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miércoles, 18 de marzo de 2020

Las Mujeres, sus Protestas y el Remedio









Pedro Vargas Avalos


El pasado 8 de marzo fue celebrado el Día Internacional de la Mujer: la conmemoración es más que merecida y los consiguientes actos alusivos, incluido el desfile, muy justificados.

Al día siguiente, lunes 9 de marzo, se llevó a cabo una singular jornada: bajo la divisa de “El Nueve Ninguna se Mueve”, damas de todas las índoles y clases sociales, se sumaron para forjar una especie de paro y hacer sentir al país entero, que basta “Un Día sin Mujeres”, para patentizarnos que, sin ellas, es muy cuesta arriba no solo vivir, sino sencillamente sobrevivir.

Los reclamos fueron patentes: punto final a los feminicidios y violaciones, término de la impunidad, ya no más arbitrariedades, inequidad, inseguridad, violencias y humillaciones. Desde luego, todo eso en perjuicio de ellas.

Ciertamente se registraron algunos abusos de féminas que no coinciden con la gran mayoría de sus congéneres, de espontáneamente exigir y protestar, pero pacíficamente y con la cara al aire. Ni hablar, nada es perfecto y por unas pocas encapuchadas no deben perder todas las demás.

Al respecto, es deplorable adoptar la actitud mustia de los que dicen irónicamente; Y después del 8 y 9, ¿qué? Tampoco debe limitarse el delicado tema aflorado en esos días, a solo gemir y lamentar el registro de pérdidas económicas por más de $43.5 mil millones de pesos, originados por el “Un día sin nosotras”.

No. Ahora lo que importa es cómo actuar para que se corrijan las enraizadas injusticias que padecen las mujeres; que ya no se cometan las insólitas iniquidades, violencias e inseguridades que sufren, sino que se igualen en todos los medios las oportunidades para que ellas y ellos caminen a la par en el afán justo del bienestar con justicia.

Sobre ese objetivo, no importa considerar que organismo, institución o corporación sea el primero o el más responsable para buscar soluciones, lo que sí sabemos es que inmediatamente deben proceder en una marcha que involucre a toda la sociedad. Sin embargo, el Poder Judicial, la Fiscalía de la República y la local, junto a los gobiernos municipales, estatales y el federal, tienen que abocarse para que sea efectivo el remedio que urge aplicar al grave problema de la inequidad de géneros.

Resalta por lo sombrío que ha sido su actuación, cuando de mujeres agraviadas se trata, las Fiscalías y los juzgadores. Son fríos, insensatos e indignos. Pero el gravísimo problema es que tales instituciones están enviciadas hasta el tuétano.

Y aquí es donde debe entrar en juego la mano del gobierno; pero sin rodeos ni fingimientos: Moralizar la impartición y la procuración de justicia es de su resorte, enlazando en tal encomienda a los poderes ejecutivo y legislativo, vigilados por una procelosa comunidad que no debe permitir desviaciones. Es una ofensa general enterarnos que los Ministerios Públicos o fiscales, desatienden a las mujeres que denuncian atentados a la vida, la libertad sexual, el honor, el patrimonio o la armonía familiar. Y más se agrava el tema, cuando habiendo un presunto responsable, se le libera por menudencias judiciales, invocando lirondamente los jueces que hubo fallas en el debido proceso. Esa insolencia debe desterrarse de cuajo. La justicia no es una entelequia que se impone por sí mismo, es un valor que requiere meditación positiva para que se patentice.

En las dos instituciones de la justicia, (judicatura y fiscalía) como dice el actual mandatario nacional cuando habla de la corrupción, la podredumbre y la ineptitud se deben limpiar como las escaleras, desde arriba hasta abajo. Y sin miramientos, porque las excepciones son tan pocas, que no vale la pena extraviar el paso y no alcanzar la meta, solo por salvar alguna particularidad, que es claro que las hay, pero reiteramos, estando en juego lo primordial no puede prevalecer la excepción.

En consecuencia, se debe con prontitud revisar todo lo relativo a legislación, procedimientos, integración de institutos y corporaciones, además de atribuciones y deberes, para que la paridad de género impere y la protección indispensable se otorgue eficazmente.

Debemos entender que no es una contienda de mujeres contra hombres, sino una complementación para lograr desterrar las injusticias que victimizan a ellas. Tampoco se trata de un gracioso otorgamiento de prerrogativas hacia el sexo femenino; es una justa redistribución de obligaciones y derechos para que se cumplimente el objetivo de la justicia social íntegra, la cual debe ser igual, es decir beneficiar cabalmente a todas y a todos.




Creemos que, tanto en el orden federal, como estatal y municipal, deben conformarse Comisiones integradas por ciudadanos destacados por su discernimiento, saber y honradez, para que propongan en un plazo perentorio, las reformas o modificaciones que deban realizar de manera preferencial, por los órganos competentes, incluyendo aquí al sector privado. Este por cierto ya anunció medidas para que la mujer participe en foros, paneles y consejos de su resorte. El poaso es bueno, pero no suficiente.




Sin retrasos, los poderes constituidos en los tres órdenes de gobierno, así como las instituciones de la administración centralizada, descentralizada, paraestatal, y la autónoma de índole ciudadano, deben convocar consultas públicas de las que se obtengan fórmulas para cristalizar la equidad de géneros, y luego implementarlas en sus ámbitos de competencia. Aquí se inscribe la actitud plausible de la Universidad oficial de Jalisco, la cual expresó que no borrará las consignas plasmadas en sus muros por las movilizaciones femeninas de los días 8 y 9, hasta que dicha Máxima Casa de Estudios decida tomar resolutivos sobre ellas.

No hay tiempo que perder. Los reclamos expresados en el Día Internacional de la Mujer, así como los efectos del singular “Un día sin Mujeres”, nos convocan a la sociedad por entero, (incluyendo al gobernador y al presidente) para sumar esfuerzos y entre todos, abatir absolutamente el injustificable escenario de sometimiento e infamia que ha padecido el género femenino.



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