(eso dicen ellos) y viven sin trabajar, viven de la política. Estar en el
gobierno debería ser una forma de servir y no de servirse. Debería ser una
misión el legislar por leyes justas para el ciudadano común, oportunidades de
trabajo, de seguridad, de educación y de salud; ser congruentes con su quehacer
iniciando por los sueldos que muchos devengan sin pagar sus impuestos como
todos los ciudadanos que solo falta que hasta por respirar nos quieran cobrar
(no quiero darles ideas, y menos ahora que quieren sacar dinero hasta de las
piedras). Viven mejor, que la mayoría de los trabajadores de la salud.
En
esta lucha por la vida misma, con una amenaza para la continuidad del ser
humano, la primera línea de acción está en los hospitales de urgencia, aunque
en algunos casos en los paramédicos que levantan a los enfermos. Debemos
proteger a los primeros actores que nos atienden, médicos, enfermeros y
paramédicos que tienen el primer contacto y que, por lo general sin el
equipamiento adecuado, primero por el desconocimiento y ahora por la falta de
planeación para conseguirles todos los implementos de seguridad y protegerlos
del enemigo común: “el bichito”.
La
escasez de un sistema de salud eficiente y de una buena educación de la
ciudadanía está causando estragos en la población. La mala información, los
titubeos de quienes nos dirigen y tomando decisiones políticas y no de salud
empieza hacer mella en la población.
Hace
años escuchaba esta historia de la inauguración de un Centro Médico de Atención
de Adicciones en los Estados Unidos financiado por una persona millonaria y que
él decía ante los periodistas:
-Vale
la pena invertir un millón de dólares si le salvas la vida a una persona.
Un
periodista le cuestionaba, si salvarle la vida a una persona ameritaba el gasto
de un millón de dólares, entonces él le contestaba:
-Si
hubiera salvado la vida de mi hijo, valdría la pena.
¿Cuánto
vale la vida de una persona? Para muchos no tiene importancia hasta que, quien
fallece era tu amigo o familiar, entonces él hubiera guardado la distancia,
hubiéramos invertido en los sistemas de salud, hubiéramos advertido con
anticipación o le hubiera dado un abrazo, de esos que componen el cuerpo, él
hubiera no existe.
No
deben ser héroes anónimos, hay que ponerles rostros a todo ellos y respetar su
decisión de en lugar de resguardarse en casa para cuidar a los suyos: esposos
(as), hijos, madres, abuelos y amigos salen cada día, muchos desnudos (sin
instrumentos para cuidarse) con la única misión de protegerte a ti y a tu
familia.
Gracias
a los taxistas que les ofrecen el servicio gratuito, a los restaurantes que les
dan de comer, a los hoteles que los hospedan gratis, a los ciudadanos que con
sus manos fabrican utensilios para su protección, a todos menos al gobierno
porque para ellos es su obligación de apoyar al sistema de salud y no es un mérito
hacerlo.
A
los hombres de blanco, hombres y mujeres que nos cuidan les comento, todo héroe
siempre tiene quien los apoye: taxistas, chefs, hoteleros y ciudadanos, son el
Robín de la película.
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme
al correo samuelgomez@uabc.edu.mx
o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 y
Miembro del Club Toastmasters
Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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