Samuel Gómez Patiño
Antes de leer esta columna te he de
confesar que hace años que deje de creer en el box, me parece que aparte de
violento, se ha convertido en un espectáculo más que deporte. Hace años que es
la historia de atletas que buscan superarse a través del gimnasio,
entrenamiento duro y una gran convicción de ser el mejor.
Se inventan campeones mundiales a
diestra y siniestra, existen varias asociaciones, diversas divisiones y por
supuesto las grandes empresas de apuestas que más que beneficiar el deporte
cuidan sus intereses económicos a costa del que ofrece el espectáculo: el
boxeador.
Los promotores tratan de impulsar a
sus pupilos y, por eso inflan constantemente a un boxeador con peleas, sino
arregladas listas para aumentar el récord de su entrenado y por supuesto las
bolsas de dinero, poco para el boxeador, mucho para promotores y
patrocinadores. Todo pagado por los aficionados al deporte de los golpes.
Alrededor de todo esto, encontré
una historia de éxito, pero tristemente efímero. En junio pasado entró al
cuadrilátero como invitado para disputar el campeonato ante el inglés Anthony
Joshua, quien seguramente al conocer que su rival entraba de emergente supuso
que no era rival para defender con éxito y en el pecado llevó la penitencia.
Muy probablemente, emocionado por la inesperada oportunidad le dio una paliza
destronándolo de sus cinturones ante la incredulidad de promotores,
patrocinadores, apostadores y los propios fanáticos al box.
De la noche a la mañana (literal),
Andy Ruiz el “Rocky mexicano” se convirtió en el ídolo mexicano que logró lo
imposible. En la imagen del colectivo estará durante muchos años aquel hombre
“gordito” que brincaba en el cuadrilátero de alegría al destronar al peleador
inglés, y que después comentara su madre, Felicitas Ruiz: “él me dijo: -Se nos
acabaron los problemas, lo logramos. No lo puedo creer, pellízcame mamá, lo
logramos”.
Esta historia sí que es de película,
pero sin una segunda parte. ¿Has escuchado que lo difícil no es llegar sino mantenerse?
Aun cuando invitaron a Andy a cubrir la pelea tras los problemas que tuvo el
retador oficial y con el tiempo encima, los promotores no dejaron mucho espacio
por su ocurría una tragedia (lo improbable, que el campeón perdiera) por lo que
bajo contrato estaba una revancha inmediata y en otro lugar fuera de EEUU, sin
oportunidad de tener alguna defensa con otros boxeadores a modo para ganar algo
de dinero y reputación.
En el transcurso del año y,
mientras llegaba la hora de la revancha Andy Ruiz vivió una época de gloria.
Los mexicanos lo arropamos como un héroe, lo recibió el presidente Andrés
Manuel López Obrador, las televisoras entrevistaban al milagro mexicano, lo
requerían para anuncios inspiradores, en fin, como solemos hacer los mexicanos
lo elevamos hasta las nubes como una esperanza para presumir que en México sí
se puede.
Su victoria ganó mi atención, pero
a su vez nunca me convenció, muy dentro de mí deseaba que demostrara en la
revancha que no fue casualidad, pero sin ninguna sorpresa perdió esta pelea.
Me gusta la frase “no hay elevador
al éxito, debes tomar las escaleras”, lo cual para mi significa que para llegar
hasta arriba debo esforzarme escalón por escalón, cada uno de ellos es un
pequeño logro que me enseña y me fortalece para no perderme en el camino. En el
caso de Andy, no solo es la capacidad o fuerza para pelear, sino la disciplina
para entrenar, para dejarse guiar por sus entrenadores (como su padre) para
estudiar al rival.
Pero fue más fácil caer ante las
tentaciones, los malos amigos (que no pueden faltar) cubriendo las carencias
que tenía antes de la fama y el dinero, las consecuencias un efímero éxito.
Ahora sí, aprendamos la lección que nos deja Andy Ruiz, el otrora Rocky
mexicano, lo más importante para triunfar no es lograrlo, sino prepararnos para
que, al estar en la cima, los cimientos sean tan fuertes que no sea fácil caer,
además que el camino este lleno de personas talentosas que nos ayudaron a
llegar listos para subir con nosotros a lo más alto de nuestra montaña.
Me gustaría leer tú opinión, puedes
escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en
Facebook: Samuel Gómez Patiño
Director del Área 1 y
Miembro del Club Toastmasters
Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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