María del Carmen Torres Ávalos
Hablar de lenguaje oral y lenguaje escrito en este
momento dentro de la educación, significa revisar los fundamentos de los
programas vigentes. Por principio de cuentas, se debe retomar lo que refiere el
Campo de formación Lenguaje y comunicación, mismo que tiene como finalidad
desarrollar competencias comunicativas en los estudiantes, a partir del
uso y estudio formal del lenguaje.
En
este sentido, hablar, escuchar e interactuar con otros; identificar
problemas y soluciones; comprender, interpretar y producir una variedad de
textos, son competencias que se busca desarrollar a lo largo de
la educación básica, y que se logra a través de la reflexión individual y
colectiva acerca del lenguaje.
La lectura y la
escritura son procesos que hoy en día no se basan en secuencias y lineamientos
convencionales como era hasta hace unas décadas, sino que se sustentan en
y para el aprendizaje permanente y la inserción en la economía del
conocimiento; por lo cual se privilegian habilidades como la comprensión,
la búsqueda, el manejo, la reflexión y el uso de la información.
Continuando, se justifican
como Enfoque de la signatura del Español a las Prácticas Sociales del Lenguaje,
mismas que se definen como los modos de interactuar con otras personas o con
los textos (conversar con los compañeros, leer una carta, revisar un programa de
televisión, elaborar un reclamo, escribir un poema, etc.) como lo señala
(Hernández 2011), son “Las diferentes maneras en que las personas comunicamos,
recibimos y trasmitimos información, utilizamos y nos apoyamos en el lenguaje
oral y escrito”.
STree propone que la
cultura escrita es una construcción múltiple, puesto que leer y escribir se
logran mediante formas diversas y heterogéneas y que las prácticas del lenguaje
escrito están inmersas en la comunicación oral, donde el habla puede incluir o
involucrar textos escritos. Desde esta perspectiva, es importante comprender
que la alfabetización implica los usos de la lectura y la escritura en
contextos específicos.
De esta forma el lector y
el escritor se desarrolla simultáneamente sobre dos historias; la primera, una
historia social en la que se construye y se consolida la configuración de
concepciones culturales alrededor de la lengua escrita; y la segunda una
historia individual de nuestro propio tránsito por la geografía.
Por tanto, la lectura y la
escritura son actividades contextualizadas, siempre ocurren en situaciones
ligadas al mundo, justo porque su sentido se encuentra a partir de nuestra
conexión con él. Cómo leemos y cómo escribimos depende del contexto en el que
lo hacemos
Así pues, la lengua
escrita surge en el mundo del habla y convive estrechamente con la oralidad. Luego
entonces, se puede identificar con lo anteriormente expuesto que: La
adquisición de la lectura y la escritura, inicia por el lenguaje oral para
expresarnos y de este modo transitar a lo escrito. La relación entre la lengua
oral y la lengua escrita conforma una compleja trama de vínculos que nos
llevarán a desarrollar prácticas sociales del lenguaje.
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