domingo, 22 de diciembre de 2019

La voz de la oscura dama







La figura de Donna Summer sintetiza una década festiva y —para muchos— decadente. Su música fue un homenaje al placer y al movimiento, con letras que de tan sacrílegas se convirtieron en verdaderas alabanzas




Tenía noción de que la esencia del universo era musical.
H. A. Murena


Creyente como soy, alguna vez me encontré con un disco y lo compré. Ahora gira de nuevo en el reproductor. De las cualidades encontradas en este material está, es claro, la belleza de las voces y su música. Pero un suplemento más profundo fue el que me condujo a la comprensión de una frase del filósofo argentino H. A. Murena. Tardé diez años en hallarle sentido. Fue gracias a la cantante de color Mahalia Jackson que entendí. Desde entonces, cada vez, al escuchar Gospels & Spirituals, sé algo más de la frase y del ensayo “Ser música” (La metáfora y lo sagrado, de Murena), y voy siempre hacia las alturas: mis sentidos se elevan y agradecido digo a Mahalia mis palabras. Ya la sola imagen auditiva Góspel, por otra parte, me eleva; ya con el sólo hecho de proferir Spirituals, advierto el nombre de la vieja cantante…



El universo abierto desde la voz de Mahalia hacia la divinidad, hacia Dios, me hace pensar en lo anodino de los cantos en el templo a donde voy a escuchar la homilía dominical: esos cantos católicos de guitarra y panderos no logran llevar a alguna parte; si uno ha escuchado a Mahalia Jackson, sabe que ella es inspiradora: de la mano nos lleva a ofrecer nuestras alabanzas. No en balde logró seducir a Donna Summer y la condujo al canto.

Donna Summer había nacido en Boston, en 1948, un espacio puritano hasta la actualidad y donde, posiblemente, en aquellos tiempos a la raza negra solamente se le permitía cantar en sus iglesias. Ignoro, por cierto, el tiempo del encuentro entre la joven Donna y Mahalia Jackson; no obstante, me resulta sencillo imaginar la escena. “Dios crea nombrando, con ondas sonoras. Tampoco ignoramos que el primer contacto de un ser humano con el mundo es la voz de la madre oída en el vientre y que el oído es el último sentido que el agonizante pierde…” —nos recuerda Murena y así debió haber sido el encuentro (el nuevo y el antiguo), entre Donna y Mahalia.

Luego de cantar en el coro de su iglesia, la joven Donna integró con sus hermanas diversos grupos musicales; luego otro encuentro la llevó a conformarse en su totalidad: la fuerza de Janis Joplin, combinada con la de Mahalia Jackson, construyen lo que fue —y es— la reina de la música disco y el pop Donna Summer.





Torpemente, y durante los años setenta, bailé en la disco las canciones de la cantante. Me animaba —hasta lograr vencer mi timidez—, la sensualidad de la voz de la oscura dama de la noche: con escucharla era yo otro y se me revelaba cercana: sentía su magnífico cuerpo de ébano y me excitaba… eso me mantuvo en un predicamento: entre el deseo y el pecado: creyente como soy, y educado en la religión judeocristiana, mi suplicio estaba en la inducción terrible de la Iglesia católica hacia la culpa. Lo que decidí, entonces, fue arrodíllame ante la Summer y adorarla.

Su educada voz de mezzosoprano y su exquisito cuerpo, me inclinaron a la oscuridad. Bailé entonces en la pista con enorme fervor; mis primeras lecciones en el baile las había tomado con John Travolta, y comencé a disfrutar, en definitiva. La diosa lo pedía y, al tiempo descubrí que no me equivoqué, pues “el arte es rito en el que la materia de la ofrenda es el propio oficiante”, como indica Murena. Donna fue, entonces, la ocasión de volverme una ofrenda sin saberlo del todo, pero fui su instrumento decididamente y el placer me sedujo. Un pecador, sí, en eso me convertí desde entonces, y no me arrepiento ahora. Sin embargo, fui hacia la felicidad. Después sabría que “el mayor esplendor del arte surge de la mayor humildad espiritual y a ella reconoce…”.

¿Murena, Mahalia, Donna, una trinidad de exquisita voluntad estética, de pensamiento, de espiritualidad y de pecado? Quienes me conocen saben de mi devoción por la música y el baile. Entre las artes, las más disfrutables son para mí la música y el canto: la poesía total. El rito es un baile... La muerte de la Donna Summer me duele aún (ocurrió 17 de mayo de 2012, Naples, Florida; tenía sesenta y tres años), y me conforta escucharla y saber de su deleite por la música de su raza.

Justo en este instante descubro: GodSpell significa Dios anuncia.



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