René
Chávez Deníz*

Cercas
de la imagen de la virgen, un grupo de personas invitan a los asistentes a
unirse al rezo del santo rosario quienes al final de cada misterio intercalan
cantos y alabanzas, “La guadalupana, La guadalupana, La guadalupana bajo al
Tepeyac…” los niños emocionados son los que de manera muy efusiva entonan
fuertemente los cantos contagiados propiamente por el fervor expresados por la
gente adulta.
A
partir de la once de la noche no cesa la virgen de recibir visitantes, familias
enteras acuden a rezar, otras personas al unísono entonan cantos guadalupanos y
diversidad de personas sentadas en bancas se unen en oración con las demás
fieles.

La
piel de algunos feligreses se eriza cuando se cantan canciones propias del
guadalupanismo, muchos de ellos cantan y la emoción los quebranta y les inspira
a emitir sollozos que contagian a propios y a extraños.
Durante
la velada no pueden faltar cientos de paisanos tecalitlenses que radican en los
Estados Unidos que año con año continúan la tradición de visitar a la morenita
de Tepeyac cada diez de diciembre.
Ellos
con mucho mayor fervor buscaban estar cerca de la imagen de la virgen, ahí acompañados
de sus hijos les infundían insensatamente una mayor veneración al guadalupanismo.
La
claridad de un nuevo día llego y muchos católicos se da por terminada la visita
a la virgen de Guadalupe, la velada había transcurrido en total orden y
tranquilidad.
Un
año más en el cual los católicos honran con motivos diversos a la siempre
virgen Santa María de Guadalupe quien protege permanentemente con su manto a la
población tecalitlense
*Cronista
Municipal de Tecalitlán.
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