Cine
sin Memoria
José
Luis Vivar
Si algo
caracteriza al cine, además de ser Arte e Industria, es que ante todo es
entretenimiento. Simple diversión, eso es lo que en desde París anunciaron al
mundo los hermanos Luis y Augusto Lumière, sobre su maravillosa máquina llamada
Cinematógrafo. Estrenado en 1895 con un increíble éxito, que en poco tiempo se
convirtió en un acontecimiento mundial, aunque parezca increíble, ellos lo
vieron como un producto para las ferias. Su invento que comprendía Óptica y Física,
por lo cual se trataba de un prototipo científico, sin embargo, estaban
decepcionados y decían que no le veían futuro.
Afortunadamente hubo un hombre
-francés también-, llamado Georges Méliès quien no prestó atención a esos
comentarios y que con una cámara se convirtió no solo en el pionero del cine
fantástico, sino el padre de los efectos especiales. Ningún visionario como él
para darse cuenta del maravilloso potencial que tenía el invento de sus
coterráneos. Por esa razón, sus cientos de películas dieron testimonio de su
ingenio, de su imaginación y de su amor al arte de contar historias.
El cine en sus inicios tomó prestado
del Teatro la representación, de la Fotografía y la Pintura la imagen, y de la
Literatura la forma de narrar. Al principio fue silente, y con unos textos
entre escena y escena contaba las historias. Después, cuando tomó las palabras
de la radio aprendió a hablar, pero no se detuvo.
Faltaba
la música, la cual en sus tiempos silenciosos escuchaba en las salas desde la
pantalla: piano y a veces orquestas. Así que sin contemplaciones comenzó a
utilizarla como fondo de lo que iba narrando y después agregó canciones hechas
especialmente para cada película.
Finalmente,
el cine adquirió su propia esencia, su propio lenguaje, y adquirió el nivel de
Arte cuando supo conjugar todos los elementos de sus inicios para
transformarlos y crear con ellos una narrativa audio visual, y una variedad de
géneros que con el paso de los años los ha ido perfeccionando.
Por
si esto no fuera suficiente, se ha adaptado a los tiempos. Primero tras una
intensa batalla logró vencer a un poderoso rival: la televisión. Se quedó en
las salas y a la vez logró instalarse en ese formato del cual jamás volverá a
salir. Por mucho tiempo las televisoras abiertas lograron mantenerse vivas
gracias a que en la programación de sus canales había películas.
Y
de la televisión saltó a las casas, primero en formato de cintas, más tarde en
discos -que todavía se comercian-, y actualmente en formato cien por ciento
digital en una multitud de plataformas en internet. Esto ha dado por resultado
que el cine pueda proyectarse lo mismo en una computadora, en una tableta e
incluso en un teléfono celular. Con una ventaja adicional: el usuario puede ver
de corrido la cinta o en cuestión, o dejarla para otro momento y continuar en
donde se quedó.
Y
con todo lo anterior, es que esto a nadie sorprende, se le ve como algo
natural. Curiosidades de la historia: hace apenas treinta años se hablaba de la
posibilidad de que una película pudiera pasarse en la computadora, aunque no
decían cómo. Aquello sonaba absurdo, propio de una febril imaginación, y no
como el augurio de un profeta cibernético.
Profecías tras profecía, el cine
sigue contando historias en los espacios y lugares menos esperados. De alguna
forma sustituyó al viejo de la tribu que alrededor de una fogata contaba
leyendas y vidas de sus ancestros. El cine en su contenido a veces se adelanta
y a veces marcha atrás de las sociedades. Así ha sido y así será.
Seguramente en un futuro no muy
lejano contará varias versiones de esta pandemia que nos obliga a estar en
casa. Es seguro que desde ahora se gestan muchas historias que serán argumentos
para realizar películas que nos hagan recordar la fragilidad de nuestra especie
humana.
Solo hay que tener paciencia y esperar
a que se estrenen esas cintas.
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