Víctor
Hugo Prado
Hace
apenas unos días fueron dados a conocer los resultados del Programa para la
Evaluación Internacional de Estudiantes mejor conocido como PISA por sus siglas
en inglés. Una prueba de tipo estandarizado que mide el desarrollo de
habilidades y competencias fundamentales para la vida como lo son el
pensamiento lógico matemático, la comprensión lectora y el pensamiento
científico. Medición que se hizo con una muestra de 540 mil estudiantes de 15
años en 79 países, y por primera vez, se implementaron áreas en relación a
materias vivenciales como el trabajo colaborativo y finanzas personales.
Según
los resultados de las pruebas realizadas en 2018 China ocupa el primer lugar
del ranking en las tres áreas evaluadas, seguida de Singapur y Macao –un país
pequeño que pocos saben de su existencia-. En Europa, Finlandia, Irlanda,
Países Bajos y Polonia ocupan los primeros lugares, no en todas las áreas, pero
en al menos una de las tres. Del continente Americano figura Canadá, país que
ocupó el séptimo puesto en lectura, el octavo en ciencias y el 12 en
matemáticas.
América
Latina se observa aparte. Chile fue el país latinoamericano con mejores
resultados en lectura, ocupando el puesto 43 a nivel global seguido de Uruguay
y Costa Rica. Pero ojo, todos, todos los países latinoamericanos evaluados
obtuvieron un ranking por debajo del promedio de países de la OCDE.
De
los evaluados en México, solo el 1% mostró habilidades avanzadas en lectura,
que se traduce en comprensión de textos largos. El rendimiento promedio de
nuestros estudiantes fue de 420 puntos en lectura, 409 en matemáticas y 419 en
ciencias, en tanto que el promedio de la OCDE se ubicó en 487, 489 y 489
respectivamente. Los resultados no han sido distintos a las evaluaciones
históricas realizadas. Lo que nos habla de un estancamiento del sistema
educativo con repercusiones graves en nuestros estudiantes al que no le estamos
dotando de herramientas para enfrentar un mundo cada vez más complejo.
Los
resultados que se desprenden de PISA deben ser para analizarse, separarlos por
sectores o subsistemas educativos, estados, municipios, escuelas, por quintiles
de ingreso, por condiciones sociales y culturales del contexto. Esa información
debe servir para implementar estrategias formativas de los alumnos al menos en
esos tres campos. A la vez, deben revisarse las condiciones de los profesores, la
relación con los sindicatos, de las aulas, talleres y laboratorios de sus
escuelas, de los modos de enseñar y de aprender.
PISA
más allá de que le quieran colgar la etiqueta de ser un organismo
intervencionista en los países, que
determina la ruta educativa, y lo más grave, al servicio de la política
neoliberal, debería hacernos reflexionar que desde la Nueva Escuela Mexicana
que proclama el gobierno federal y la Refundación educativa que se promueve
desde el gobierno estatal tenemos mucho por hacer en el camino de mejora de los
aprendizajes.
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