martes, 24 de septiembre de 2019

Sunset Boulevard




Cine sin Memoria



José Luis Vivar



Alrededor de una alberca policías y reporteros gráficos son testigos del cadáver de un hombre flotando bocabajo. Suicidio o asesinato es la pregunta obligada. De pronto, una toma submarina muestra el rostro de ese desconocido que, ante la sorpresa de todos comienza a contar su historia. Sí, un muerto se convierte en el narrador de esta mítica película titulada Sunset Boulevard (Gene Wilder, 1950), conocida en nuestro país como El Crepúsculo de los Dioses, y la cual se convirtió en pionera de este estilo narrativo.




            Sin embargo, existen ejemplos en torno a personajes que son importantes a pesar de estar muertos, como es el caso de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), la verdad es que, habrían de pasar cuarenta y nueve años para que las salas de cine se sacudieran con un personaje que desde la muerte participa activamente en la historia: El Sexto Sentido (The Sixth Sense, M. Night Shyamalan, 1999) -la cual trata un tema de carácter sobrenatural con delicada profundidad, teniendo a Bruce Willis en el papel principal-; y no en tono de comedia ligera como en los casos de Beetlejuice (Tim Burton, 1988) o La Sombra del Amor (Ghost, Jerry Zucker, 1990) Aunque mención aparte está la tragedia de los pasajeros de un vuelo comercial, narrada en forma coral y titulada Almas Pasajeras (Passengers, Rodrigo García, 2008), que injustamente pasó más que desapercibida.

            Pero volviendo a Sunset Boulevard, lo que sería la sorpresa final queda de lado, y ponemos atención al difunto, Joe Gillis (William Holden), un guionista mediocre que conoce a Norman Desmond (Gloria Swanson), una otoñal estrella de cine mudo que vive con Max Von Mayerling (Erich Von Stroheim) su mayordomo /chofer/asistente/guarura y un interminable etcétera, en una vetusta mansión, precisamente en Sunset Boulevard. La atracción entre ambos protagonistas es intensa, y en poco tiempo se convierten en amantes.

            Las peripecias que viven están marcadas por la diferencia de edades y porque Norman no acepta que sus mejores tiempos han pasado a la historia. Ella representa a esa legión de actrices y actores que no fueron capaces de adaptarse al cine sonoro, y languidecieron en esas mansiones de la mencionada avenida. El ocaso que es la traducción literal de Sunset, misma que sirve para definir la situación de esta mujer que revive sus hazañas por las noches cuando proyecta sus viejas películas donde ella era la estrella principal.

            La voz en off de Gillis resalta la atmósfera de nostalgia que se respira en el interior de la mansión. Cada cena o celebración es por los tiempos que se fueron lo vemos cuando Norman se reúne con otras estrellas olvidadas a jugar póker. Destaca la presencia del cómico Buster Keaton, quien siguiendo su tradición actoral no dice una sola línea.
            A medida que transcurre la película, Norman se va desquiciando y sufre una paranoia al revés como dice Woody Allen: piensa que todo el mundo la ama. Esto crea un conflicto con su amante y con los estudios de cine a los que perteneció en décadas anteriores. Una descomposición psicológica que desencadena una tragedia que colapsa con la muerte de Gillis.

            Aunque en un principio el director Gene Wilder puso al personaje de William Holden en una sala del forense, dialogando con otros cadáveres, tuvo que eliminarla porque causaba risa entre el público, en las primeras proyecciones previas al estreno. Ni Wilder ni sus coguionistas Charles Brackett y D.M. Marshman Jr., entendieron dónde podía estar lo cómico de esa situación. ¿Qué hubiera sucedido si, en vez de la alberca, la escena hubiese transcurrido en un panteón, y solo destacara el diálogo desde las lápidas? Nadie lo sabe, pero de haber sido así, a pesar de que faltaban cinco años para la publicación de Pedro Páramo, algo sin duda se estaría comentando desde entonces. 

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