martes, 18 de febrero de 2020

Eso que llamamos amor





Los conjurados





Ricardo Sigala


Con cierta frecuencia me buscan personas que quieren leer libros cuyo tema sea el amor, y me piden recomendaciones. Lo primero que pienso es que todos los grandes libros, en lo más profundo, tratan o surgen del amor aun cuando no lo digan de manera explícita. Que hay una fuerza que impulsa al escritor y suele sacudir, al lector, y yo entiendo que esa fuerza suprema, creadora y reveladora no puede ser otra cosa que amor, como lo pensaban los antiguos. Pero yo sé que la gente se refiere a otra cosa, que están pensando en lo que ahora se llama de manera genérica el romance, “la novela romántica”, entendida como emanación no del romanticismo sino de la novela rosa. Y sucede que casi por regla no sé qué recomendar porque las historias de amor que a mí me gustan nunca se asocian con la típica historia de amor. Y me ha pasado que mis recomendaciones, sinceras recomendaciones, hunden a la gente en la depresión, el desencanto o de plano creen que les he jugado una broma, reconozco pues que el amor, ese tipo de amor, no es el tema en el que yo esté capacitado para recomendar.

            Sin embargo, en días recientes, por puro azar he descubierto a una escritora que me ha cautivado e impresionado a la vez, a pesar de que su tema recurrente es el amor. Se trata de la japonesa Hiromi Kawakami, algunos de los títulos de sus libros delatan esta inclinación, pensemos en Los amores de Nishino, El señor Nakano y las mujeres, Amores imperfectos, Abandonarse a la pasión. Ocho relatos de amor y desamor. Estos títulos dicen tanto como lo que esconden, en efecto el amor es el hilo central de sus historias, pero la forma en que suceden resulta una sorpresa para el lector, estas historias tienen la virtud de presentarse en la más natural cotidianidad, cosas que nos ocurren o nos pueden ocurrir a cualquiera de nosotros, pero son despojadas de todo cliché, de todo estereotipo simplón que suele caracterizar este tipo de historias. El amor en Hiromi Kawakami es un tema en el que la narradora no toma partido, no parece estar a favor o en contra de ninguno de sus personajes, toma tal distancia de lo que cuenta que logra una objetividad por demás descarnada y dolorosa, pero lo presenta como si nada grave estuviera ocurriendo. Contra toda expectativa no hay drama, mucho menos el melodrama que resulta un sinónimo de amor en nuestra cultura emanada de las malas telenovelas, tampoco hay víctimas ni victimarios, aun cuando presenciemos cosas terribles.




Esta imparcialidad me parece en verdad sorprendente y destacada, en una época en que las relaciones de pareja tienden al fracaso por el exceso de valoración que se les otorga; en una época paradójica en que el erotismo y la seducción palidecen frente a un neopuritanismo que a la vez es complaciente con el sexo despojado de compromiso y afecto; en una época en que las personas son más y más infantilizados y se creen el centro del universo; en una época en que el otro es siempre el culpable y el yo la víctima, en este contexto los libros de Hiromi Kawakami se nos estrellan en la cara de la autocomplacencia amorosa y desesteriotipan las relaciones de pareja.

En las páginas de Kawakami hay mucha pasión, deseo, traiciones, decisiones trascendentes, osadía y riego, pero también hay soledad, incomunicación, desencuentros, nostalgia, melancolía, imposibilidad, violencia, incluso muerte. Todo es tratado con esa sutileza característica del mundo japonés, una sutileza que no es para nada pudorosa. Su arte principal es la alusión, su aspiración es explorar en la naturaleza humana.

Pablo D’Ors, escribió para el ABC de España que Kawakami le rinde un homenaje “a la melancolía, o a la imposibilidad o, mejor aún, a este estado de indefinición -prerreflexivo podríamos decir- en el que habitualmente nos movemos los humanos.». Por su parte, en relación a la sutileza y la contundencia de la autora, Eugenio Fuentes aseveró (en La Opinión de la Coruña) que «La japonesa es una reina en el difícil arte de golpear al lector sin hacer ruido.»

El pasado fin de semana coincidió con el 14 de febrero, la cursilería, el mal gusto, la bobería, la vanidad, lo superfluo caracterizan los rituales este día, en lo personal tomé un buen libro de Hiromi Kawakami a manera de antídoto, y de paso devolverle la dignidad a eso que llamamos amor.




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