*Leticia López del Toro
Cuando
se habla de Práctica docente, tradicionalmente se piensa en una actividad
social que ejerce un profesor al dar clase, sin embargo, concebirla sólo como actividad
reducida al salón de clase no es suficiente.
Reconocer la práctica docente implica considerarla como “una praxis
social objetiva e intencional en la que intervienen los significados, las
percepciones y las acciones de los agentes implicados en el proceso: maestros,
alumnos, autoridades educativas y padres de familia, así como los aspectos
políticos institucionales, administrativos y normativos que, según el proyecto
educativo de cada país, delimitan la función del maestro” (Fierro, 1999: 21).
En
efecto, la práctica docente se concibe como el conjunto de situaciones, que
configuran el quehacer del profesor y de los alumnos, y ésta se realiza en
función de determinados objetivos de formación que se circunscriben a las
actuaciones que inciden directamente sobre el aprendizaje de los alumnos. Vale
la pena decir que como docente tengo la posibilidad de recrear este proceso y
darle un significado propio al quehacer cotidiano, que me ayuda a aprender y a
enriquecerlo continuamente.
Es
necesario distinguir ahora la Práctica educativa, entendida como “…la acción intencional objetiva cuyo fin es
educar, inseparable del medio que se usa y del ‘bien’ que se consigue. Es
decir, se trata de acciones observables que efectivamente educan” (Bazdresch,
2000:44). Se entiende entonces, que el docente es un profesional que emplea su
conocimiento para resolver el problema acerca de cómo alcanzar las metas
educativas que los programas de estudio de la institución plantean.
Así,
se concibe como una práctica más amplia definida por un conjunto de situaciones
enmarcadas en el contexto institucional y que influyen de forma indirecta en el
proceso de enseñanza-aprendizaje; cuestiones más allá de las interacciones
entre profesor y alumnos en el salón de clases, determinadas en gran medida,
por las lógicas de gestión y organización institucional del centro educativo.
Bazdresch (2000), señala algunas influencias decisivas que pueden definir las
acciones que constituyen dicha práctica: contextos, sujetos y contenidos.
Así
pues, la práctica educativa del docente se considera como una actividad
dinámica, reflexiva, que comprende los acontecimientos ocurridos en la
interacción entre maestro y alumnos. Ésta no debe limitarse al concepto de
docencia, centrándose en los procesos educativos que se dan en el aula, incluye
la intervención pedagógica ocurrida antes y después de los procesos
interactivos en el salón de clases. Por tanto, la planificación y la evaluación
constituyen piezas indispensables en toda práctica educativa.
En
definitiva, diferenciar entre práctica educativa y práctica docente es
esencialmente de carácter conceptual, ya que estos procesos se influyen
mutuamente.
*Asesor académico CAM Cd. Guzmán.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS
Bazdresch,
M. (2000). Vivir la educación, transformar
la práctica. Guadalajara, Jalisco, México. SEJ
Fierro,
C., Fortoul, B. & Rosas, L. (1999). Transformando
la práctica docente. Una propuesta basada en la investigación-acción.
México. Paidós.
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