Víctor
Hugo Prado Vázquez
Hace ya
varios años, Guillermo O’Donnel,
publicó en la revista Nexos un artículo denominado ciudadanos de baja
intensidad, refiriendo a uno de los problemas más graves y menos estudiados de
las democracias recientes: la debilidad de sus culturas cívicas, la debilidad
de su ciudadanía. Parece que fue escrito ayer, en esencia ese ciudadano sigue estando ahí:
El
ciudadano mexicano que no cree en la ley ni en su obligación de cumplirla; que
no cree en la autoridad, ni la respalda, aunque la haya elegido libremente; que
no quiere al gobierno pero mucho espera de él; que no paga impuestos pero exige
cuentas y bienes públicos; que no es tolerante ni respetuoso de la diferencia;
que no tiene el hábito de asociarse y reunirse para perseguir causas comunes;
que no es un ciudadano activo, atento a la cosa pública, solidario,
participativo; y, que es un ciudadano
receloso, enclaustrado en sus intereses particulares y familiares, sin una
clara orientación hacia lo público.
En
ese contexto y caracterización vemos comportamientos y conductas que van desde
pasarse el alto del semaforo, estacionarse en doble fila o en la banqueta,
tirar basura en la vía pública, invadir los pasos peatonales en los cruces de
calles, como si ganar un segundo fuera determinante para llegar al destino.
Igual sucede con el que saca la basura el día que no pasa el camión o
simplemente la saca desde medio día cuando pasará en la noche, solo por referir
hechos de la vida cotidiana.
La
reciente humillación, desarme y retención de militares en La Huacana, Michoacán
condicionando su liberación a cambio de que les regresaran armas
decomisadas expone a un país sin ley, pero también de ciudadanos de baja intensidad;
igual puede referirse al abstencionismo, que
ganó la batalla a la democracia en las elecciones celebradas el pasado
domingo en seis estados del país: la elección para gobernador de Baja California registró una
participación de 29.63%; en Puebla del 33%; en Quintana Roo apenas el 22%; en Durango, donde
se eligieron alcaldes fue de 44.8%; en Tamaulipas,
se registró un 33% de
participación; en tanto que en Aguascalientes registró el 38.9%.
Esos ciudadanos de baja intensidad que
observan un alto grado de desafección, desconfianza y apatía electoral son
indirectamente responsables de que los gobiernos no funcionen, sean
ineficientes y haya corrupción. Pero lo más grave, que permiten la reproducción
de los intereses de los malos gobernantes.
Comprender
y propiciar cambios de conductas sociales no será un asunto sencillo. Pero hay
que iniciar por campo fértil. En la casa y en la escuela, trabajando con niños
y las niñas de educación preescolar, primaria y secundaria y reforzar en el
bachillerato. Impulsando cambios curriculares, realizando prácticas
comunitarias que refuercen el compromiso con el respeto de su entorno, que el aprendizaje de nueva ciudadanía sean
tan relevante como el aprendizaje de matemáticas, español o biología.
*Director de Educación Media Superior. Secretaria de
Educación Jalisco.
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