Pedro
Vargas Avalos
Tiempos
difíciles. Otra crisis. Días de guardar. Nueva ocasión para mostrar fortaleza y
salir avante.
Dicen
los expertos contra las epidemias, que ahora es el momento de practicar la
“sana distancia”. Ya todos sabemos que el motivo es el embate de la enfermedad declarada
pandemia, denominada “coronavirus”, que es un padecimiento infeccioso que ataca
las vías respiratorias; ahora se le rebautizó como COVID 19, y prácticamente ha
invadido al orbe entero.
Iniciada
en China, flageló a esta gran nación y provocó una especie de nerviosismo internacional.
Luego pasó a otros países y entonces, cual jinete del apocalipsis, generó un
desolador panorama y su consiguiente estado de depresión universal.
En
ese momento ya no fue solo la salud el área más agredida, sino que también se
provocó pánico en la economía del globo, desplomando las bolsas de valores, y
como a la par se suscitó una insólita guerra del petróleo, que llevó al
derrumbe del precio de tan valioso hidrocarburo, las consecuencias negativas repercutieron
mundialmente.
Como
suele suceder cuando de tragedias se trata, los más perjudicados son los
pobres, ya sean personas o naciones. La respuesta debería haber sido un frente
internacional, el cual con medidas apropiadas determinaran que esa aciaga
amenaza no avanzara. A pesar de ello,
las naciones más ricas se dedicaron con olímpica actitud a solo cuidar sus
territorios e intereses, dejando a sus semejantes en absoluto desamparo, o como
se dice popularmente, a que se rascaran con sus uñas.
Las
medidas inmediatas que se recomendaron fueron simples pero efectivas: lavarse
las manos constantemente, no tocarse la cara y evitar los abrazos, saludos y
besos; todo ello acompañado de un necesario aislamiento, es decir, practicando
una evidente “sana distancia” en el trato de persona a persona.
La
sana distancia para los mexicanos nos obliga a recordar la aplicación de ese
principio. En los tiempos del priáto, existía una innegable fusión entre el
partido dominante (el partidazo, se le decía) y el presidente de la República
en turno. A ese régimen el afamado peruano Mario Vargas Llosa lo intituló, la
dictadura perfecta.
Pero,
como todo evoluciona, aunque sea lentamente, también avanzó, ante muchos
reclamos sociales, el sistema del “partido casi único”: luego de muchas
vicisitudes, incluida la desaparición trágica del candidato Luis Donaldo
Colosio, el poderoso dedo del salinismo decidió que Ernesto Zedillo fuese el
nuevo ejecutivo de México. Y así fue.
Ya
en el poder el flamante mandamás, decretó “in péctore”, que, entre él y su
partido dominante, hubiese una “sana distancia”. Y el alejamiento entre el
mandatario con el priísmo se notó. Este hecho, aunque para los beneficiados del
sistema no era bien visto, para el pueblo en general y los líderes que luchaban
por la democratización, fue excelente.
Desde
entonces, la sana distancia entre gobierno y partido, fue creciendo y a la
vuelta de unos años, ya era una “enorme distancia”, como dice la popular
canción de José Alfredo Jiménez. De esa manera se preparó la transición
democrática.
Con
los panistas en el poder, lo que se esperaba fuese el arribo de la
democratización que los mexicanos ansiaban, se echó por la borda. El señor Fox
no fue más que un frívolo personaje que decepcionó a la población y mal
encarriló a sus correligionarios. Por ello hubo necesidad de echar mano del
fraude electoral para en 2006 imponer a su sucesor, el cual se encargó de
ensanchar la distancia entre las acciones del gobierno y los intereses del
pueblo. Estas contrahechuras facilitaron el regreso del viejo partidazo, que ya
sin las antiguas orientaciones del priísmo revolucionario de la justicia
social, se hundieron con todo y administración. La enorme distancia
pueblo-gobierno siguió imperando, en detrimento de la sana distancia.
Ahora
estamos en los días de la 4T, o cuarta transición. El régimen impuso una “sana
distancia” entre los funcionarios y los medios de comunicación; y otro
saludable alejamiento con los grandes beneficiarios de las obras públicas
conseguidas “haiga sido como haiga sido”. Si Juárez separó al clero del Estado,
la 4T busca apartar al gran capital de la dirección del gobierno, solo manteniendo
una necesaria “sana distancia”, pues ambas fuerzas se complementan en aras del
bien nacional.
Pero
he aquí que no contábamos con el “coronavirus” o COVID 19. Y se tienen que
implementar con urgencia, medidas para salir avante de tan formidable
contingencia. Y una de las más recomendables es, junto al lavado de manos, la
sana distancia entre la gente.
No
hagamos caso a las falsas noticias, que solo alarman y descaminan. Serenidad y buen ánimo para encarar esta
calamidad que ha enlutecido a decenas de países. La sana distancia de persona a persona, es
altamente recomendable; de observarla puntualmente, tendremos con certeza el
éxito esperado para vencer al aterrador coronavirus, y con ello llevar a
nuestro México a otra página estelar, dentro de su larga lucha por dominar a
los infortunios.
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