Lo
que la noche convoca, lo que la oscuridad abre no es sino la posibilidad de ser
uno mismo y, a la vez, otros seres y completarse en un cuerpo, en un
pensar-ser, en un viaje posible hacia el sueño de la existencia renovada cada
vez que se apaga la luz, o cuando la noche llega para que se cumpla —de nuevo—
el viaje en nocturnos.
AnocheSer (Viento azul ediciones) de
Victoria Falcón Águila nos recuerda a varios libros en su lectura, no porque
provenga de allí, pero sí porque va en ese mismo sendero de los Himnos a la noche de Novalis, del Viaje al fin de la noche de
Louis-Ferdinand Céline, y sobre de los Nocturnos
de Xavier Villaurrutia, obras presentes y ausentes porque en realidad lo que
ocurre en este poemario de la poeta es un encontrarse: un encuentro con el
lenguaje y, sobre todo, con la imaginación. Ocurre, entonces, que AnocheSer es una convocación de
recuerdos o invenciones que logran de algún modo cada vez y cada noche que
fluya una atmósfera —creada por la poeta o real en su acontecer— que hacen que
cada verso o poema encarne y sea un resumen de vivencias, de desvelos, ya que
son “Poemas como negros cuervos” que “pernoctan en mi cuerpo”, y “son numen de
desvelo.”
Durante
las noches y madrugadas descritas en los poemas de Victoria, el lector va
integrando entregándose al acontecer de cada viaje uno de los viajes que se
despliegan, donde para la poeta “Mi cómplice es la noche” ya que “es la única
que me comprende” y “quien sabe de mis íntimos placeres…”.
Sucede
entonces que hay un placer nocturno cada noche que construye en lenguaje, pero
que encarna en la poeta y es transmitido y abre las rutas para que cada uno,
como lector, siga las señales y la acompañe en ese río de sombras que la rodean
pues
La
nocturnidad es silente compañía,
Fiel
testigo de mis pasiones…
Oye
y calla cuando mi amado duerme
a
mi lado.
Hay
una compañía, hay un viajero que se une, existe; en todo caso, una silenciosa
complicidad cada noche. ¿Quién es? ¿Somos nosotros que leemos? ¿Es ese otro que
somos nosotros todos?
Los
poemas de Victoria Falcón Águila parecen una provocación, son una provocación,
para ella y para nosotros que leemos. Nadie, ninguno, escapa. Nos invita a
probar “el hechizo femenino” que
…devora
la savia de su jinete
mientras
su piel se tiñe con lava
de
un volcán a punto de erupcionar.
La
carga erótica AnocheSer seduce,
erotiza. Nos invita. Nos humedece. Son una provocación: “La distancia se
estrecha, /el reloj calla para darle paso/ a la palabra llegada,/ por ardiente
brecha…”, en cada poema encontramos acercamientos al ardor de los cuerpos, nos
estimula a continuar despiertos y a la vez soñando. Nos ofrece la oportunidad
de sentirnos en ese espacio donde suceden los poemas-historias. Miramos y somos
protagonistas de cada nocturno. Seguimos de cerca cada instante y cada
acontecimiento. Los vuelve voyeristas y vamos gozosos. Pero también advertimos
que son noches de largas ausencias, quizás por ello “Hoy duele la noche, /la
piel la las ansias. Me duelo de tu recuerdo, de tu ausencia oscura”.
Luego,
entonces, logramos entender —de manera dolorosa— que en estas noches no
solamente hay el placer, sino también la ausencia, el abandono, la angustia de
estar y ser un cuerpo solitario viajando hacia los recuerdos. Se va de lo
ardiente al dolor “Porque los deseos/ son afecto poético/ que no se extinguen,
/ni caducan”.
Escuchamos,
al final de AnocheSer una especie de
canción reconciliadora y a su vez un
lamento: “El gallo comienza a cantar /pero aún hay noche /para soñar…”.
¿La noche acaba y vuelve a comenzar en
nuestros cuerpos? ¿Cada noche es una vuelta a la vida o es un retrato de un
pasado que como cíclico viaje?
AnocheSer de Victoria Falcón águila es la
vuelta y el retorno. Es una reconciliación entre el cuerpo y la vida.
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