Cine
sin Memoria
José
Luis Vivar
A raíz
de La Noche de los Muertos Vivientes
(George A. Romero, Night of the Living Dead, 1968), las películas de zombis se
han convertido en algo común en la cinematografía mundial. Además de los
Estados Unidos, países como Inglaterra, Japón, Corea, desde luego México,
Rusia, Francia, Canadá, e incluso Cuba, han presentado historias cuyo argumento
son los muertos vivientes. Algunas con excelentes resultados y otras para el
olvido.
Las series de televisión también han
tomado a estos seres que regresan de las tumbas para devorar a los vivos,
siendo The Walking Dead (varios
directores, a partir del 2010), la más popular, con diez temporadas, y otra ya
confirmada, la que más acapara la atención tanto en los canales tradicionales
como en las plataformas digitales. Por lo visto, los zombis son un negocio
redondo.
Tal vez por eso, aprovechando el
éxito comercial de estos personajes de ultratumba es que aparece otra película,
Los Muertos no Mueren (Jim Jarmusch,
The Dead don´t Die, 2019), que en tono de comedia trata el tema desde una
perspectiva muy al estilo de su director.
A raíz de un fenómeno conocido como
Fracking Polar, el planeta tierra se sale de su eje, el sol no se pone, y todos
los dispositivos electrónicos alteran su funcionamiento. Esto da pie para que
los muertos abandonen sus tumbas y hagan de las suyas en el pueblo de
Centerville.
El jefe de la Policía Cliff
Robertson (Bill Murray), el oficial Ronald Peterson (Adam Driver), y la oficial
Mindy Morrison (Chloe Sevigny) serán el hilo conductor de esta delirante
historia que con situaciones inverosímiles y hasta grotescas, realizan una
crítica al comportamiento del estadounidense promedio.
A
través de una galería de personajes triunfadores y perdedores; racistas y
parásitos sociales, Jarmusch, experimentado director por grandes películas como
Dead Man (1995); Ghost Dog: the way of the Samurái (1999); y Flores Rotas (2005), delata sin piedad los excesos del capitalismo.
Los consumidores insaciables, esos que acumulan de todo, sin tener necesidad.
Los que tiran al bote la basura lo que todavía sirve porque todo el tiempo
están buscando algo novedoso, aunque en ello empeñen sus vidas vacías.
Los Muertos no Mueren tiene dos formas
de interpretación: la superficial que se concentra en la comedia, y la crítica
que pone en evidencia las consecuencias que a futuro tendrá el Capitalismo, si
la forma de progresa consiste en continuar con ese estilo de vida.
En
medio de este caos resalta la presencia y la voz del ermitaño Bob (Tom Waits), quien
es el profeta de este apocalipsis, y al mismo tiempo el narrador de todas las
desgracias que le tocan presenciar en su pueblo. Advierte que nadie saldrá vivo
de esa situación, y que tarde o temprano todos se volverán muertos vivientes,
algunas de forma circunstancial y otros será la plaga encargada de devorarlos.
El
otrora caza fantasmas Bill Murray es un jefe de la Policía que entiende la
situación, pero no sabe cómo detenerla, porque todo sucede demasiado rápido.
Sobresalen las actuaciones de Tilda Swinton como Zelda Winston, la
embalsamadora del pueblo; Steve Buscemi como Miller, un desequilibrado
ranchero, Danny Glover y Selene Gomez, cuya presencia juvenil no la salva de
las garras de los zombis.
A
primera instancia alguien podría decir que se trata de otra película de muertos
vivientes, y estará acertando, sin embargo, es algo diferente, porque muy en el
fondo es algo más que eso, y vale la pena ver.
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