Un
momento por favor
J.
Jesús Juárez Martín
En
cierta ocasión encontré un niño de nombre Andrés 5 o 6 años, hijo de la Maestra
de Biología de un Colegio donde el
pequeño se enfrentaba con un trabajador que sierra en mano hacía trabajo de
poda severa sobre los árboles y le llamó con desprecio y coraje: “asesino”
porque cortaba los árboles que podaba. En su nivel de comprensión encontró
comparación, similitud entre un ser humano y un árbol; los dos: seres vivos. El
incidente quedó guardado en el inconsciente, ahora
lo visualizo y lo expreso con cierta
tristeza ante la pérdida de árboles que oxigenaban la población y que son derribados con autorización oficial, o sin
ella, es preocupante, llega a nivel de asombro mezclado con desesperación,
porque cualquier pretexto es bueno para justificar cortarlos: “no deja vista a la fachada”, “nunca podemos
tener limpio ese espacio”, “qué bien se vería una ciclovía por la Calzada
Madero Carranza” “está levantando la
banqueta”, “son mejor las plantas de
ornato”.
Para
todos los árboles caídos, hay y habrá una excusa y dolor mal fingido, porque quienes
profesan la cultura de la depredación forestal, su satisfacción consiste en derribar,
¿urbanizar? aunque deshumanicen el entorno, por la lenta pero segura extinción
de ciertas clases de árboles y su lamentable desaparición de los espacios
urbanos. ¿Dónde están los zapotes que dieron nombre a esta población? Sí los
hay, atestiguo que en la Administración del Presidente Municipal Sr. Lázaro
Cárdenas en la ceremonia cívica conmemorativa del Día del Medio Ambiente, se
entregaros dos plantitas de zapote a las escuelas para ser cultivadas, como
reconocimiento a quien le dejo el nombre al municipio: Zapotlán.
En el Colegio Cervantes, se plantó una de
ellas en el jardín de ingreso alejado del frondoso árbol que cayó derribado por los
aires de “Patricia”, el zapote, no se logró, el otro se colocó entre el club Zapotlán
y las aulas de primaria y crecía, con los cuidados de Don Ruper, pude verlo
crecer hasta agosto del 2000.
En
el crecimiento de la ciudad los lugares destinados a la agricultura, para
nuevas urbanizaciones mueren árboles, aunque los conjuntos habitacionales
parecen forestados y ¡Olé y olé! lo real
es que siguen cayendo árboles por los más disímbolos motivos, en la ciudad con
disgusto de los menos y algunos aplausos por la estética del urbanismo, en
forma, sencilla y “permanente” que señala taladores, y reclamos ciudadanos...
ante las autoridades.
En
este contexto existe, tal vez el más grande y hermoso árbol de Ciudad Guzmán, se yergue en la esquina sureste del Templo de
San Isidro, donde el cajete por las raíces fue destrozado y su acomodo parece
adorno, nada las protege y representa una
debilidad mínima al gigante verde, tantas toneladas de ramas, follaje, que son
zarandeados por aires, tormentas con necesidad de preventivo mantenimiento por
parte de Parques y Jardines, que con respeto se solicita se involucren
¡Ya! Porque podríamos pronto lamentar
trágica muertes de este gigante, dañando en su caída por falta de poda, de personas
que pudieran estar cerca de no deseada caída, multifamiliar y refugio de tantos
miles de aves y animalitos que ahí forman su ecosistema... y algo mucho más de
alteración, vialidad...
Tal
vez estos comentarios señalan puntos de indiferencia para muchos, pero nuestra
expresión, señala que vale más un grito a tiempo que mil sombrerazos después...
De
las últimas diez Administraciones Municipales, la caracterización es la
alternancia, 10 Ayuntamientos elegidos por la ciudadanía local, con
preferencias de los diferente y tradicionales partidos políticos y PRI, PAN y las
dos últimas para Movimiento Ciudadano, para ser gobiernos municipales.
Me
permito dirigir la petición con el respeto debido a las funciones gubernativas
de Zapotlán el Grande, a favor de la población de Ciudad Guzmán y el esperado turismo,
con el aprecio semejante a los posibles lectores anónimos, porque petición y
necesidades en la convivencia comunitaria, todos somos testigos de su pulso y
hasta protagonistas ciudadanos que honramos o deterioramos el acontecer
ciudadano, según la calidad de nuestras acciones y decisiones que configuran
nuestra vida ciudadana.
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