Fernando G. Castolo
Sin
duda alguna, la estoica presencia de Zapotlán, en el plano universal, se debe
en gran medida a la meritoria labor de sus hijos que, dentro del campo creativo
y recreativo, la han sabido ensalzar. Tal es el caso del muralista José
Clemente Orozco, quien viera la luz primera un 23 de noviembre de 1883.
Sobre
las sensibles entrañas de esta Ciudad Guzmán se escuchan aún los lamentos por
no contar con obra de este personaje, que se erige gallardo como un Prometeo en
donde quiera que sí pudo plasmarla: Ciudad de México, Guadalajara, Jiquilpan,
por ejemplo.
Se
encuentra documentada la intención que Orozco tuvo para plasmar algo de su obra
mural en esta antigua Zapotlán. En 1936, siendo presidente municipal Francisco
Chavira Rojas, el profesor Manuel Chávez Madrueño (líder moral de la educación
en Zapotlán) da cuenta de que, en entrevista con el director del Museo Regional
de Guadalajara, el célebre pintor Ixca Farías, se enteró del expresado interés
que el artista tenía para visitar su tierra natal y pintar en sus muros.
En
este año José Clemente se acababa de domiciliar en Guadalajara donde había sido
contratado para ejecutar obra mural en la Universidad, en el Palacio de
Gobierno y en el Hospicio Cabañas. Por ese motivo se externaba que “…
considerando la significación que tendría para el Municipio, la ejecución de
una obra artística de un pintor que actualmente es un valor positivo en el
mundo artístico, y de los gastos relativamente cortos que habría que erogar…”,
era preciso propiciar un acercamiento con Orozco, para lo cual se pensó en
acudir con el escritor Guillermo Jiménez (destacado diplomático zapotlense),
rogándole entrevistar al artista para invitarlo a venir, en representación del
H. Ayuntamiento, y que le indicara qué elementos tendría que proporcionar el
municipio para la ejecución de la obra que pensaba plasmar. Con ese motivo se
aprobó declararlo “Hijo Ilustre de Ciudad Guzmán”.
Ignoramos
sobre este particular cual fue el seguimiento que se le dio, o la exposición de
motivos que se ventilaron para salvar los obstáculos que permitieran que,
finalmente, Orozco pintara; pero lo que sí es evidente es que el artista nunca
plasmó nada en Zapotlán. Es probable que, de haber pintado algo José Clemente,
su tema inspiracional hubieran sido los textos que ya había trabajado y
publicado Guillermo Jiménez en su opúsculo “Zapotlán, lugar de zapotes” (1933),
material que conoció José Rolón, aún inédito, y que utilizó para su suite
sinfónica “Zapotlán, 1895”, composición que nuestro músico da a conocer en
1929.
Después
de la muerte del artista, el 7 de septiembre de 1949, una serie de homenajes de
carácter nacional fueron propiciados por las altas cúpulas políticas y
culturales del país. En un opúsculo publicado en octubre del propio año, Juan
José Arreola refiere: “Ha muerto el más grande de los hijos de Zapotlán. Murió
en él un mexicano universal, uno de los artistas que han llevado el nombre de
nuestro país a todos los ámbitos del mundo… Qué bueno sería si Zapotlán, que ha
tratado de reconquistar su antiguo nombre, lo hiciera uniéndolo al del más
insigne de sus hijos. Si se llamaba Zapotlán el Grande, la designación de
Zapotlán de Orozco no desmiente la pretendida grandeza, sino que la verifica en
el genio de José Clemente Orozco, cuyo nombre ha sido inscrito ya en los anales
gloriosos de la Patria y cuyas cenizas reposan en la Rotonda de los Hombres
Ilustres”.
Con
la desaparición física de José Clemente Orozco, la comunidad zapotlense,
incentivada en gran medida por el intelectual Alfredo Velasco Cisneros, inicia
una serie de intentos, con profusos y bien expuestos criterios, para que Ciudad
Guzmán sea rebautizado con el nombre de Zapotlán de Orozco, con el doble fin:
para recuperar la primitiva nomenclatura de la población y para honrar al
esclarecido muralista de fama internacional, según lo había referido el propio
Arreola en su colaboración dentro de la revista “Zapotlán en México”.
En
Zapotlán, en un inicial intento por hacer eco de estas palabras, el
Ayuntamiento encabezado por Alfonso Moreno Vera, impone el nombre de José
Clemente Orozco a la antigua calle de Riva Palacio (por creerse que sobre la
misma había nacido el genial pintor), el 30 de septiembre de 1949.
Para
1951 un siendo homenaje se organiza en la ciudad, siendo el cénit del mismo, la
develación de una placa de mármol alusiva al lugar de nacimiento del
esclarecido artista, misma que quedó instalada en la casa-habitación de don
Carlos Villanueva (hoy Casa de los Postres) sobre la calle José Clemente Orozco.
A este emotivo acto asistió el Gobernador del Estado Lic. Jesús González Gallo
y la viuda del muralista doña Margarita Valladares. Ese año, por cierto, el
escritor Juan José Arreola ganaría los Juegos Florales de la ciudad con su
composición “Oda terrenal a Zapotlán el Grande con un canto a José Clemente”,
donde destaca el histórico episodio: “José Clemente: ahora que Zapotlán escribe
tu nombre prometeico sobre una hoja de mármol memorable…”. Esta placa de mármol
fue retirada en 1985, sabiendo todos que la prefijada casa no era la nativa del
artista (en realidad nació en la esquina de las hoy calles Federico del Toro y
José Clemente Orozco, frente a la Plaza Principal), y se depositó en el Archivo
Municipal. Hoy en día se localiza en la sala que lleva su nombre, al interior
del Palacio Municipal.
Para
1956, siendo Gobernador del Estado el Lic. Agustín Yáñez, se invitó a Diego
Rivera para que plasmara una obra mural en el Palacio de Gobierno. Rivera no
solamente estaba dispuesto a ejecutar el mural, sino inclusive a donarlo al
pueblo de Jalisco. Sin embargo, en carta que escribe desde Rusia, puso una sola
condición al gobernante: que se cambiara el nombre de Ciudad Guzmán por el de
Zapotlán de Orozco. Yáñez le hizo saber que esa también era su intención, y que
el tema lo abordó desde su gira electoral. Una vez llegado a la gubernatura en
1953 encontró muchas reticencias para cristalizar el proyecto del cambio de
nombre, después se vino el centenario de la Revolución de Ayutla (1954) en la
cual sucumbió don Gordiano Guzmán, lo que hizo de todo inoportuno el anhelado
cambio. Claro está que como no se pudo cambiar el nombre a Ciudad Guzmán,
tampoco Rivera pudo plasmar una obra mural en Jalisco (un año después
fallecería).
El
último e infructuoso intento para impulsar esta iniciativa se realiza en 1965,
siendo recientemente nombrado Gobernador de Jalisco el Lic. Francisco Medina
Ascencio, en carta dirigida por el Grupo Cultural “Arquitrabe”, y por más de
200 profesionistas y vecinos notables de la ciudad.
Años
más tarde, el Gobernador Alberto Orozco Romero, en una sentida carta que le
envía a Esteban Cibrián, director del Museo Regional de Ciudad Guzmán,
declararía, a propósito del cambio de nombre de la ciudad: “… en mi mente sólo
existe el recuerdo de las palabras de Diego Rivera, quien siempre juzgó que ese
sería el mejor homenaje permanente a la memoria de Clemente Orozco…”.
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