domingo, 23 de junio de 2019

San Miguel de la Mora, santo orgullosamente tecalitlense








De Tecalitlán… los sones




*René Chávez Deníz



Recostado en la falda de la colonia de la Cruz y al pie de la sierra madre occidental del halo se encuentra Tecalitlán, pintoresca población del Sur de Jalisco, ahí nació Miguel de la Mora el 19 de junio de 1874 en la casa de sus padres don José de la Mora y doña Margarita de la Mora.

Nadie podía imaginar, que un santo acababa de nacer.
La infancia y adolescencia se esconden en el silencio, solo se sabe que Miguel vivió en Tecalitlán hasta que hizo su primera comunión y después de haber recibido su instrucción escolar básica.

Luego paso el resto de su niñez y adolescencia en el rancho el Rincón del Tigre, en aquel ambiente campirano; Dios lo llamo al sacerdocio, desde niño pensó ser sacerdote y un día expresó su inquietud a su hermano Regino: “Quiero que me lleves a Colima, quiero entrar al seminario”.

Regino lo llevó al seminario a la ciudad de las palmeras y se hizo cargo de su sostenimiento.

Terminada su formación en el Seminario de Colima, fue consagrado sacerdote en 1906 y canto su primera misa en su pueblo natal.

Su primer destino fue Tomatlán, luego el 19 de octubre de 1909 recibió el nombramiento de Vicario de Comala, con residencia en San Antonio.

En 1912 fue nombrado uno de sus capellanes de la iglesia catedral de Colima.

En 1914 a 1918, ejerce el oficio de párroco de Zapotitlán, Jalisco Después nuevamente fue designado capellán de la Iglesia Catedral de Colima, desempeñaba este cargo cuando se desató la persecución callista en 1926.

El presidente de México había expedido el 14 de junio de 1926, “La ley Calles” que consistía en la prohibición de ejercer el ministerio a sacerdotes e intervenir en escuelas y hospitales etc.

Entonces los obispos se reunieron y frente al peligro que amenazaba a la iglesia, ordenaron la suspensión de cultos públicos, en este ambiente persecutorio el Obispo de Colima decretó, junto con su presbítero la suspensión de culto público.

Obispos y sacerdotes fueron procesados muchos de ellos fueron desterrados o se impusieron ellos mismos al destierro, otros permanecieron ocultos con el afán de prestar auxilio espiritual a su feligresía y se las ingeniaba para celebrar misa e impartir sacramentos.

El padre Miguel se ocultó en su casa, celebrada la eucaristía; sin embargo, lo descubrieron y de inmediato fue tomado preso, salió de la prisión bajo fianza y con la obligación de presentarse diario en la jefatura de operaciones militares.

El padre fue advertido de que terminado el tiempo de su fianza iría a prisión definitiva, salvo que abriera el culto en la catedral, pero bajo la vigilancia y obediencia a la autoridad civil.

Estando próximo vencerse el plazo que le habían fijado para obligarlo a reanudar el culto público, prefirió salir de la ciudad para dirigirse al rancho, así en la madrugada del domingo 27 de agosto de 1927, Miguel, su hermano Regino y el Padre Crispiniano Sandoval salieron en un coche hasta la Estancia, Colima.

De ahí se disponían a dirigirse a la ranchería de Cardona cuando algunos agraristas lo apresaron.

El padre Crispiniano al ser confundido por un mozo logró escapar, y los dos hermanos fueron conducidos al cuartel militar callista ubicado entre la avenida Hidalgo y Belisario Domínguez.

El general Flores sintiéndose furioso por el intento de huida del padre le reitera el fusilamiento.

El padre Miguel al oír la sentencia, metió la mano a su bolsillo, saco su rosario y comenzó a rezar, él con su resignación cristiana, sin decir palabras siguió rezando beso el crucifijo del rosario.

El pelotón recibió la orden de disparar y el padre cayó abatido por la descarga.

El padre Miguel sin duda fue un hombre sencillo, discreto, sincero y franco, de carácter apacible y tranquilo. Fue muy trabajador y responsable tanto con su familia como en su ministerio sacerdotal.

La puntualidad y asiduidad fueron una de sus cualidades que lo caracterizaron. Tenía un gran amor a Dios y muy devoto a la Virgen María.

Fue un gran confesor paciente, comprensivo y compasivo, se distinguió de modo singular por su obediencia a Dios, a la Iglesia y a sus pastores.

Por obediencia padeció la persecución y sufrió el martirio glorioso. Su vida fue fiel al Señor en las cosas pequeñas como condición para ser fiel en las cosas grandes. Una vida oculta, casi anónima, desconocida a los ojos humanos, pero grata a los ojos de Dios.
Por ello hoy es el miembro más encumbrado de nuestro Tecalitlán y de la Iglesia Colimense.

Un hombre nacido en esta parroquia de Tecalitlán que hoy y siempre sentirá orgullo de tener un hijo que dio testimonio real del seguimiento a Cristo y al Santísima Virgen.

El 22 de noviembre de 1992 el Papa Juan Pablo II lo declaró Beato junto con 24 mártires mexicanos y el 21 de mayo del 2000 lo declaró santo con un grupo de 26 nuevos santos de la Iglesia.

San Miguel de la Mora un santo tecalitlense, sacerdote y mártir de Colima y de la Iglesia Universal.

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