Cine sin Memoria
José Luis Vivar
Para este día 15 del presente se
cumplieron sesenta y tres años de la muerte de uno de los actores y cantantes
más famosos del Cine Mexicano: Pedro Infante. Un trágico accidente aéreo en la
ciudad de Mérida puso fin a una carrera que se mantenía en el ascenso, no solo
por sus dotes artísticas en el canto y en la actuación, sino por el carisma que
lo caracterizaba, dentro y fuera de los escenarios.
Después
de tantos años el fenómeno de este artista sinaloense (1917-1957), continua
vigente. A pesar de las críticas, sus películas se proyectan de manera regular
en los canales de televisión abierta y de cable. Lo mismo sucede en las
plataformas digitales, donde no solo sus filmes tienen miles de visitas, sino
sus canciones, las cuales abarcan casi todos los géneros musicales de la época
que le tocó vivir.
Pedro
Infante como artista popular supo aprovechar el momento que le tocó vivir.
Aunque desde un principio su intención solo era la de ser cantante, fueron sus
dotes naturales las que le hicieron saltar a la pantalla y poco a poco ocupar
un lugar del que nadie pudo reemplazarlo. Desde luego que en este proceso el
director Ismael Rodríguez tuvo mucho que ver, para que no interpretara solamente
el ranchero parrandero, sino a otro tipo de personajes, sobre todo urbanos.
Uno
de esos personajes entrañables es sin duda el carpintero/boxeador Pepe el Toro (Ismael Rodríguez, 1952),
cuyas secuencias de pelea entre el mencionado personaje y Bobby Galeana (Wolf
Ruvinskis) son memorables por el realismo impregnado con los recursos técnicos
de la época, y que, como dato curioso, el director estadounidense Martin
Scorsese vio infinidad de veces para realizar su película El Toro Salvaje (Raging Bull, 1980)
Con
este ejemplo y las dos anteriores cintas que integran la famosa trilogía: Nosotros los Pobres (1948) y Ustedes los Ricos (1948), cualquiera
podría pensar que en su momento le valdría para obtener el reconocimiento a su
trabajo actoral, no nada más por las mencionadas cintas que fueron éxitos de
taquilla y han servido como referente de la cultura popular mexicana, sino por
otras, sin embargo, no fue así.
Durante
muchos años, Pedro Infante estuvo a la espera de que la Academia de las
Ciencias Cinematográficas Mexicana, reconociera su trabajo actoral, pero pasaba
desapercibido. La prensa especializada de aquellos años se dividía en
opiniones: lo elogiaban o se encargaban de destrozarlo, sobre todo cuando
decían que exageraba en sus interpretaciones histriónicas.
De
cualquier forma, su trabajo le valió varias nominaciones como mejor actor:
siete en total. De 1948 a 1956, año en que al fin ganó su único premio Ariel,
por la película La Vida no Vale Nada
(Rogelio A. González, 1955), y que por muchas razones es una de las mejores que
filmó, pero que lamentablemente pocas veces proyectan. ¿Las razones? No es una
típica historia de las que acostumbraba a filmar, a pesar de que el personaje
que interpreta tiene mucha similitud con otros: un alcohólico, solo que en esta
ocasión la línea dramática tiene matices interesantes, y dibuja el verdadero
tormento de un adicto y sus consecuencias.
Mientras
que el título fue tomado de la canción Camino
de Guanajuato del compositor y cantante José Alfredo Jiménez, el argumento
estuvo a cargo de Luis Alcoriza y su esposa Janet Riesenfeld -ambos guionistas
de Luis Buñuel-, basado en dos cuentos del escritor ruso Máximo Gorki: Malva y los Amansadores.
Curiosamente,
Infante había asistido a todas las ceremonias del Ariel, y como nunca resultaba
ganador, decidió que nunca más se iba a presentar. El premio lo recibió su
hermano Ángel y según comentan siempre se arrepintió de no haber estado
presente para subir al escenario como todos los ganadores.
Paradojas
de la vida, un año más tarde filmaría Tizoc
bajo la dirección de Ismael Rodríguez, la cual obtendría además de éxito en las
taquillas, un Globo de Oro, como Mejor Película de Habla no inglesa, y Oso de
Plata como Mejor Actor para Pedro Infante en el Festival de Berlín, ambos
premios en el fatídico año que perdió la vida: 1957.
Ganó
solo un Ariel, pero no importa, continúa ganando la simpatía y el cariño del
público de nuevas generaciones, porque, así como dicen en Argentina que Carlos
Gardel cada vez canta mejor, en México podemos decir lo mismo y agregar que en
cada película perfecciona su técnica actoral.
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