Juan José Ríos Ríos
El Volcán/Guzmán
Los
llamados “toros de once” se han convertido, con el paso de los años, en una
actividad en el que participan cientos de jóvenes, gran cantidad de vehículos y
en un espectáculo que los ciudadanos ven como parte de la “tradición” de las
fiestas del mes de octubre, que distan mucho de su origen religioso y del honor
que merece la sagrada y venerada imagen de Señor San José, la Virgen del
Rosario y El Niño, que en señal de gratitud y como juramento se originaron en
1750, año en que se realizó la primera función.
Estas celebraciones, que son dos por
año y que concluyen en las instalaciones del lienzo charro, sin duda alguna son
atractivo de muchas personas que los observan al transitar por las calles que
son el órgano vital del tránsito vehicular en la ciudad, la Federico del Toro y
la Avenida Colón, pero también son causa del mayor caos vial que se padece en
Ciudad Guzmán durante sus fiestas, superan en mucho los cierres de calles que
se hacen para la realización de las peregrinaciones a catedral, problema que se
agudiza por la ausencia de medidas alternas de las autoridades responsables del
tráfico vehicular, por lo que se trastornan las actividades por varias horas.
Sin duda alguna los toros de once
son la oportunidad para dar paso a algunos excesos, principalmente el consumo
de bebidas embriagantes, cuando muchos de los jóvenes que toman parte de ellos
compran cerveza y licor en cantidades que sin duda alguna beneficia a las
tiendas que los venden, pero que también favorece la irresponsabilidad, cuando
algunas de las personas que conducen las unidades en los que se movilizan los
muchachos van consumiéndolas al mismo tiempo que conducen el vehículo en plena
vía pública, lo que no se permite, por ley, a ninguna otra persona ajena al
evento, aunque también se da por quienes infringen las disposiciones legales
como si su existencia fuera para ello.
Acerca de este fenómeno, en
entrevista con el cronista de Zapotlán el Grande y jefe del Archivo Histórico
de la ciudad, Fernando G. Castolo, dijo que Juan José Arreola en su libro La
Feria y otros textos que fueron recogidos por gente que lo entrevistó, como
Fernando del Paso; “Ya habla de eso famoso toro de once, que no era otra cosa
que a las once de la mañana se hacía un convite por las principales calles de
la ciudad, que lo único que hacía era invitar a las familias a que se
reclutaran en el lienzo charro a fin de apreciar, no una corrida de toros
formal, a veces era un simple espectáculo taurino o charro taurino, convites
que se componían por caballeros jóvenes, con un buen porte, a caballo y otros
iban con el toro custodiado con lanzas para evitar accidentes. También tomaban
parte mujeres muy guapas que se vestían de majas”, dijo G. Castolo.
De esta manera se invitaba al pueblo
al toro de once, horario que sociológicamente se utiliza para convocar
reuniones de convivencia. “Juan José Arreola lo señala, vamos haciendo las
once, que no era más que un punto de reunión donde se realizaba una tertulia y
servían algunos frascos de ponche de granada que se acompañaban con frituras de
cerdo que la gente denominaba calmantes, precisamente porque calmaban el hambre
de esa hora. “Yo fui joven también, me involucré en los toros de once que hoy
en día son parte del folklore que convoca a los jóvenes, yo participaba desde
que estaba en la preparatoria, porque antes se hacía un toro de once por cada
institución de educación media y superior de la ciudad. No puedo decir que en
mi época haya sido más tranquilo que ahorita, porque finalmente con el paso de
los años le va pareciendo más escandaloso, recuerdo que salíamos de la escuela,
hacíamos un recorrido por las principales calles de la ciudad y retornando al
lienzo charro”, dijo el cronista.
Recordó que en su época algunos
muchachos cargaban cajas con huevos y la diversión era aventarlos a la gente, a
las casas, lo que dijo era lamentable, pero era la diversión, y todo el
trayecto estar consumiendo alcohol. “Lo más vistosos de estos convites eran los
que organizaban Veterinaria, tenían un grupo de jóvenes que aperturaban el
evento vestidos de damas, que era el atractivo del convite. “Hoy en día y como
se ha reducido a dos convites, creo que por eso se convocan tantos estudiantes
a uno solo, aunado a ello los grupos que vienen a tocar que aparecen en
carteles nacionales que ameniza, un plus que se le da al espectáculo”.
Lo que hoy se ve y entre quienes
participan en los convites, es posible que años después los vean como un
espectáculo poco digno de las fiestas. “Platicando con el Obispo don Rafael
León Villegas, me comentó: “Qué le vamos a hacer, si finalmente es la fiesta de
todos los zapotlenses y debemos de tener la capacidad de diversificar los
gustos, para que todos, de una u otra forma se diviertan. Ojalá que este tipo
de convites sean propositivos, en ambiente sano y que no desemboquen en
situaciones que se lamenten, y si es así, que las autoridades procuren eliminarlos,
ciertamente son una molestia, la ciudad ha crecido mucho, que tiene problemas
complejos y que no podemos darlos lujos de estar haciendo este tipo de convites
porque la ciudad tiene que caminar de una manera normal y formal y esto
frustra, es el momento de que los niños salen de las escuelas, provocan un caos
en una ciudad tan compleja como ya es Ciudad Guzmán”, abundó el entrevistado.
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