Víctor
Hugo Prado
La
enfermedad del gobernante de poner marcas propias y utilizarlas de manera
permanente en su mandato con fines propagandísticos ha alcanzado al sector
salud. Apenas la semana pasada dio inicio la discusión en la Cámara de
Diputados de la iniciativa de reforma a la Ley General de Salud que busca
desaparecer el Seguro Popular (SP), y en su lugar crear el Instituto Nacional
de Salud para el Bienestar. Las razones, ha afirmado el presidente de la
república, es que, porque no es seguro, ni es popular y hay corrupción.
Lo
cierto es que el Seguro Popular fue creado en la administración de Vicente Fox,
con el objetivo de atender a los demandantes de servicios de salud que no
estaban inscritos en el IMSS o en el ISSSTE, con acceso a la atención médica,
al cuadro básico de medicamentos gratuitos y a la atención en segundo nivel si así
lo requirieran.
La
oposición a la medida no se ha hecho esperar. Seis exsecretarios de salud
mediante una carta enviada al presidente argumentaron su oposición a la medida.
En reacción desde la esfera oficial, se ha insinuado que los seis exsecretarios
de salud defienden al Seguro Popular porque no cuentan con información, cuando
varios de ellos, además de haber ocupado el cargo de mayor responsabilidad en
este sector, han dedicado muchos años de su vida profesional a estudiar los
sistemas de México y el resto del mundo.
Se
ha llegado al inmoderado descrédito de su participación en el debate
argumentando que los que firmaron dicha carta “han militado o militan” en
partidos de oposición, como si ese hecho los desautorizara a opinar sobre estos
asuntos públicos.
La
enfermedad de poner un sello propio y borrar toda obra anterior, aun habiendo
sido eficiente y eficaz y dar respuestas oportunas, nos tiene invadidos. Para introducir
y consolidar la nueva marca primero hay que hacer crisis en los sistemas y
marca que funciona bien, pero que hay que mandar al basurero de la historia.
Por ejemplo, en el todavía Seguro Popular se ha provocado una crisis de
medicamentos, hay desabasto, hay falta de pagos a proveedores, hay
linchamientos mediáticos, se afirma que hay corrupción, aunque no haya
indiciados. Ante esa “realidad” creada se promoverán los cambios legislativos
para que finalmente aparezca, el Hospital del Bienestar, salvando de la crisis
de salud a los fieles creyentes.
Nunca
han puesto en la mesa el informe de CONEVAL sobre la evolución de la pobreza en
el país que señala que la “carencia por acceso a servicios de salud” en México
se redujo de 42.8 millones de personas en 2008 a 19.1 en 2016 (con un repunte a
20.2 en 2018). Pero perdón, olvidaba decir que el CONEVAL también es una marca
en extinción.
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