Víctor
Hugo Prado
Que
apreciación tan limitada, poco empática e incluso ofensiva sigue manteniendo el
presidente sobre las manifestaciones que se dieron a lo largo y ancho del país
el pasado 8 de marzo, día en que se celebró el día internacional de la mujer, y
en el paro de ayer al que diversas organizaciones se sumaron con el lema el
nueve nadie se mueve.
Mujeres
de izquierda, derecha o centro; trabajadoras de empresas grandes, medianas y
pequeñas; mujeres que laboran en ámbitos gubernamentales de los niveles
federal, estatal y municipal; mujeres de diversas profesiones, estudiantes y
amas de casa; mujeres con todo tipo de parentesco, abuelitas, mamás, hijas,
hermanas, primas o sobrinas, se dieron cita el domingo en sendas marchas, en
muchas ciudades del país para expresar su descontento con el clima de
inseguridad al que son sometidas todos los días.
Muchas
más, este lunes bajaron los brazos y pararon labores, para refrendar la
protesta por las condiciones de inseguridad en el que se mueven, porque no son
adecuadas, ni convenientes, mejor dicho, inaceptables. Inaceptables mientras
siga existiendo el acoso, el hostigamiento, la falta de respeto, en el mejor de
los casos. O la violencia verbal, económica, física, psicológica, sexual,
laboral, simbólica, incluso la muerte en el más grave de los casos.
Las
grandes marchas de las mujeres del domingo son las más relevantes en la
historia de este país, al que se suma el paro nacional, logrando lo que se
pretendía, hacer visible a la mujer y los problemas con lo que tienen que
acarrear todos los días, en sus múltiples historias. De manera valiente las que
se sumaron a una marcha o al paro nos enseñan a unos y nos recuerdan a otros,
que para transformar una realidad social y política hay que expresarse, hay que
organizarse, hay que protestar para poner en el centro los asuntos
fundamentales como el de la inseguridad y la violencia del que son objeto las
mujeres de todas las edades y estratos sociales.
Nadie
puede poner en duda que la marcha fue contra la violencia de género. Esa
demanda siempre estuvo en el centro de las acciones. Pero en medio de ellas
también surgió el resentimiento, la crítica y el reclamo a un presidente, que
ha minimizado el problema. Las protestas sobre la violencia no eran
estrictamente para él, pero en esa tendencia perversa de politizar la crítica y
los disensos, la hizo propia, al sostener que detrás de la protesta están los
conservadores que quieren desestabilizar su gobierno, apostándole a su fracaso.
Esa
falta de empatía con las víctimas, contrastante con los besos y abrazos con los
que busca tratar a los delincuentes, también fueron poderosas razones para la
protesta. Pues que esperaba, si a más de un año de su gobierno no se ven los
resultados. Las mujeres están convencidas de que lo que sigue es traducir la
inconformidad en leyes, políticas públicas y educación de una sociedad que
violenta a sus mujeres, pero sobre todo en resultados en el combate a la
inseguridad, la violencia y el hostigamiento que padecen las mujeres.
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