Gilberto
Moreno
Mientras
haya agua en el valle de Zapotlán, sus habitantes, su comercio y sus
actividades agrícolas seguirán floreciendo y dando sus frutos: para el estado,
para México y para el mundo.
Si
debido a la sobreexplotación agrícola, a la irresponsabilidad privada y
gubernamental, a la falta de planeación y a la ignorancia colectiva, el agua se
termina en el valle de Zapotlán, habremos destruido nuestro futuro como
sociedad y centro productivo regional. Sin agua, las empresas agrícolas se irán
aún más rápido de cómo llegaron y Ciudad Guzmán se convertirá en una ciudad
anémica con una profunda crisis ecológica, social, económica y política. Será
un pueblo sin agua, sin empleos, sin empresas; solamente caos y sequía.
Dice
la sabiduría popular que “después de ahogado el niño, a tapar el pozo”, pero
¿por qué esperarnos a un resultado trágico que se puede evitar? ¿Por qué tomar
riesgos innecesarios, irresponsables y que hipotequen el futuro de todos?
También
se dice que el hubiera no existe. Lo cual es completamente falso, el hubiera sí
existe: es lo que hacemos o dejamos de hacer hoy para que el futuro sea mejor.
El hubiera es esa realidad alterna que buscamos o le damos la espalda. Es
consecuencia de lo que decidimos hacer hoy.
Y
hoy, (no dentro de cinco, diez o quince años), debemos estar muy atentos y
defender el interés de todos los zapotlenses. No se vale simplemente suponer
que no habrá problemas y que todo está bajo control. De ser así, ¿por qué es un
secreto a voces que hay escasez de agua?, ¿por qué cada vez hay que perforar a
mayor profundidad para encontrar el agua?, ¿de verdad queremos cruzarnos de
brazos y esperar a que la árida realidad nos pase una factura que no podemos
pagar? Si hemos de excedernos en nuestras acciones, ¿no es mejor excedernos en
el monitoreo responsable a excedernos en la explotación irresponsable?
En
el Diario Oficial de la Federación (DOF, 04/01/2018) se reportó que la
disponibilidad media anual, actualizada hasta el 31 de diciembre de 2015,
presenta un faltante de 26.9 millones de metros cúbicos por año para el
acuífero de Cd. Guzmán (Región VIII Lerma Santiago Pacífico, Jalisco, clave
1406).
Ahí
mismo también se indica que la recarga media anual es de 266.1 millones de m3,
que la descarga natural comprometida es de 16.0 millones de m3,
están concesionados 271.1 millones de m3 y 5.9 millones de m3
aún están pendientes de registrarse. O sea, se reciben 266.1, pero se consumen
293 millones de metros cúbicos por año.
¿Por
qué razón un déficit del 10% de la recarga anual no merece nuestra atención y
escrutinio? ¿Desde qué perspectiva ganar 100 pesos al mes, pero gastar 110
pesos cada mes es algo sustentable o recomendable? ¿Qué se hará cuando se
acaben los mantos acuíferos? ¿Qué se hará cuando ya no haya ahorros ni dinero
en el banco?
Si
un productor agrícola no tiene suficiente agua, antes que moderar su
producción, perforará un pozo más profundo. Y si por alguna extraña razón, sin
mediar regulación, ni supervisión externa, adecúa su producción con criterios
de sustentabilidad y responsabilidad social por iniciativa propia, nada
garantiza que los vecinos, que explotan el mismo manto acuífero, se comporten
de forma tan ejemplar y responsable.
Tampoco
es previsible que las empresas productoras expresen abiertamente “su
preocupación por la falta de agua”. De hacerlo, lo lógico sería una invitación
oficial a bajar la producción y una mayor supervisión para diagnosticar el
problema. Algo que obviamente preferirían no incluir en su plan de negocios. “Calladitos
se ven más bonitos”, y les resulta más redituable en el corto plazo.
Desgraciadamente,
las autoridades federales, estatales, municipales y los centros académicos son
expertos en hacer “autopsias” y asignar responsabilidades después que pasan los
problemas, pero no tanto en tomar la iniciativa y prevenir que estos sucedan.
Menos aun si no hay interés y presión por parte de la sociedad. El gobierno y
la academia siempre están demasiado ocupados con ríos de urgencias efímeras
(políticas, presupuestales, organizativas) como para atender con seriedad los
problemas importantes de fondo.
Otra
parte del problema es que no se trata simplemente de distinguir el blanco del
negro. Ninguno de los extremos es solución: ni restringir todos los permisos,
ni renunciar a todo tipo de control. La solución es encontrar el tono de gris
adecuado. Una persona puede donar sangre cada cierto tiempo, pero no se puede
quedar sin sangre. Se pueden explotar los mantos acuíferos, pero no se deben
agotar, año con año estos deben regenerarse.
Las
berries y los aguacates son un ingreso muy importante para todo el municipio.
Pero al vender estos productos también estamos vendiendo nuestra agua
“envasada” en cada berrie´s y en cada aguacate y en su proceso de producción.
El
problema no es simple, pero tampoco imposible. Si no es posible tener un
balance diario, semanal o mensual del agua en el Valle de Zapotlán, por lo
menos sí deberíamos de tener un registro completo de cada semestre o de cada
año. ¿Cuánta agua tenemos?, ¿cuánta agua podemos usar?, ¿cuánto tardan en
regenerarse los mantos acuíferos?, ¿cuánta agua están consumiendo los
invernaderos y los aguacateros?, ¿cuánta agua nos queda?, ¿cuánto tiempo
tenemos? ¿Hay Zapotlán el Grande para rato?, ¿o la avaricia y la negligencia lo
convertirán irremediablemente en Zapotlán el Seco?
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