“Don Susanito
Peñafiel y Somellera para servir
a Dios, a don Porfirio y a usted”.
a Dios, a don Porfirio y a usted”.
México de mis recuerdos (1943)
Debemos a Joaquín Pardavé una forma de ser del mexicano,
una manera de proceder de la clase media de una época, y un sinnúmero de filmes
y canciones que alguna vez hemos tarareado, que, no cantado, seguramente por
falta de voz.
Su nacimiento,
en Pénjamo, Guanajuato (en 1900), nos recuerda vagamente a la leyenda de Edgar
Allan Poe, pues también fue hijo de actores y cantantes itinerantes (en este
caso españoles); nació, pues, de chiripa en ese pueblo del bajío mexicano,
cuando sus padres viajaban en una gira de trabajo. Su historia de vida, dentro
de la actuación, de la interpretación y creación de personajes (don Susanito
Peñafiel y Somellera, Jalil Farad, Wu Li Wong o Pascual, por ejemplo, cuyos
desamores, en este último, son tan dolorosos como los vividos en carne propia
por el poeta norteamericano, creador del poema “El cuervo”), se hallan dentro
del orden de lo extraordinario... Pero hasta aquí la similitud forzada entre
ambos personajes, pues Pardavé, el actor mexicano, mantiene un rumbo distinto e
incomparable: entre el drama, la comedia, la “historia” de la vida nacional y
el canto.
Asimismo, fue
realizador cinematográfico, de cuyas películas él mismo fue director,
argumentista, productor y actor, y que hoy son un documento fundamental de toda
una época de la historia sociocultural de nuestro país, pues resultan un
retrato ironizado de una clase media pomposa y blasonera, ya en decadencia —o
casi desaparecida—, pero en un tiempo extendida a lo largo y ancho de todo el
territorio nacional.
EL CINE Y LA CLASE
MEDIA MEXICANA
Al igual que las obras de teatro de Xavier Villaurrutia,
las películas de Joaquín Pardavé ofrecen la visión de una clase media
privilegiada por largo tiempo en México. Las obras dramáticas de Villaurrutia
nos ofrecen una lectura fiel de su tiempo, y las películas de Pardavé una
exaltación, sin dejar la ironía, de una época en la cual todos se consideraban
de sangre azul y dignos de asistir a las fiestas de Don Porfirio. La
persistencia en las salas de esa visión de postín de algunos mexicanos, llegó a
impregnarse no solamente entre los habitantes de la capital, sino en algunas
familias de provincia, que guardaban cierta economía y, de los filmes
pardavenianos, aprehendieron, sospechamos, cierta moral e inmoralidad allí
descrita. ¿O mejor sería decir que Joaquín Pardavé logró una similitud con
Donatien Alphonse François de Sade al satirizar las costumbres de la época y
algunos las vieron como fórmula a seguir? De acuerdo a Carlos Monsiváis, el
cine de Pardavé, a las clases medias, “para su encantamiento”, “se le propone
un pasado ideal, desbordante en detalles memorables: los valses dedicados a
Doña Carmelita Romero Rubio de Díaz, los versos de doble o triple sentido, los
jarrones, las flores, los medallones, los poetas bohemios Luis G. Urbina y
Amado Nervo, la loza pintada, los pregones (“Mercaraaaaaán chicuilotitos”) y,
sobre todo el uso prosopopéyico del lenguaje, las palabras circunspectas (si
esdrújulas, mucho mejor) el tono ceremonioso, la existencia en función de las
formas.”
Ambas visiones
nos dejan postales muy distintas de una sociedad que, en todo caso, ya no
existe, pero que en lo más profundo del corazón de los mexicanos revive cada
vez que se mira una película del actor o se lee una obra del poeta y dramaturgo
Xavier Villaurrutia. Aunque ya inexistentes los modos y costumbres ubicados en
las diferentes visiones, encadenan hasta ser parte de nuestra conciencia e
idiosincrasia, y a veces persistentes pretensiones de algunas maneras del
(querer) ser mexicano.
LOS DELIRIOS
DE UNA NACIÓN
Todavía son muy disfrutables los filmes de Joaquín
Pardavé. Cada vez que por casualidad veo una película en la televisión, me
imagino las oscuridades de las salas de cine de la época. Me pregunto,
entonces, si las familias mexicanas de los años cuarenta se reían al ver los
desfiguros de los personajes, o si en verdad eran un modelo para éstos. Pero lo
más divertido sería que hoy 29 de noviembre de 2019, Pardavé estuviera vivo y
en su mayor apogeo creativo: logrando hacer la crítica y la guasa de la actual
situación de la realidad políticosocial del país.
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