Víctor Hugo Prado
No
hay Estado ni región que escapen a la violencia, así lo muestran los reportes
noticiosos, cuando no es Guanajuato es Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Colima
o cualquier otro. Hace apenas unos meses de visita oficial a México, la alta
comisionada de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, Michelle Bachelet, reconoció las dimensiones de una crisis en materia
de garantías fundamentales por la violencia que azota a nuestro país.
Alcanzando cifras de muertes violentas propias de un país en guerra, más de un
cuarto de millón de seres humanos han perdido la vida desde 2006. Para muestra
un botón, el lunes pasado en Michoacán se reportó una mortal emboscada, donde
supuestos civiles asesinaron a 13 policías en el municipio de Aguililla.
Existe una historia de
violencia en la región de tierra caliente de ese estado muy marcada, han
padecido la lucha de cárteles que en algún momento dio pauta al surgimiento de
un movimiento de autoseguridad llamados grupos de autodefensa, en medio está la
población civil padeciendo todas las consecuencias de una inseguridad
creciente. Así en el día a día suceden desapariciones, feminicidios, atropellos
contra migrantes, atentados contra luchadores sociales y periodistas, casos de
tortura, en fin, toda suerte de vejaciones que mantienen a la población en la
desesperación por no ver la luz al final del horroroso camino. Está claro que
la violencia no puede combatirse apelando a que las madrecitas regañen a sus
hijos metidos en la delincuencia, tampoco con una política de diálogo con el
crimen organizado, menos con descalificaciones pueriles como las del fuchi
guacala.
El Estado debe actuar con los
instrumentos de control que tiene para defender a la ciudadanía en general,
para ello crearon a la Guardia Nacional, pero también hay recursos federales y
estatales que deben trabajar de manera coordinada. Lo sucedido en Aguililla no
es un asunto normal, no es una circunstancia de todos los días como
desafortunadamente la responsable de la seguridad interior y de la existencia
de la paz pública, Olga Sánchez Cordero, lo declaró. Si pasan sucesos violentos
a todas horas, todos los días, en todos los lugares del país, no es para verlo
como normal. No fue un lamentable accidente. Si así se ve, la visión que se
tiene del problema es equívoca. Tampoco a estas alturas del partido se puede
decir que es el país que les dejaron, con la guerra perdida, si así estaba
entonces tienen la obligación de ganarla. Sin dejar de reconocer que el tema de
la inseguridad, es el asunto que más preocupa a los mexicanos de acuerdo con
estudios del INEGI, no queda de otra más que replantear la estrategia de
combate frontal a la vez que se generan oportunidades de educación y empleo, en
un escenario seguro que de aliento a la inversión. No está fácil.
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