lunes, 5 de agosto de 2019

Obstinado









Los conjurados



Ricardo Sigala


Con mucha frecuencia, al sentarme a escribir esta columna de opinión, me pregunto si en verdad vale la pena dedicarle tanto tiempo a esta actividad tan personal y subjetiva, a este ejercicio de pensar y repensar una serie de ideas más o menos recurrentes en torno a nuestras vidas, a buscarle sentido a ciertas cosas que nos topamos en la actualidad cotidiana, algunas bellas y luminosas, algunas trágicas y preocupantes, otras irónicas y paradójicas. La pregunta se ramifica y luego pienso si habrá quien se detenga en estas palabras, si hay en verdad o no un destinario de estos vericuetos verbales.

Hace algunos años comencé a armar un libro con los artículos periodísticos que comparto en esta columna y que antes publicaba en el Diario de Zapotlán y más tarde en el Diario El Volcán. En ese proceso, inevitablemente terminé atacado por las mismas dudas y pensé que el libro podría titularse con la frase popular Palos de ciego o bien la más poética y elaborada La conjura inadvertida. Concluyo siempre que uno sigue escribiendo por optimismo, aunque lo disfrace de cualquier otra cosa. Siempre en el fondo esperamos que alguien dialogará con nuestra palabra.




Estas elucubraciones han vuelto porque acabo de leer un artículo sobre el nuevo libro de Javier Marías, un libro justo construido con sus colaboraciones en El País semanal, publicadas entre 2017 y 2019, y que lleva por nombre Cuando la sociedad es el tirano. En el artículo en cuestión J. A. Aunión hace un recuento de los temas recurrentes del libro, y el primero es el de la opinión pública, que hoy en día se asocia a lo que dicen las redes sociales, destaca el autor la tiranía de esos medios en los que “cada vez hay mayor intolerancia hacia la mera disidencia, hacia las opiniones que simplemente no gustan”, de ahí el título de su libro. En nuestros tiempos la tiranía la ejerce la sociedad en las redes sociales. Esto genera una paradoja, ya que al parecer la tendencia es el dominio de un pensamiento único, salvo que en la práctica hay varios pensamientos únicos, todos más o menos generalizados, todos más o menos dominantes, y lo grave aquí es que esos pensamientos únicos no aceptan bajo ninguna circunstancia la presencia de un pensamiento distinto, y nos enfrentamos ante una especie de religión laica que impone sus dogmas.

¿Qué consecuencias tiene lo anterior?, lo que digan las redes es casi siempre una verdad irrefutable, no hace falta verificarlo, hacer una investigación, un proceso legal, basta estar del lado “correcto” para que inicie el linchamiento, que para la mayoría de los usuarios es equivalente a la justicia. Las redes sociales se han convertido en la policía unificadora del pensamiento, y los usuarios en vigilantes adiestrados de lo políticamente correcto y del pensamiento único. Por supuesto, esto explica la influencia y el poder que pueden alcanzar figuras como Donald Trump, en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, en el ámbito internacional, y los gobernantes autoritarios y bravucones en nuestro país.



Es tan fuerte el predominio del pensamiento único, casi siempre instaurado desde el lenguaje políticamente correcto, que se ha ido perdiendo la práctica del humor y la ironía, porque hoy todo es ofensivo. Javier Marías piensa en el siglo XXI y concluye lo siguiente: “me está resultando un siglo tonto, muy tonto, muy tiquismiquis, demasiado delicado en cierto sentido y lleno de tontuna y antipatía, intolerancia”. Y es justo por eso que debemos seguir escribiendo, seguir en este ejercicio de reflexionar sobre las cosas que nos suceden, en un plan optimista. Marías agrega: “en el fondo creo que soy optimista, porque si no lo fuera no me molestaría en seguir opinando, porque uno intenta, dentro de sus modestos medios —porque al fin y al cabo un artículo de prensa poco puede hacer— mejorar lo que uno cree que puede ser mejorado.”

Yo por mi parte, sigo escribiendo y opinando, no sé si soy optimista, pero sí obstinado, y también enemigo declarado del pensamiento único, y sé que hay muchos caminos, quizás infinitos, para llegar a Roma.


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