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jueves, 10 de octubre de 2019

Elena Garro: su rebeldía más allá de la pluma







Alan Arenas



La historia ha sido injusta con la vida y obra de Elena Garro, hasta la fecha. Por desgracia, cuando se habla de ella, sale a relucir de manera inmediata el tema de su vida tormentosa a lado de Octavio Paz; así que su obra literaria queda en un segundo plano; y qué decir de su faceta poco conocidas como luchadora social.

            En mi caso, me enteré sobre esta faceta al buscar su influencia en el movimiento conocido como boom latinoamericano; sin embargo, conforme seguí leyendo sobre su biografía me fue atrapando más su lado de líder social, sobre todo en el estado de Morelos, lugar donde radicó por mucho tiempo.

            Elena Garro convivió con intelectuales del momento, gracias a su trabajo como dramaturga o al de su marido; pero esto no le fue impedimento para ver las necesidades indigenistas, y luchar a favor de la reforma agraria. Ella respaldaba la pugna por las tierras comunales de Morelos, de que, en ese entonces, era peleadas por quien fuera el Presidente del Banco Nacional de México, Agustín Legorreta.

            Garro por mucho tiempo dio alojamiento y cobijo en su casa a los líderes campesinos como a Enedino Montiel. Ella los acompaño en juntas y en la Confederación Nacional Campesina; los campesinos vieron en su imagen una líder que a pesar de ir a estos eventos con su traje sastre, se identificaban con ella y se sentían respaldados. Después de mucho tiempo la resolución fue a favor del grupo campesino; esto permitió a Garro a forjar una imagen de luchadora social por las causas campesinas. Sin embargo, como dicta el dicho “no todo fue hojuelas sobre miel”, tiempo después de la resolución Enedino y su esposa fueron asesinados a machetazos.

            Elena fue con los intelectuales de su época, entre ellos Paz, quienes se habían manifestado contra el franquismo o por el asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo, sin embargo, le dieron la espalda a Elena.




            Esto fue un gran golpe anímico, debido a eso y muchas cosas más el matrimonio terminó 22 años después; en una entrevista antes de su muerte se expresó de esta manera de Octavio Paz:  “Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él (…) en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz”.

            No obstante, la lucha social de Garro no se circundó en el mundo agrario; también se extendió hasta el ámbito académico. En plena efervescencia del movimiento estudiantil del 68. Elena Garro estuvo presente. Sin embargo, fue en este movimiento donde su imagen fue tachada y manchada; incluso acusada de espía de la CIA.

             Tal vez por su cercanía con Carlos Madrazo, parte de la cúpula priista, por envida o por cualquier asunto pendiente entre la elite cultural, le pasaron factura. Según documentos recién desclasificados del Archivo General de la Nación, fue señalada, por Samuel Campus Lemus, como delatora de varios líderes e intelectuales que participaron en el movimiento entre ellos a Carlos Monsiváis, Rosario Castellanos y Leonora Carrington. Ante esto el escritor Carlos Monsiváis la llamó "La cantante del año".

            Debido a toda la presión social, Elena dejó el país buscando una nueva vida en Nueva York, Madrid y París. Fueron cerca de veinte años que dejó a México junto con su hija. En su regreso en 1993 el fantasma de la traición no se había difuminado; y mucho menos el dolor que le provocó por muchos años el autor del Laberinto de la Soledad.

            Volvió a Morelos junto con su hija y rodeada de gatos. El café y el cigarro; la soledad y el odio se minaron en su pecho; el 22 de agosto de 1998 murió de cáncer de pulmón. Sin embargo, logró ver los inicios de la revaloración de su obra que había sido sepultada por varios años. Obra que ha sido, para varios especialistas, señalada como precursora del realismo mágico con trabajo Los recuerdos del porvenir (1963). Y desde luego su extenso repertorio para montajes teatrales como El árbol, Un hogar sólido,  así como novela, cuento y poesía que le permitieron obtener distintos premios y reconocimientos nacionales e internacionales. 
           

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