Los
conjurados
Ricardo
Sigala
Siempre
se ha considerado el trabajo como una de las formas de dignidad del ser humano,
pues está asociado al desarrollo de la civilización. Los más diversos sistemas
de pensamiento lo han retomado como tema de reflexión, desde el liberalismo de
Keynes hasta el pensamiento de izquierda de Marx. El trabajo se ha asociado a
la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas. El
trabajo pues está rodeado de un aura positiva y necesaria, por eso resulta una
tragedia para aquellos que no tienen un empleo digno, y en muchos casos ni
siquiera un empleo. No es extraño que los gobiernos sean evaluados, en muchos
sentidos, por su capacidad de generar empleos.
Sin embargo, el trabajo tiene
aristas inesperadas, pensemos en la burocracia, que en términos etimológicos es
el gobierno del archivero, es decir el trabajo centrado en las oficinas
administrativas. Poco antes de la Revolución francesa, Jean-Claude Marie Vicent
de Gournay escribió: "Tenemos una enfermedad en Francia que seriamente
intenta obstaculizar nuestros esfuerzos; esta enfermedad es llamada buromania”.
Ya en el siglo XVIII el varón Von Grimm escribió en una carta a Denis Diderot:
"El verdadero espíritu de las leyes en Francia es el de aquella burocracia
de la cual el fallecido Sr. De Gournay se quejaba tanto; aquí las oficinas, los
funcionarios, secretarios, inspectores e intendentes no son nombrados en sus
puestos para beneficiar el interés público, en realidad parecería que el
interés público ha sido instaurado para que las oficinas puedan existir". La
literatura nos muestra muchos ejemplos del mal de la burocracia, por ejemplo,
la Rusia de los zares en los libros de Nikolái Gógol o el Imperio Austrohúngaro
en los textos de Franz Kafka. En México, la burocracia ha pasado casi a ser
parte de nuestra identidad, la gente a la asume como parte de nuestra vida
diaria.
Otra práctica extraña aplicada al
trabajo es la que se ha denominado el “trabajo enajenante”, que no se debe
confundir con el término de “trabajo enajenado” del que hablaba Marx, en el que
los asalariados son excluidos de los beneficios de su trabajo. La idea de
trabajo enajenante lo leí en el libro Narcoperiodismo de Javier Valdez.
Ahí se habla de cómo muchos medios de comunicación en nuestro país los
periodistas son cargados con una agenda de actividades poco trascendentes,
superficiales y sin consecuencias sociales, se cubren ruedas de prensa, eventos
sociales, entre otros muchas otras obligaciones; difícilmente a estos
periodistas les queda tiempo y energía para hacer coberturas asociadas a la
investigación periodística, a los artículos de fondo, reportajes que evidencien
actos de corrupción o crónicas que revelen aspectos de la realidad que
ignoramos. El capítulo en el que Javier Valdez habla del trabajo enajenante se
titula significativamente “La represión silenciosa”, y se plantea como una
sofisticada e indirecta forma de censura. En lugar de que el Estado reprima o
censure trabajos periodísticos, simplemente la empresa satura el tiempo de los
periodistas y agota sus energías para que esos trabajos periodísticos nunca se
escriban.
Sin duda el trabajo enajenante
existe en el periodismo nacional, pero evidentemente no es exclusivo de los
medios informativos, ¿usted reconoce otras formas de trabajo enajenante?, ¿a
usted le han sido encomendadas tareas inútiles que le impiden la eficiencia de
su trabajo? ¿Su trabajo ha dejado de servir a la sociedad por cumplir con
requerimientos burocráticos? Espero de corazón que su respuesta sea negativa.
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