Víctor Hugo Prado
La presencia del llamado coloquialmente Coronavirus y técnicamente COVID-19, está causando alarma creciente. Hay casos en casi 30 países además de China. Aunque el virus no expone a la muerte a toda persona que lo contrae, si alcanza una mortalidad de poco más del 3 por ciento de quien logra contagiarse. Ello representa que por cada mil enfermos podrían morir 30 personas. Y el riesgo de infección crece cada vez más, sobre en todo en las sociedades que sus sistemas de salud son endebles y que existen limitaciones económicas para implementar adecuadamente los protocolos sanitarios que la alerta demanda.
En
estos momentos se han producido focos en Estados Unidos, Corea del Sur, Irán,
Italia, Japón o España, y habrá muchos más países que deberán lidiar con la
presencia del virus. Resultado de ello empezaremos a ver una conducta
desenfrenada de individuos y familias para protegerse, por ejemplo, las compras
de pánico. Si usted sale comprar, aquí mismo en nuestra localidad cubrebocas,
mascarillas o gel desinfectante de manos, observará que cada vez más, es un
bien escaso en los anaqueles de las farmacias. Hasta ahora la psicosis en
nuestro país no ha sido tan grande, pero en cuanto lo sea, observaremos la
conducta orientada a acumular víveres y otros productos que pudieran paliar un
eventual encierro.
No
por la caída en las bolsas de valores, han alertado ese peligro potencial que
afectará la economía de muchas sociedades, entre ellas por la reducción de
volúmenes de producción y tránsito de mercancías. Las afectaciones que sufrirá
la industria turística, al no haber motivaciones para pasear en un crucero,
viajar en avión a menos que sea estrictamente necesario, tampoco para hospedarse
en un hotel más allá de la frontera.
Escribe
Jorge Hernando Cuñado, profesor de Economía y Empresa de la Universidad Nebrija,
en el diario El País, que “las consecuencias económicas de la aparición de un
virus de estas características, de muy fácil contagio, pueden ser devastadoras.
Las economías están globalizadas y conectadas para lo bueno y para lo malo. La
interrupción de los movimientos de personas, trabajo o cadenas de suministro
tiene efectos muy adversos para las economías. Además, hay que tener en cuenta
el papel de los efectos psicológicos, emocionales y de irracionalidad entre las
personas, empresas y gobiernos. También se observan los efectos de la
información en directo y la proliferación de la información no contrastada,
cuando se trata directamente de fake news. Las consecuencias de estas últimas
son la generación de miedo entre la población. Esta también es una relevante
característica que se da en las economías actuales y que es necesario tener en
cuenta. Ante lo que acontece ahora en el mundo, lo correcto será la
instrumentación de protocolos preventivos y de atención. Y, por otra parte,
tener canales de información únicos para abatir el surgimiento de las
desconcertantes fakes news, y además proveer en hospitales y clínicas del
sector público de medicinas para atender los efectos secundarios del
Coronavirus.
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