Martha
Catalina Álvarez Godoy
El
aprecio y respeto por la naturaleza, es un asunto que nos compete e involucra a
todos los sujetos, no sólo porque es una prioridad en nuestro país y un tema de
relevancia social, sino por el simple hecho de habitar el planeta tierra, somos
partícipes de cuidar y proteger el medio ambiente.
Lamentablemente, no todos
formamos parte de la cultura y los valores ambientales propuestos en la educación
ambiental, necesarios para la preservación de la casa común que es responsabilidad
de todos. Se cree erróneamente, que el deterioro actual que presenta el medio
ambiente es algo ajeno a nuestras propias circunstancias, una cuestión de otros
y de las grandes industrias, sin reconocer, que día con día todos contribuimos a
ello con tantos desechos que generamos.
Es habitual observar, un sinfín de
acciones negativas que dañan los ambientes naturales que nos rodean, pareciera
que las personas las realizan de forma inconsciente, sin darse cuenta que el
impacto o repercusiones habrán de alcanzarnos algún día. Importante reflexionar,
en torno a la magnitud de los problemas ambientales que estamos provocando, lo
que implica a cada uno de los habitantes para actuar con mesura, conscientes de
la realidad que vivimos para sumarnos al esfuerzo e iniciativa personal desde
los contextos cercanos.
Se requiere de una condición
indispensable en el individuo, la sensibilidad personal que lo mueva y motive a
actuar por convicción propia, como algo que le compete, sin esperar a que otros
se ocupen del tema. Preciso desarrollar este sentimiento de pertenencia para
interesarnos en hacer lo correspondiente, no sólo por el compromiso moral que
tenemos como ciudadanos, sino, porque es una obligación social con la misma
naturaleza que nos afecta o beneficia a todos, seamos o no especialistas en
materia de ecología. Cada uno desde la función que realiza, puede hacer grandes
aportaciones en torno al cuidado por el medio ambiente, es cuestión de actitud
querer hacerlo, tenemos las capacidades necesarias.
Quienes tenemos que ver con la
enseñanza y formación de los niños, adolescentes y jóvenes, sea el caso de
docentes o padres de familia, es una oportunidad muy valiosa que podemos
aprovechar, para promover el desarrollo de la sensibilidad personal e
interesarlos por el respeto y cuidado del mundo natural, enseñar con el ejemplo
y las propias actitudes, sin duda, es la mejor estrategia para trabajar la
cuestión de la concienciación, referida al actuar consciente y voluntario de
las personas.
Apremiante y necesario, enseñar a
los hijos y a los alumnos a valorar, querer y cuidar los espacios naturales
inmediatos a ellos. Involucrarlos en las actividades cotidianas como regar las
plantas, jardín, recoger las hojas que caen de los árboles, separar los
desechos orgánicos e inorgánicos, orientarlos a hacer uso adecuado del recurso
del agua al bañarse o cepillarse los dientes, poner atención en el consumo de
la energía eléctrica, insistir a los miembros de la familia en apagar y
desconectar aparatos cuando nadie los usa. Acciones como éstas, perecen insignificantes,
pero, en realidad, van desarrollando la sensibilidad en los pequeños, sobre todo,
si se les explica el sentido del porque realizarlas o suspenderlas. Nadie
siente afecto, ni cuida lo que desconoce por más que se le pida que lo haga.
Cuando los niños son formados en
este tipo de prácticas, a medida que van creciendo, ellos las adoptan como algo
que forma parte de su estilo de vida, será común realizarlas, lo disfrutarán,
les resultará fácil sumarse a cualquier propuesta o campaña que promueva cuidar
el medio ambiente.
Puntualizo la reflexión señalando,
que si queremos que las siguientes generaciones hagan lo correspondiente en lo
que concierne al cuidado de la naturaleza, urge formar a los niños con esas
cualidades básicas y necesarias desde ahora, para que tengan el convencimiento
de salvaguardar el patrimonio común.
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