Oswaldo
Ramos
El
domingo dos de junio San Gabriel quedó abajo de una capa de lodo, aguas negras
y un río de troncos que hace apenas unos meses era un indefenso bosque, talado
por la desmedida avaricia del interés agroalimentario. El suceso de ese día
dejó desnuda una verdad que ya se sabía, pero se callaba: la zona Sur de
Jalisco está siendo devastada y por lo tanto se está hipotecando nuestro
futuro, usando como moneda de cambio la calidad de vida de sus habitantes. No
son solamente los bosques, el crecimiento desmedido de la agroindustria también
trae consigo una enorme precariedad laboral, trayendo mano de obra desde otros
estados para explotarlos y hacinarlos en casas. Es evidente también que se ha
provocado una sobreexplotación de los mantos acuíferos, provocando un déficit
en la cuenca hídrica de Zapotlán.
San
Gabriel es una radiografía completa del desgaste institucional, nada de esto
hubiera ocurrido sin la complicidad de funcionarios públicos a nivel estatal y
federal. Las personas de a pie poco podemos hacer cuando no contamos con
instituciones que no procuran hacer valer el Estado de Derecho, es así como se
da pie a que germine la impunidad y se enraíce en toda la estructura de
prevención y procuración de justicia. La emergencia ambiental nos invita a
repensar qué el desarrollo, pero también qué papel debe jugar el Estado como
ente regulador en la actividad agroindustrial. Sin embargo, ¿qué se puede
esperar cuando la familia del gobernador está coludida dentro de la estructura
del grupo aguacatero? ¿podemos esperar una verdadera solución o solamente
seremos espectadores de un teatro con salida fácil, donde los chivos
expiatorios salgan a relucir? Este es el gran reto de la presente
administración, dejar en claro que no hay lugar para conflictos de interés y
mostrar que realmente la justicia castigará a los culpables de la tragedia.
No
basta con programas como A toda máquina
cuando desde su origen están bañados en opacidad y corrupción. Estos programas
se conciben bajo el supuesto de "recuperar el campo", resulta
contradictorio ¿no? Llamar a "recuperar" el campo cuando le dan una
puñalada por la espalda con el respaldo a industrias extranjeras que lo
destruyen. Recuperar el campo significa pactar con las personas que lo trabajan
de sol a sol para dotarlas de infraestructura necesaria y operatividad dentro
del mercado para que sean competentes ante los grandes productores. Léase esto
como una invitación a actuar de manera integral, es decir, nunca más la opacidad
debe imponerse ante los intereses colectivos, trabajar mano a mano con los
verdaderos guardianes del campo y la lluvia, esos que cuidan la tierra con sus
manos y procuran no dañarla en sus labores agrícolas. Además, debe haber
cuentas claras sobre las investigaciones que se hagan alrededor de la tragedia
gabrielense, nunca más la impunidad debe jugar en el bando de los poderosos, es
un mal que se debemos desterrar del plano público para así hacer justicia a las
pérdidas que todo un pueblo sufrió.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario