Milton Iván Peralta
El Volcán/San Gabriel
“A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de la vecina. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta”, así describe Juan Rulfo una inundación en su cuento “Es que somos muy pobres”, pero encaja a la perfección con lo sucedido en San Gabriel, donde poco a poco un agua negra, fangosa se metía a las casas, se llevaba todo, a todos, gallinas, becerros, vacas, carros, hogares, patrimonios, vidas.
Los pobladores se vieron sorprendidos, porque según sus palabras “ni siquiera
llovió a tal grado de que se mojaran las calles, apenas lloviznó”, dicen los testigos.
Para algunos todo comenzó con gritos, gente que venía corriendo por la calle
Independencia gritando “se salió el río”, ellas entraron a su casa, agarraron a
su mamá, pasaron por la vecina, una anciana de 80 años y corrieron para huir en
su carro, como pudieron, hasta donde pudieron.
“Atrás de nosotros venía el agua con cosas, como troncos, mi hija me gritaba
que no quería morir”, ellas como muchos más lograron huir, para descubrir
muchas horas después que se habían quedado más que “con lo que traían puesto”. Es
una tragedia que no se recuerda como igual en San Gabriel. La realidad llegó
para muchos con las primeras horas del lunes, cuando la mañana dejo entrever
los daños, cuando muchos intentaron regresar a casa y con ello las estadísticas
de los daños: el pueblo de diez mil personas sufriendo, un cuarto de la
población afectada, mil viviendas dañadas, cinco personas muertas, la
afectación a 4 puentes vehiculares y 4 puentes peatonales; y por el impacto que
causó entre la población, se encuentra el que unos 70 vehículos chocaron entre
sí arrastrados por la corriente. Pero lo más doloroso, la pérdida de toda una
vida de trabajo y tener que ponerse nuevamente de pie.
Además, cientos de extraños amables que han trabajado desde que se supo de la
tragedia por salvar a sus “hermanos de San Gabriel”. Elementos de Protección
Civil del estado, de diferentes municipios de la región, del Ejército, de
CONAGUA, CFE, entró el vigor el plan DNIII, cientos de toneladas de ayuda,
médicos, enfermeras, y cientos de gente durmiendo en albergues, tratando de
entender qué pasó, como el Río Apango, conocido en el sitio, como “Sal si
puedes”, los marcó en un domingo negro, cambió en unos minutos la historia de
todos.
Y aunque
los tres niveles de gobierno trabajan para restablecer y recuperar a la
población lo más rápido posible, es claro que para muchos nada seguirá siendo
lo mismo. La región está indignada y molesta, se buscan los responsables, no se
entiende la tragedia sin ver miles de trozos de madera cortados a la
perfección, de diferentes tamaños, algunos más se notaban como “arrancados desde
la raíz”, algunos aún olían a quemado.
Las autoridades hablan: el gobierno de Estado destinará $120 millones de pesos
(mdp) para reparar la infraestructura dañada tras el desbordamiento del Río
Apango. Así lo informó el gobernador, Enrique Alfaro, luego de realizar una
visita al lugar. Destacó que se levantará un censo casa por casa para otorgar
el apoyo de menaje y conocer bien el número de familias afectadas. Hacer un
cambio de drenaje completo.
Indicó que realizó un sobrevuelo y pudo constatar que los incendios y la tala
clandestina afectaron el suelo de la región y es importante hacer trabajos de
contención del agua con algunos gaviones, para evitar más tragedias. Pero la
tragedia ya está aquí, ya hora le queda a todo un pueblo levantarse junto de
entre el fango.
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